De la Madrid y los Chicago boys defendieron con todo a su cachorro
Salinas, el heredero incómodo
Elena Gallegos /II Ť En febrero de 1988 los mexicanos padecían los costos del "ultraortodoxo" plan de choque impuesto en diciembre por el gobierno de Miguel de la Madrid y al que eufemísticamente se le llamó Pacto de Solidaridad Económica, aunque en realidad contemplaba alzas en los precios de todos los bienes y servicios públicos.
La campaña de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano sumaba adeptos, a pesar de los vituperios y chantajes de sus ex compañeros de partido, y los priístas observaban intranquilos a su candidato, Carlos Salinas de Gortari, cuya figura, no obstante la enorme maquinaria puesta a su disposición, no terminaba de convencer.
Pesaban en el ánimo de los potenciales electores las duras medidas económicas que implementaba el gabinete delamadridista, a cuyos miembros el ingenio popular no tardó en bautizar como los Chicago boys. A lo mejor por eso, en Huamantla, Tlaxcala, en uno de sus recorridos, Salinas de Gortari hizo una declaración que propició las más aventuradas conclusiones:
"No tengo ningún compromiso con ninguna continuidad ųsostuvo frente al azoro de quienes le escuchabanų ni en materia económica ni en ningún otro ámbito estoy atado a dogma o fórmula alguna".
Avidos de escenarios políticos tormentosos, los analistas juraban que se estaba dando la sexenal ruptura. Folclórico y hablador, Tulio Hernández se burló de quienes interpretaron de ese modo las frases del candidato: "šEstán pendejos; ni leer saben, chingao!" El tiempo le daría la razón.
Sin embargo, había una profunda preocupación entre los estrategas del PRI sobre el rumbo de la campaña. Salinas era un hombre impopular ųse le atribuía ser autor de la política económica que tanto golpeabaų y poco carismático. Los duchos en el rumor percibían la inquietud y esparcían la especie de que pronto, muy pronto, se "enfermaría" y vendría el relevo. Paradojas del destino: le tocó a Luis Donaldo Colosio salir al paso de las versiones y aclarar paradas.
El mismo día en el que Salinas pareció desmarcarse de las políticas de su antecesor, en su calidad de oficial mayor del PRI Colosio ofreció una conferencia de prensa.
Escoltado por Otto Granados y Miguel López Azuara, dijo a los periodistas: "El PRI ya tiene candidato y se llama Carlos Salinas de Gortari". Nadie imaginó entonces que seis años después su amigo Salinas haría lo mismo por él. Era, pues, la primera versión del "no se hagan bolas" de 1994.
Pero aquella tarde en Tlaxcala, Colosio fue más allá y cortó de tajo los comentarios que tanto daño les hacían: "Los rumores son sólo eso ųrepitió a los reporterosų. Ustedes son testigos de la vitalidad de nuestro candidato presidencial. La intensa actividad que hasta ahora ha desarrollado por todo el país demuestra su fortaleza física".
Era incuestionable que las secuelas económicas complicaban el panorama político. Los mítines que encabezaba el candidato del recién formado Frente Democrático Nacional eran cada vez más nutridos y el panista Manuel J. Clouthier y sus iniciativas de desobediencia civil crispaban los nervios de los priístas acostumbrados, hasta entonces, a ser los únicos en las contiendas.
El mismo presidente se propuso defender con todo a su cachorro. Con su desangelado tono de siempre ųgris, lo adjetivaba la genteų y a propósito de nada, De la Madrid declaró que las críticas por el plan de austeridad ųy la recesión que éste generóų no debían vertirse contra el candidato: "šAsumo toda la responsabilidad!".
Si a lo largo del sexenio de De la Madrid las cosas iban de mal en peor ų"tiene mal fario", se apenaban algunosų, el tramo final de su administración no pudo ser más desacertado. (Más información en las páginas 6 y 7)
Relatos del presidencialismo mexicano /II
MMH, protagonista del desastre económico
La ruptura con la vieja clase política
Elena Gallegos * El destape del candidato de Miguel de la Madrid ųque marcó la ruptura con la vieja clase políticaų estuvo a un tris de transformarse en un sainete. La noche del sábado 3 de octubre de 87, uno de sus hijos, Federico, interrogaba al secretario particular Emilio Gamboa: "Dime quién va a ser. Tú ya sabes, Ƒno?" Este resistía la presión, pero Federico era empeñoso y consiguió que en una tarjeta blanca Emilio le trazara una S y una G. Por las iniciales, el muchacho creyó entonces que el elegido sería el procurador Sergio García Ramírez, quien desde el principio figuró en la lista de posibles.
