La Jornada jueves 6 de enero de 2000

Guiomar Rovira
De la onda de David a la onda electrónica

Con un sabio manejo de la onda, David ųel más pequeñoų logró vencer a Goliat en la que parecía una batalla desigual e inútil. Ahora, a partir de las ondas electrónicas se logra enlazar distintas luchas ųpequeños David en todo el mundo, cada uno con su ondaų y tirar una pedrada al ojo del sistema, como ocurrió en Seattle. Todavía queda lejos la destrucción del poder del dinero, que es el que manda en un milenio globalizado donde lo que fluye son los capitales, las armas, pero también la información.

Una pequeña computadora se ha convertido en el instrumento que está acercando mundos y realidades distintas. El uso de Internet hace posible la construcción de una sociedad civil global que, actuando en común acuerdo, logre imponer condiciones humanas a la globalización salvaje que pasa por encima de vidas y culturas.

La comunicación humana ha adquirido a lo largo de los siglos diferentes formas, tangibles, intangibles, siempre con el fin de saber, de contar, de compartir, de cambiar el mundo. Primero fue, por supuesto, la palabra, que sustituyó parcialmente a la pedrada como forma de relación y solución de conflictos. La palabra se vulgarizó e hizo pueblo, cultura, se escribió e hizo historia. Con los siglos llegó la imprenta, el libro, el teatro, el teléfono, la radio, el cine... Por mucho que el poder intentó copar y usar para perpetuarse todos estos instrumentos, siempre ha habido grietas incontrolables, porque la comunicación es, en esencia, liberadora.

A fines del siglo XX aparece un nuevo instrumento de comunicación, primero creado como instrumento para mejorar el funcionamiento de empresas y burocracias, pero luego "vulgarizado" y convertido en herramienta de contacto horizontal y de resistencia: Internet.

Surge un nuevo "muro", el muro de Internet, es decir, la distancia entre quienes tienen acceso a una computadora y una línea telefónica ųun 3% de la poblaciónų y los que quedan al margen de las nuevas tecnologías. Pero el muro tiende a achicarse.

Internet aceleró la comunicación a niveles inimaginables. Las autopistas de la información han puesto a disposición del público el conocimiento antes guardado en archivos y bibliotecas. Las grandes empresas han utilizado la red para trasladar en tiempo real capitales e inversiones. Al mismo tiempo, el uso ciudadano de Internet ha revelado que las revoluciones del futuro son horizontales, tienen forma de red, una red provista de infinidad de nodos que hace imposible descabezarla.

Los intentos autoritarios y represivos del poder establecido no lograrán enfocar el corazón del nuevo cuerpo subversivo, puesto que no tiene un solo corazón sino tantos como participantes. El Pentágono tiene claro que esta estructura difusa y horizontal es la más peligrosa para el nuevo orden internacional que pretenden imponer. Seattle es la constatación de ello. Chiapas, la confirmación a lo largo de los últimos seis años.

El llamado de los indígenas zapatistas a todas las minorías excluidas del mundo, difundido por las redes, hizo que miles de movimientos y ciudadanos del planeta se identificaran con su lucha.

La brecha que el EZLN abrió ha demostrado que las causas locales son las causas más universales. De los más pequeños surge un mensaje que miles de personas hacen suyo. El resultado de incidencia real ųno sólo cibernéticaų es que cualquier ofensiva contra los zapatistas provoca una reacción inmediata de decenas de miles de personas en el mundo. Y es seguro que esa fuerza de la sociedad civil global aleja la guerra y la muerte del sureste mexicano.

Ese contrapoder o vigilancia por los derechos humanos que la red zapatista como pionera ha logrado, hizo entender a los ciudadanos de muchos lugares del planeta que sí se puede. Y así, tras un largo trabajo en Internet se logra la movilización de Seattle y detener las negociaciones de la OMC.

Los individuos dispersos pueden hacer valer su poder ciudadano en momentos determinados y por causas comunes. Siempre desde su identidad, desde la profusión de causas, así en Seattle estaban tanto los campesinos del roquefort como los obreros, las mujeres, los solidarios zapatistas, los defensores de los derechos humanos, las tortugas y los delfines. Porque todos merecemos un lugar en este mundo globalizado. O vamos todos o no vamos. Un mosaico interminable de luchas sectoriales que al unirse hacia un objetivo común logran una coherencia y una incidencia real, sin pretender ninguna homogeneidad ni discurso común, sin crear superestructuras organizativas. En la resistencia hay espacio para todos. Seattle no fue un hecho puntual. Su gestación se produjo durante todo el año a través de las redes internáuticas que buscaron y difundieron la convocatoria. Internet, creada con objetivos prosistema, se ha convertido en arma de comunicación y vinculación de luchas de todo el mundo.

Seattle y el zapatismo son el anuncio de que el siglo XXI puede ser diferente a como lo sueña el poder del dinero. Eso si logramos entre todos hacer valer nuestra capacidad de indignación y de solidaridad, tejiendo, uniendo, haciendo de todas las voces una sola voz por la justicia y la libertad planetarias.