La Jornada viernes 7 de enero de 2000

José Cueli
No al impasse en la UNAM

El conflicto de la UNAM parece haberse convertido en un impasse. Una situación donde ambas partes, rectoría y CGH, se sienten incómodas y frustradas, y el deseo sería introducir "algo" por fuera de la negociación formal, o bien, interrumpirla una vez más, logrando la paralización de la universidad. La palabra francesa impasse es de por sí clara y universal, y parece englobar, de manera adecuada, la situación por la que atraviesa la negociación entre rectoría y el CGH. Este impasse comporta una detención insidiosa de las negociaciones, tiende a perpetuarse, a pesar de que el marco formal se sostenga (con graves dificultades por las nuevas variables del CGH, incompatibles con la legislación y autonomía universitarias), en sus constantes fundamentales involucrados a dos negociadores en conflicto. El impasse, traducido como callejón sin salida, se cierne inexorable sobre las condiciones para establecer el proceso de diálogo y condiciona una situación "como sí", es decir, aparentemente, se respetan las condiciones, los personajes asisten (no siempre) y sin embargo el proceso no avanza ni retrocede, impera una resistencia incoercible que irrumpe en las negociaciones, siempre de una manera brusca y sorpresiva. Como fantasma al acecho para desbaratar, sin más ni más, el poco camino andado, y situar el proceso en un punto muerto. Algo salta a la mesa de negociación (ausencias, suspensiones imprevistas, marchas, intentos de inclusión de grupos externos al ámbito universitario, etcétera). De ahí la sensación, ya mencionada, de frustración, molestia y encono en los participantes, que de no resolverse adecuadamente y de acuerdo con parámetros claros que no sean desbordados por variables innecesarias. Esta circunstancia conlleva el grave peligro de desembocar en la interrupción de la negociación, lo cual representaría condenar a muerte de manera irremediable a nuestra universidad, o bien la introducción de parámetros no inherentes a las negociaciones (actuaciones sin la previa reflexión necesaria) y que desvirtuarían el proceso sin llegar a levantamiento de la huelga.

Aquello que transcurre, silencioso, pertinaz, como en espejo de doble faz, con matices ominosos bajo el impasse, revela un objetivo inconsciente de paralización, de pérdida de autonomía del objeto y su vínculo con él; en este caso, la universidad misma. Y resulta innegable que tras las sigilosas y destructivas huellas del impasse se cierne el instinto de destrucción y la pulsión de muerte; que demandante, insaciable y silenciosa va socavando a la UNAM (en sus ideales y proyectos) día tras día.

Es fácil levantar la bandera del progreso para negar el estancamiento. Todos los caminos conducen a Roma, como todos los azares de una negociación pueden conducir al impasse, al callejón sin salida, solapado y silencioso. Es quizá el más grave riesgo del azaroso quehacer en la negociación entre las comisiones de rectoría y CGH. El impasse no es simplemente una dificultad inherente a toda negociación, sino una verdadera anomalía que cuestiona la dificultad en el ser humano a la capacidad de negociar, esconde la compulsión a la repetición y el terrorífico instinto de muerte, al desembocar en la crisis y la violencia.

El impasse no destaca un culpable, en tanto alcanza a ambas partes involucradas en el conflicto. Ambos así lo perciben, lo presienten y hasta lo reconocen; pertenece a ambos. Comporta una detención insidiosa de la negociación que tiende a perpetuarse. Su existencia no salta a la vista, se desliza de manera subrepticia, sin embargo involucra a las dos partes y rompe la posibilidad de diálogo. Al suspenderse el diálogo lo que aparece es el callejón sin salida. Afortunadamente, pese a la dificultad de la situación, parece prevalecer el diálogo, la razón, sobre la fuerza bruta. Los universitarios desesperadamente pedimos el regreso a lo académico.