Todavía a esas alturas, en los círculos de los enterados se comentaba hasta el cansancio la rivalidad entre los dos punteros: los secretarios de Programación, Carlos Salinas de Gortari, y de Energía, Alfredo del Mazo, a quien De la Madrid se refería como el hermano que nunca tuvo. A lo mejor, y dado que las cosas se habían polarizado al extremo, lo más sano era escoger a un tercer personaje.
Muy ligado afectivamente a los Del Mazo, Federico les comunicó el resultado de sus indagaciones. Por eso, al día siguiente, muy temprano y a través de Radio Mil, el vocero del mexiquense, Heriberto Galindo, contestó a la pregunta de un reportero refiriéndose a García Ramírez como al hombre por quien los tres sectores del PRI se pronunciarían unas horas después. "Mi jefe ųdijo Galindoų se siente muy complacido con la nominación".
Muchos despistados como Pedro Ojeda Paullada, Guillermo Rosell de la Lama y Eduardo Andrade se aparecieron por la casa de don Sergio, quien no entendía lo que estaba sucediendo. El mismo Del Mazo se dejó ver por los reporteros que aguardaban en las puertas de su casa y les comentó, antes de abordar su Marquis blanco, que era "la mejor decisión que pudo haber tomado el partido. (García Ramírez) es un servidor público de múltiples cualidades: limpio, brillante y talentoso".
Casi hora y media duró la confusión. En ese lapso, los cetemistas Rigoberto Ochoa Zaragoza y Nezahualcóyotl de la Vega ųsi son expertos en algo es en recibir línea, lo que les ha valido para ir de puesto en puesto sin ningún ruborų repetían que para su central el candidato era y sería Carlos Salinas de Gortari. Finalmente, se desenredó la madeja y Salinas fue nominado.
Su figura concitó la misma clase de elogios que minutos antes le habían llovido a
García Ramírez. De él dijo Manuel Bartlett (otro de los contendientes que se quedó en la carrera): "Es el político dotado de todas las virtudes que demanda el momento: hombre de pensamiento revolucionario y de inteligencia superior".
Francisco Labastida Ochoa, que por esas fechas gobernaba Sinaloa, tampoco se ahorró alabanzas. Entre otras muchas cosas, comentó que Salinas había sido el único capaz de unificar las opiniones de los tres sectores de su partido: "Es un hombre talentoso, con una gran militancia y con todas las posibilidades de llegar a la Presidencia".
Doce años después, la madrugada del 8 de noviembre pasado, al ser declarado vencedor en la elección interna del nuevo PRI, el también nuevo Labastida marcó como uno de los ejes de su campaña que su partido se alejaría del camino de Salinas.
Aquel octubre de 87, al día siguiente del destape, para colmo el mercado accionario se disparó hasta alcanzar índices de locura, lo que obligó a suspender durante 90 minutos las operaciones. Quienes vieron con optimismo ese movimiento no podían estar más equivocados. Era el preludio de los últimos estertores que acabarían sacudiendo al país el lunes 19 ųse le conoció como lunes negroų: la bolsa perdió 52 mil puntos (5 mil más de las ganancias acumuladas en 85 y 86), lo que hundió a miles y miles de pequeños e improvisados accionistas y colmó de oro los bolsillos de unos cuantos especuladores.
En diciembre, el dólar se cotizaba ya en 2 mil 250 viejos pesos ųal final del sexenio el peso se había devaluado mil 437 por cientoų, la inflación repuntaba y un litro de leche Conasupo costaba 112 pesos con 50 centavos, mientras un kilo de huevo podía adquirirse por mil 700. En Washington, analistas económicos estimaban que, en promedio, cada semana salían de México unos 100 millones de dólares. Para Estados Unidos, el vecino del sur "constituía una fuente de serias preocupaciones".
El infaltable Fidel Velázquez, presidente en turno del Congreso del Trabajo, se aventó la puntada de "šexigir!" un incr
emento salarial de 46 por ciento, retroactivo al 18 de noviembre. Aunque nadie se lo creyó, amenazó con que 11 mil sindicatos afiliados a la CTM estallarían la huelga hasta llegar a la paralización total del país, lo que por supuesto nunca ocurrió.
