Ninguno de los últimos presidentes ha podido conjurarlo
El maleficio del sexto año
Elena Gallegos /I Ť Fatalmente, una especie de maleficio se cierne sobre el sexto año de los últimos presidentes que ha tenido México. Todos anhelaron conjurarlo pero hasta ahora ninguno pudo escapar a él. La esperanza con que son bienvenidos los primeros de diciembre de transmisión de poderes se vuelve, sin remedio, repudio y desencanto en el ocaso de cada administración.
Amigos desde muy jóvenes, Luis Echeverría Alvarez y José López Portillo no consiguieron, en su momento, evitar la crisis sexenal de descrédito. Incluso ųy esa es otra de las reglas del viejo sistemaų su entrañable, dilatada relación se fue desvaneciendo a medida que López Portillo requirió distanciarse de su antecesor y sus políticas para ganarse la confianza de la gente. "Romper para estabilizar", escribió en su diario la tarde que le pidió a Echeverría saliera del país como embajador.
Dueño de un peculiar modo de hacer las cosas y cuando la cuenta regresiva marcaba el final de su tiempo en el poder, Echeverría logró llevar al hartazgo a amplios sectores de la sociedad que comenzaron a resentir los efectos de sus políticas de gasto. Miles de millones de pesos fueron a parar a proyectos productivos y de comercialización que terminaron en estrepitosos fracasos.
Por esas fechas ųmediados de 1976ų, la deuda externa del sector público que heredó del régimen anterior y que era del orden de los 6 mil 91 millones de dólares había crecido más de 100 por ciento hasta alcanzar la cifra de 14 mil 600 millones de dólares.
Cansados de sus ostentosas giras por el exterior, sus largas peroratas y las contradicciones entre el México que ofreció construir en 1970 y el que se perfilaba en 1976 al término de su mandato, muchos mexicanos empezaron a hacerse eco de las versiones que se propalaban con inusitada fuerza, en el sentido de que el sexenio terminaría en el caos.
La inquietud se agudizaba por la pérdida de confianza en el hombre que habitaba Los Pinos y, además, se alentaba desde algunas esferas de poder económico en las que se consideraba que las medidas populistas del presidente afectaban sus intereses. De hecho, los organismos cúpula de los sectores industrial, financiero y comercial, integraron en ese periodo el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) como una manera de hacer frente, en bloque, a lo que llamaban "las embestidas de los izquierdistas del gabinete". Entre sus primeras declaraciones públicas estuvo la notoria censura a la política echeverrista.
Los integrantes del CCE exigieron que la intervención del Estado en la economía se acotara y urgieron a que se garantizara la libre empresa. Por si fuera poco, insistieron en que el sucesor de Echeverría debía ser un nacionalista y no un simpatizante de las ideas imperantes en el Chile de Allende, Cuba, Rusia o China.
Las presiones inflacionarias eran evidentes ųal final del sexenio la inflación acumulada era ya de 125 por cientoų y empezaba a convertirse en noticia la salida de capitales. Lejos de apaciguar los ánimos, las acusaciones que Echeverría lanzaba a los "emisarios del pasado" y a los impulsores de las estrategia conocida como "desarrollo estabilizador" responsabilizándolos de la situación, abonaban la incertidumbre y el miedo.
Tanto, que hubo quienes creyeron a pie juntillas, sin que jamás se detectara de dónde habían provenido dichos rumores, que en los cuarteles se estaba cocinando un golpe de Estado y que los tanques saldrían a las calles el 20 de noviembre, diez días antes de que tomara posesión José López Portillo.
Relatos del presidencialismo mexicano /I
Para LEA, el glorioso futuro nunca se presentó
Los agravios del echeverrismo
Elena Gallegos Ť En el campo también había agitación. En julio de 1976, la Secretaría de la Reforma Agraria inició procedimientos para nulificar en Sonora y Sinaloa 80 mil hectáreas de fraccionamientos simulados, y fijó plazos a los campesinos sin tierra para que aportaran pruebas.
Los propietarios negociaban con el gobierno vender 20 mil de esas hectáreas para evitar afectaciones, y los campesinos deseosos de "un pedazo" en el cual cultivar para sobrevivir ponían límites: si el 15 de noviembre sus demandas no eran resueltas, comenzarían invasiones masivas. Ello generaba más incertidumbre.
