La Jornada martes 4 de enero de 2000

Luis Hernández Navarro
Los oscuros callejones vaticanos

La remoción de Raúl Vera como obispo coadjutor de San Cristóbal es un jaque al rey en el proceso de paz en Chiapas y a la función de mediación social que desempeña la diócesis en la región. Su objetivo central es preparar el terreno para el jaque mate: desmantelar el trabajo eclesiástico y pastoral del obispo Samuel Ruiz.

Cinco son las jugadas que siguen para la jerarquía católica conservadora: aceptar a la brevedad la renuncia de Ruiz García, designar un sucesor o un administrador de la diócesis, desmantelar el trabajo organizativo y religioso del obispo utilizando el know how de la política vaticana y el apoyo gubernamental, fraccionar la diócesis y debilitar la influencia de la corriente progresista de la región Pacífico-Sur. Los tres primeros pasos de esta estrategia ya fueron ensayados con éxito en contra de los proyectos pastorales de Sergio Méndez Arceo en Morelos, y de Bartolomé Carrasco en Oaxaca. En ambos casos, la continuidad de la propuesta renovadora fue cercenada y quedó circunscrita a unas cuantas parroquias y grupos laicos.

Radio rumor ha señalado como probable sucesor de Samuel Ruiz o administrador de la diócesis al obispo auxiliar de Oaxaca, Miguel Angel Alba. También ha difundido la posibilidad de que la responsabilidad recaiga en el arzobispo de Oaxaca, Héctor González, coordinador de los obispos de la región Pacífico-Sur. Ninguno de los dos jerarcas comparten la visión y orientación de Samuel Ruiz. Por el contrario, el arzobispo González desempeñó un papel relevante en el desmantelamiento de la obra del hoy finado Bartolomé Carrasco.

Sin don Samuel al frente de la diócesis, su sucesor tendrá un amplio margen de acción para renegociar con las congregaciones y órdenes religiosas la continuidad de su trabajo en las distintas regiones o para remover a curas rebeldes de sus parroquias. De la misma manera, podrá llevar a trabajar a la región a grupos abiertamente conservadores como los carismáticos, Opus Dei o los Legionarios de Cristo, y concentrar el trabajo pastoral en las zonas urbanas. Ciertamente, el obispo Ruiz trabajó durante 40 años en su diócesis facilitando la construcción de una Iglesia autóctona, formando centenares de catequistas y promoviendo la elaboración de una teología india, pero no está muy claro que ese legado pueda sobrevivir más allá de lo testimonial si tiene en su contra al nuevo mentor. En una estructura tan vertical, disciplinada y autoritaria como es la Iglesia católica, las disidencias desde la base tienen un campo de maniobra muy pequeño para sobrevivir.

La diócesis de San Cristóbal abarca un amplio territorio. Su fragmentación debilitaría su importancia política y facilitaría la negociación de sus nuevas autoridades con las distintas parroquias.

La región Pacífico-Sur es, con mucho, uno de los territorios de la Iglesia católica mexicana con posiciones más avanzadas. Tres diócesis y una prelatura se han involucrado activamente con la opción preferencial por los pobres. Sus reflexiones sobre la realidad nacional y la problemática indígena han sido testimonio de pensamiento crítico, y motivo de molestia para el clero conservador. Al impedir la continuidad del trabajo del obispo Ruiz se cambia la correlación de fuerzas dentro de esta zona.

La sociedad chiapaneca tiene muy pocos colchones que amortigüen la confrontación entre clases y actores políticos. La diócesis de San Cristóbal es, con mucho, la institución más activa, capaz, eficaz y arraigada en el estado para mediar socialmente. Su presencia ha humanizado un conflicto de enorme dramatismo. Su trabajo educativo ha permitido que éste se exprese en claves manejables para el país. Su vocación ecuménica ha permitido que se construyan puentes con las Iglesias y denominaciones evangélicas. Ello ha facilitado que conflictos comunitarios, que se expresan como problemas religiosos, sean vistos y tratados no como parte de una guerra santa sino como lo que son: disidencias contra cacicazgos, vehículos para la movilidad económica o disputas de grupos por el poder.

El triunfo de la jerarquía católica conservadora obligará a una parte muy importante de los agentes de la diócesis comprometidos con la opción preferencial por los pobres a pasar a la resistencia. La función "amortiguadora" y humanizante del conflicto que desempeñan tendrá grandes dificultades para sobrevivir. El precio inmediato que la sociedad local deberá de pagar por ello es un incremento de la polarización política y un mayor desgarre y descomposición del tejido social.

Don Samuel ha sido en los últimos años, a pesar de la propaganda gubernamental en su contra, un promotor único por la paz. Sin él como responsable de la diócesis, y con un nuevo jerarca insensible a la realidad indígena al frente, se estará abriendo paso a formas más cruentas de guerra en Chiapas. ƑAcaso quienes deambulan por los oscuros callejones del poder vaticano se dan cuenta de ello?