La verdad es que el mañoso líder obrero, los capitanes de empresa y el gobierno amarraban el plan de choque con el que los tecnócratas esperaban controlar la inflación al precio que fuera. El martes 15 de diciembre, los sectores productivos firmaron el Pacto de Solidaridad Económica, que preveía alzas hasta de 85 por ciento a los bienes y servicios públicos tales como combustibles, fertilizantes, tarifas eléctricas, azúcar, ferrocarriles y teléfonos.
De la Madrid se curó en salud: "Porque considera medidas fuertes, amargas y dolorosas que implican más sacrificios y esfuerzos para todos, el pacto no deja contento a nadie, pero es lo que en términos programáticos se puede hacer para evitar una situación hiperinflacionaria de la que sería todavía más difícil salir".
Durante su sexenio, el crecimiento del PIB había sido sólo de 0.18 por ciento; la inflación superó 4 mil por ciento y la deuda externa del sector público se ubicó en 81 mil millones de dólares, de acuerdo con cifras del Banco de México.
Salvo los priístas y el embajador de Estados Unidos, Charles J. Pilliod, que no cesaba de reiterar que el mejor programa antinflacionario del mundo era precisamente el de Miguel de la Madrid, los mexicanos no encontraban la salida y maldecían a los muchachos de Harvard que presumían saber de economía, pero que parecían conducir a la ruina.
Alrededor de Cuauhtémoc Cárdenas se construía la posibilidad de una candidatura única de la izquierda. Dirigentes de distinto cuño, como los del movimiento estudiantil universitario (CEU), simpatizaban con la idea. Heberto Castillo, quien también recorría el país por el Partido Mexicano Socialista (PMS), se resistía: "No queremos más arribistas ni más engaños, no queremos a gente que propone como alternativa el pasado", pero el discurso de Cárdenas prendía aquí y allá.
Con los meses, Cárdenas se convirtió en uno de los más consistentes críticos de la política económica del régimen, a la que calificaba de "entreguista" y "neocolonial", y acusaba a De la Madrid de haber desarticulado las alianzas en las que se fundaban la estabilidad y el progreso de México.
El candidato Salinas aprovechaba cualquier ocasión que se le presentaba para arremeter contra Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y los ex priístas que construyeron la Corriente Democrática y terminaron abandonando el PRI. "Todo partido ųdecíaų requiere de podas. El nuestro ya podó los frutos que estorbaban el florecimiento de su nueva fuerza. Esos frutos de estación no volverán al PRI".
Pero los cuestionamientos de la oposición eran constantes y calaban. De la Madrid se defendía: "Sólo los demagogos afirman que se puede regir la economía con más déficit y empresas públicas ineficientes, y los ingenuos creen que es más revolucionario mientras más burócratas tengamos o mientras más dinero perdamos en supuestos programas sociales ineficaces. Ese argumento, que pudo haber tenido validez hace medio siglo, es una teoría neopopulista, profundamente reaccionaria..."
El célebre nuncio Girolamo Prigione ponía su parte: "Si bien la Iglesia ųcomentaba a los reporterosų no puede favorecer o satanizar a ningún partido, los cristianos saben en conciencia que el marxismo no es compatible con su religión".
Asustados por la fuerza que adquirían las campañas opositoras, los priístas comenzaron a jugar rudo. En la Sinaloa de Labastida ųtierra natal de Manuel J. Clouthierų, el candidato del PAN pasó uno de los momentos más amargos de su campaña. La prensa de Culiacán recibió al empresario con grandes desplegados en los que se le ofendía y se repartieron volantes para ridiculizarlo. Hasta hubo un incendio en el primer piso del Hotel Ejecutivo, en el que se hospedaban los panistas.
La economía seguía haciendo agua. Según datos divulgados incluso por las centrales obreras oficiales, durante el sexenio se habían cerrado más de mil industrias, dejando en la calle a 4 millones de trabajadores. El descontento brotaba por todas partes. Y De la Madrid pudo percatarse de ello. En el desfile del primero de mayo, de las filas del largo contingente petrolero se extendieron los coros a favor de Cárdenas y se lanzaron consignas contra el pacto: "šPacto criminal!", vociferaban los obreros.
Electricistas y burócratas se descamisaron en señal de protesta y exigieron aumentos. También hubo gritos de repudio a Carlos Salinas de Gortari, al que se le achacó la crisis. Al final, en el salón de Recepciones del Palacio había caras largas y gestos amargos. Por si no bastara, el presidente en turno del CT y líder del SME, Jorge Sánchez García, exigió respeto real e irrestricto al derecho de huelga y la inclusión de los trabajadores en las decisiones que se tomaban sobre la venta de empresas públicas. El presidente estaba furioso y no lo ocultó. Por primera vez en su mandato no pronunció discurso alguno como remate de la conmemoración.