Y eso se explicaba si se toma en cuenta que en octubre de 75, en la rica zona del Valle del Yaqui, en Sonora, miles de campesinos se posesionaron de más de 17 mil hectáreas pertenecientes a prósperos productores. El Ejército entró a desalojarlos. En la refriega hubo muertos, y los sucesos cortaron la prometedora carrera política del joven gobernador Carlos Armando Biebrich, quien tuvo que solicitar licencia al Congreso local y abandonar el país.
Se aseguran desde entonces que todos esos hilos los movió, por instrucciones giradas desde Los Pinos, Augusto Gómez Villanueva, uno de los hombres más cercanos al presidente. Como líder cenecista, a él le había correspondido, en octubre de 69, destapar a Echeverría, episodio en cuya narración Gómez Villanueva todavía emplea horas y horas, para quienes se aventuran a escucharlo.
Este personaje volvería a aparecer en otro polémico capítulo de la vida nacional. A mediados de ese sexto y último año del echeverrismo vino también el golpe a Excélsior, que dirigía Julio Scherer. Su actitud crítica, entre muchas, innumerables prendas, colocaron al diario como referente inevitable en la búsqueda por desentrañar el acontecer mexicano.
De acuerdo con las formas que se estilaban, se creó un conflicto artificial. Para ello, convirtieron en manzana de una repentina discordia los terrenos que la cooperativa poseía en Paseos de Taxqueña (más de 950 mil metros cuadrados), al sur de la ciudad.
En su libro Los presidentes, Julio Scherer lo cuenta así: "El diputado Humberto Serrano, líder agrarista que no salía de la Secretaría de la Reforma Agraria, custodiada por Augusto Gómez Villanueva, invadió Paseos de Taxqueña como quien ocupa un solar. Centenares de campesinos se dispersaron por la enorme superficie, acamparon en los sitios que les vinieron en gana y dieron la gran noticia a los enemigos de la cooperativa: tiempo atrás, bajo la dirección y gerencia de don Rodrigo de Llano y don Gilberto Figueroa, la cooperativa les había permutado tierras de su propiedad en los estados de Hidalgo y Veracruz por los antiguos terrenos de La Candelaria, hoy Paseos de Taxqueña. No tolerarían el abuso, a punto la cooperativa de transformar sus lotes en fraccionamiento (...)
"Fue violenta la campaña contra el diario. Humberto Serrano alcanzó notoriedad como hombre de un día y de muchos días. Descubrieron los noticieros de Televisa que por las venas del líder corría sangre de Emiliano Zapata, roja como la pasión y el sacrificio. No cedería, a menos que hubiera justicia para sus hombres. Gómez Villanueva levantaba los hombros en señal de impotencia. No podría enfrentar a sus hermanos de clase (...)
"El presidente Echeverría envenenaba el ambiente y recomendaba paciencia. Voz de resonancia universal, candidato al premio Nobel de la Paz, pregonaba que cumpliría la ley."
Lo cierto es que el 8 de julio apareció en blanco la página 22 del periódico, en la que se publicaría un desplegado para denunciar la campaña de desprestigio emprendida. La orden de no publicar el texto la giró el presidente del consejo de administración, Regino Díaz Redondo. Han pasado casi 24 años y Díaz Redondo sigue siendo presidente y director general.
Y es que el mismo 8 de julio de 76, después de una violenta asamblea en la que se acusó a Scherer y al gerente Hero Rodríguez Toro de "turbios manejos", los mejores periodistas y escritores de esa casa editorial salieron de ésta. La noticia ųignorada por los medios mexicanosų ocupó grandes espacios en la prensa internacional, en la que no se dudó en señalar que Echeverría había sido el autor.
No fue todo. De acuerdo con Francisco José Paoli Bolio ųEl cambio de presidenteų, a mediados del sexenio "se desató una tremenda represión contra los movimientos sindicales y políticos independientes". Sólo un ejemplo: la tortura y el asesinato de Efraín Calderón Lara, conocido como El Charras, quien dirigía en Yucatán el Frente Sindical Independiente.
A pesar de lo anterior y como respuesta, concluye el autor, en las postrimerías de esa gestión se consolidaron las posiciones independientes de algunas organizaciones gremiales, "entre ellas pueden mencionarse la Tendencia Democrática del SUTERM, la Unidad Obrera Independiente, el Frente Auténtico del Trabajo y el Frente Intersindical Independiente".
