Gilberto López y Rivas
La naturaleza indígena del zapatismo
En las actuales condiciones, la guerrilla zapatista no puede comportarse como tal, pero tampoco puede ser destruida. Se trata de una guerrilla campesina e indígena de nuevo tipo, que privilegia los medios políticos y los recursos de la comunicación y posee una legitimidad enraizada en la historia nacional. De hecho, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se ha transformado en un movimiento popular armado que no utiliza la guerrilla como forma de acumulación de fuerzas ni como modalidad insurgente.
El conflicto en Chiapas tiene una historia centenaria; no es algo nuevo, como tampoco lo son las insurrecciones indígenas, los motines, las sublevaciones, las tomas de ciudades criollo-mestizas. Con todo, el EZLN surge originalmente como un grupo marxista de naturaleza mestiza que se plantea ahora reivindicaciones fundamentales de democracia y de desarrollo nacional.
Los zapatistas afirman que no tenían una visión del conflicto indígena, no se habían visto a sí mismos como un actor político importante, no conocían la especificidad de las demandas indígenas, ni tenían idea de la autonomía. Eso lo vinieron construyendo a lo largo de 1994 y hasta la fecha. Ellos afirman que no querían hacer de éste un conflicto regional local; es decir, no querían que apareciera como un conflicto de "los indios de Chiapas"; surgen entonces a la lucha con un nombre que no corresponde a la naturaleza implícita de un movimiento indígena tradicional. En su lugar, adoptaron el nombre de "liberación nacional" como una herencia de los conflictos armados de los años sesenta y de los setenta.
El zapatismo, entonces, hereda la vertiente marxista, obviamente introducida por los movimientos de liberación nacional de la época, pero en los que poco a poco, y con ciertas dificultades, se va introduciendo la llamada cuestión nacional, revisada y actualizada para el caso de América Latina, porque ciertamente, al ejercer la burguesía su hegemonía en complicidad estratégica con el imperialismo --ahora llamado neoliberalismo--, no es posible la efectiva liberación nacional. Es decir, hay una esclavitud nacional o una dominación nacional o una sobre-nación, en el sentido de que el pueblo, como soberano de la nación, no es el que realmente manda en el interior de la nación. Cuando eso ocurre, entonces sí tiene sentido hablar de la liberación nacional; pero eso no corresponde a un movimiento de la naturaleza del que surge en Chiapas en 1994.
Viene después la versión del subcomandante Marcos de que "fueron vencidos por las comunidades", en cuanto que su línea fue derrotada y que entonces ellos, los mestizos, fueron indigenizados y todos sus planteamientos iniciales fueron hechos a un lado. Si eso fuera real, la Primera declaración de la selva Lacandona hubiera reflejado ese cambio. Sin embargo, la Primera declaración refiere un programa democrático popular mínimo, exento de cualquier referencia a lo indígena. Pero la naturaleza de la rebelión es muy distinta y ahí es donde entra realmente, en lo objetivo, la tradición indígena.
Estos desplazamientos armados de miles de hombres y mujeres hacia los centros del poder mestizo le da una impronta que no tienen otros movimientos de liberación nacional, ni otras guerrillas, y lo que viene después del 94 hasta la fecha es inédito, pues es completamente distinto de lo que conocemos como movimientos armados de liberación nacional.
La naturaleza del zapatismo contemporáneo recibe impacto de la historia de las rebeliones chiapanecas por la dinámica del conflicto indio-mestizo; y la prueba es que se desarrollaron ciertos acontecimientos que demostraban que a pesar de no tener clara la percepción teórica de lo indígena, sí habían asumido en su movimiento el carácter indígena.
Sin embargo, la forma de ser de las comunidades indígenas sí permeó ese discurso e incidió para elaborar la idea un tanto sublimada y romántica de lo indígena. Ya hay una mitología de las comunidades como el lugar de la sabiduría, el espacio democrático, el receptáculo de todo lo sabio, de todas las templanzas, los equilibrios, etcétera; aunque quienes han estudiado la llamada cuestión étnico-nacional saben que eso es difícil de lograr, que existen contradicciones profundas en el seno de los pueblos y de sus comunidades, que existe el valor de cambio, el valor de uso, que hay profundas jerarquías e injusticias, y que la situación de la mujer no es la más justa y adecuada posible, etcétera.
Pero la ideología del zapatismo, que ha influido en sectores importantes de la juventud europea y de la intelectualidad mexicana, aparece como un discurso muy innovador, como un discurso profundamente mistificado por la naturaleza indígena. Creo que esto ha impedido que se identifique realmente a fondo cuál es la problemática indígena, incluso en las Cañadas, en los Altos y otras regiones; porque por un lado está el discurso del indígena clientelista y corporativizado, pero, por otro lado, está el discurso del indígena sabio, bueno y limpio.