Mientras tanto, en la UNAM se debatía si Cárdenas debía o no encabezar un mitin en el campus. El candidato del FDN había sido invitado por un grupo de universitarios para que acudiera a la institución.
El rector Jorge Carpizo, cuyo programa de transformación universitaria propició el más importante movimiento estudiantil después del 68, fomentó una campaña en los medios para evitar la visita. El mismo exigió a los partidos que respetaran la autonomía, y a los universitarios no confundir las actividades académicas de discusión política con las de proselitismo partidario.
Pero la anticampaña fue contraproducente. El jueves 26 de mayo Cárdenas entró a Ciudad Universitaria entre miles y miles de seguidores. Los muchachos se volcaron en la explanada. A la distancia, aquél fue uno de los actos clave de su campaña. Armando Quintero, Rosario Robles, Antonio Santos, Carlos Imaz y Evaristo Pérez Arreola constituyeron el comité de bienvenida. "šYa llegó, ya está aquí, el que va a chingar al PRI", cantaban los jóvenes.
Una semana después Heberto Castillo declinó a favor del candidato del FDN. "La decisión del ingeniero Castillo es de alto valor para el país", reconoció Cárdenas. En el PRI se registraban fundados temores sobre los resultados de las elecciones que se avecinaban.
El clima acabó de revolverse. Tres días antes de los comicios asesinaron a Francisco Xavier Ovando. Cercano colaborador de Cárdenas de toda la vida, Ovando coordinaba la instalación del centro de cómputo electoral. Lo acribillaron junto con Román Gil Heráldez. Los cuerpos fueron encontrados en la colonia Lorenzo Boturini, dentro del Atlantis gris de quien había sido, entre muchas otras cosas, procurador de Justicia de Michoacán y líder del PRI en aquel estado.
Después vino el 6 de julio y la caída del sistema. No obstante que ese mismo día por la mañana el director del Registro Nacional de Electores, José Newman Valenzuela, ofreció que daría cifras por la noche aduciendo fallas técnicas y de información, las computadoras en las que se concentrarían los datos dejaron de funcionar durante cinco horas y media. Permeó entonces la incertidumbre sobre lo que en realidad había sucedido.
Esa noche y en un acto inusitado, los candidatos Cárdenas, Clouthier y Rosario Ibarra se presentaron en la Secretaría de Gobernación y entregaron al secretario Bartlett ųque ahora bromea con aquella circunstancia y comenta que el sistema "no se cayó, sólo se calló"ų un documento en el que formulaban un apremiante exhorto al gobierno para que reparara de inmediato las desviaciones detectadas en el proceso e hiciera respetar la voluntad popular.
De la Madrid no sólo protagonizaba el desastre económico, también era señalado como responsable del mayor fraude electoral del México moderno.
El miércoles 13 se hicieron públicos los resultados oficiales: a Salinas le correspondía 50.36 por ciento de la votación, a Cárdenas 31.12 y a Clouthier 17.07. La duda estaba en el ambiente. El PAN convocó a un referéndum en el que un millón 600 mil mexicanos demandaron nuevas elecciones presidenciales, y Cárdenas recorría el país para defender lo que consideraba su triunfo. Le pedía al Ejército ser garante de la legalidad.
En agosto, los tres candidatos opositores dieron a conocer la Declaración por la democracia, en la que convenían en que aún era tiempo de que el poder público rectificara el rumbo para salvaguardar la estabilidad, la paz social y la vigencia del orden constitucional. Señalaban que ante la imposibilidad de establecer con claridad los resultados, tendría que anularse los comicios y proceder a nuevas elecciones.
El movimiento pro cardenista se hacía más nutrido. Negociar era un apremio. Manuel Camacho dejó la Secretaría de Desarrollo Urbano y ocupó la Secretaría General del PRI para, desde allí, entablar el diálogo con los opositores. Sin embargo, puso límites: "Lo haremos sin claudicaciones, intimidaciones o chantajes y sobre la base de acatar las resoluciones de los órganos legalmente facultados, superando la pretensión de invalidar la elección general a partir de pruebas aisladas, suposiciones o acusaciones sin sustento".
Las cosas estaban claras: Salinas sería presidente. Continuaron las movilizaciones de protesta. Cada vez eran más numerosas. Cárdenas le propuso a Salinas un diálogo público y la revisión común de por lo menos mil casillas, con el compromiso de que aceptaría el resultado siempre que se compararan números de actas de escrutinio y se abrieran los paquetes electorales que fueran necesarios.
