José Blanco
Augurios y desafíos
La UNAM terminó el año y el siglo sumida en la más perniciosa huelga de su historia. Inicia el 2000, aparentemente, en la misma circunstancia. Aparentemente, porque hay novedades: las expectativas parecen estar cambiando con rapidez entre un número creciente de universitarios. Flotan en el ambiente de los espacios donde pueden reunirse, augurios, sentires y afanes vehementes de encontrarse y reconocerse a sí mismos, de recuperar su lugar de trabajo y, por tanto, de reconquistar plenamente su identidad de estudiantes y de estudiosos.
Tendremos que comprender y comprendernos cabal y profundamente. Sólo así podremos hallar las vías para que lo que nos ha sucedido, no vuelva a ocurrirnos nunca más. Es menester un diagnóstico certero, crítico y autocrítico, de las decisiones universitarias tomadas, al menos, durante las últimas tres décadas. En esa historia reciente se gestaron todos nuestros problemas actuales.
Podemos reconocer los numerosos logros de nuestra casa de estudios durante ese lapso, pero también debemos identificar, con arrestos, insuficiencias, errores, políticas equivocadas. Tenemos también que detectar y nombrar las decisiones externas, gubernamentales, a veces determinantes, que contribuyeron a generar o a dilatar nuestros problemas, porque esas decisiones no deben ser cargadas a la cuenta de los universitarios.
Tenemos que explicarle a la sociedad, prolijamente, cuáles son esos problemas y cómo pensamos solucionarlos; sin el apoyo de la sociedad no podremos poner sobre bases más firmes una institución que es de y para la sociedad. Al mejor proyecto para la universidad pública, debe ser agregada la más comprometida protección política y jurídica proveniente de las fuerzas de la propia sociedad, porque esta protección no puede dársela a sí misma la universidad, y sin ella la institución no puede funcionar.
Es ahora la oportunidad de repensarlo todo, sin tabúes, para afirmar con seguridad el valor de nuestros capitales y para construir la nueva plataforma de lanzamiento de la más importante institución educativa del país. Es hora de que bajo cualesquiera circunstancias busquemos el concurso activo de todos los universitarios, asumiendo cabalmente la amplísima diversidad que hoy somos.
En el concepto y en el tiempo, antes de ser una estructura organizada, una institución (pública) es el producto del acto de instituir. El acto creativo que la instituye es, a su vez, el remate de un proceso político y jurídico. Es el colofón de un proceso de debates y acuerdos que son expresión de la diversidad que priva en una sociedad. Como en cualquier sociedad mínimamente compleja, ésta instituye sus decisiones no directamente sino a través de la diversidad de sus representantes políticos.
Lo que se debate y es materia de acuerdo, es la definición de los objetivos, de los medios principales para darles cumplimiento y de los fundamentos que organizarán a lo que quiere instituirse. El acto de institución se plasma, en el caso de una casa de estudios superiores, en una ley que expresa el pacto social en la materia, definiendo los aludidos objetivos, medios y fundamentos sobre los que se crea la estructura organizativa operativa.
En 1910 la institución universitaria expresaba, en lo fundamental, al poder oligárquico. En 1933, en cambio, la ley que instituye a la universidad lo hace con graves defectos. Ni logra diseñar el gobierno necesario para una institución académica ni es expresión de un arreglo sociopolítico en el que coincidan en lo fundamental todos los actores. La inestabilidad fue entonces la constante. La ley de 1945 corrige y logra expresar adecuadamente ambas cosas: un gobierno para la academia y un arreglo sociopolítico satisfactorio para todos los actores. Esta ley expresó en su momento la decisión de la sociedad de cómo quería formar a sus cuadros dirigentes.
Hoy existe otra sociedad y otras muchas y diversas sensibilidades sociales y políticas. Hoy la sociedad forma a sus cuadros por múltiples vías. Hoy existe, además, otra y muy diversificada comunidad universitaria. La estructura organizativa de la UNAM, de otra parte, creció y se diversificó al amparo de los fundamentos acordados en 1945. Estos hoy parecen endebles: Ƒcuál universidad pública para el México de este siglo? Es la pregunta.