No tardó en responderle Salinas. Le dijo que el PRI no negociaría ni cedería lo que legítimamente le había concedido el pueblo de México: "Nadie debe confundir esfuerzo de negociación y consenso con capitulación o abdicación de los derechos y obligaciones que como mayoría tenemos".
Las cosas estaban que ardían. En la Cámara de Diputados, las oposiciones exigían también con vehemencia que se abrieran los paquetes electorales resguardados en los sótanos del Palacio Legislativo. El domingo 21 de agosto, encabezados por el panista Abel Vicencio Tovar y el subcoordinador de la bancada pemesista, Jesús Ortega, un grupo de legisladores bajó al lugar para buscar la documentación.
No lo consiguieron. Tres pelotones del regimiento de Infantería del Campo Militar número 1 se alinearon en la rampa de acceso de la bodega, y "con sincronizado movimiento ųescribió entonces Miguel Angel Riveraų embrazaron sus fusiles automáticos G-3 calibre .762 y detuvieron a los legisladores".
Fox narró esos instantes para la editorial Océano: "Cuando llegamos a esos lúgubres sótanos nos recibieron por lo menos cien miembros del Ejército que se encontraban allí no para defender a la nación, sino al sistema y al presidente de la República. 'Un paso más y se mueren, cabrones', nos advirtieron y cortaron cartucho. Aunque nos íbamos zurrando del susto le echamos valor civil y dimos unos cuantos pasos más, pero terminamos por dar marcha atrás. Todavía no era momento de entregar la vida por la patria".
Después de casi 20 horas de debates en las que un centenar de legisladores subieron a la tribuna, la mayoría priísta se impuso y Carlos Salinas de Gortari fue declarado presidente electo de México el sábado 10 de septiembre.
Miguel de la Madrid se convirtió además en el primer presidente de México sujeto a interpelaciones en un Informe de gobierno. El último de su gestión. El clima político era denso y la sensación de que se habían robado la elección generaba rabia. Muñoz Ledo, senador por el Distrito Federal, comenzó la andanada. En total fueron 12 las interrupciones. Los priístas ųformados en la sumisiónų no podían creerlo.
Cuando todo concluía, los gobernadores de Aguascalientes, Miguel Angel Barberena; Quintana Roo, Miguel Borge Martín, y Baja California, Xicoténcatl Leyva Mortero, se abalanzaron sobre Porfirio. "šTraidor, hijo de puta!", lo injurió Leyva mientras Barberena le alcanzó a dar un manotazo en la nuca. "šNo me provoquen!", los repelía Porfirio.
La figura de De la Madrid se fue desmadejando. Los cardenistas seguían protestando en las calles. Consideraron ilegítimo a Salinas. Reacia a perdonar el despojo, la gente quería más. El sábado 19 de noviembre, ante miles y miles que llenaron, otra vez, el Zócalo, Cárdenas marcó el camino. Se construiría un nuevo partido y se buscaría por esa vía la reconstrucción y la recuperación del país.
"Lejos de lo que calumniosamente se afirma y propala, no
nos proponemos evitar o tratar de impedir la realización física del acto de toma de posesión. Seríamos insensatos. Hemos hecho, y reiteramos, nuestro llamado a las corrientes y agrupaciones que integran nuestro movimiento y a todos nuestros simpatizantes para reprimir su justa indignación y abstenerse de actos que servirían de pretexto para desencadenar acciones tan irracionales como insostenibles."
Mientras tanto el PAN ųClouthier había seguido su campaña por la reposición del procesoų, en voz de su presidente Luis H. Alvarez, anunció con bombo y platillos que aceptaba la propuesta de diálogo que les hacía el presidente electo. En el proyecto salinista, la participación de ese partido sería clave.
En su último mensaje a la nación, Miguel de la Madrid reconoció que después de seis años de gestión la deuda social no había sido saldada y pidió a los mexicanos rechazar cualquier sentimiento de postración o abatimiento; "los tiempos venideros serán mejores", dijo, y buscó renovar la esperanza: "Estoy cierto de que Carlos Salinas de Gortari es un gran mexicano con talento, voluntad y el patriotismo que nuestro país requiere. Mi lealtad para él a partir del primero de diciembre".
A diferencia de sus antecesores, De la Madrid ocupó pronto un encargo en la nueva administración: la dirección del Fondo de Cultura Económica. Sigue allí. Quizá por eso el presidente Ernesto Zedillo se ha referido a él como su empleado.