A las 10 de la mañana del miércoles 11 de agosto, cinco semanas después del triunfo de su hermano ųfue candidato único, por lo que obtuvo 94.4 por ciento de los votosų, Margarita López Portillo se dirigía a casa de su madre doña Refugio, en la colonia Condesa, y en la esquina de Atlixco y Juan Escutia dos vehículos ųDodge y Chevroletų abruptamente cerraron el paso.
Una mujer y dos hombres se apearon y abrieron fuego de metralleta contra el Rambler en el que viajaba la escritora. El chofer José Guadalupe Ramírez fue alcanzado por los disparos, perdió el control y el auto se estrelló. El jefe de la escolta de Margarita, Salvador Camarena, la echó sobre el piso del coche y accionó su arma para defenderse.
Desde un Maverick, otro grupo de agentes de seguridad de la hermana del presidente electo también respondió al ataque. Uno de ellos, Salvador Vega, resultó muerto. Allí quedó, además, el cuerpo del guerrillero David Chano Jiménez Sarmiento. El atentado se atribuyó a la Liga 23 de Septiembre, y doña Margarita siempre remataba el relato de aquellos sucesos con un "ese día volví a nacer".
Al final de su gestión, Echeverría fue el blanco de la repulsa de la gente que contaba, ansiosa, los días que faltaban para que se marchara. A su costa se hicieron toda clase de chistes que llenaban las charlas de café y eran motivo de apuestas en las reuniones familiares. Las ganaba el que contaba el más nuevo. Era sólo una pequeña revancha por los agravios del echeverrismo, que cerró su círculo devaluando el peso.
En México hacía 22 años que no se vivía una devaluación. El Sábado de Gloria del 54, la divisa estadunidense pasó de 8.65 a 12.50 pesos. Pero la situación había llegado ya a tal extremo que, el 31 de agosto de 76, el secretario de Hacienda, Mario Ramón Beteta, anunció en nombre del presidente "el abandono del tipo de cambio fijo del peso frente al dólar para pasar a un sistema de flotación", y agregó que habría una participación marginal del Banco de México para moderar los movimientos especulativos o erráticos. Durante semana y media la divisa se vendió en 20.60 pesos. Luego, la nueva paridad se estableció en 19.90.
Aunque las cosas se iban desmoronando, presa de una mezcla de autismo y mesianismo, Echeverría se empeñaba en publicitar en el mundo entero su Carta de los derechos y los deberes económicos de los pueblos, y su corte de aduladores le auguraba, por lo menos, la secretaría general de la ONU. El glorioso futuro nunca llegó. Su sucesor lo mandó de embajador, a miles de kilómetros de distancia de la gente, que terminó por odiarlo.
De la abundancia a la miseria
Maduro, guapetón y con fama de enamorado, José López Portillo fascinó a propios y extraños. "šEste sí parece presidente!", comentaban sus admiradores en el encanto de los primeros años. Tenía dotes de orador y su discurso de toma de posesión estremeció a las multitudes. Sobre todo aquel párrafo que leyó entre sollozos: "A los desposeídos y marginados, si algo pudiera pedirles sería perdón por no haber acertado todavía a sacarlos de su postración, pero les expreso que todo el país tiene conciencia y vergüenza del rezago (...)"
Las palabras del nuevo presidente, que sellaron entonces la renovación de la esperanza, concluían con una palpitante arenga: "šSigamos haciendo la Revolución en la Revolución!"
Como si hubiese sido tocado por los dioses, José López Portillo gozó el México del boom petrolero. Con su voz y sus gestos de actor convocaba a los empobrecidos mexicanos a prepararse para administrar la abundancia. Aquí y allá se levantaban suntuosas obras, dignas de un país de ricos como el que México sería.
Muchos se convencían de la buena suerte del mandatario y la documentaban con su historia personal. Y es que López Portillo tuvo un vertiginoso ascenso en la gestión de su cuate Luis Echeverría. En sus memorias, él mismo hace un pormenorizado recuento de sus vínculos con aquél ųfue el primero en enterarse de que se casaría con María Esther Zuno y hasta le prestó 40 pesos para los preparativos de la bodaų y con singularidad dibuja, y con ello se dibuja a sí mismo, el periodo en el que fue escalando puestos hasta llegar a la Secretaría de Hacienda, y de allí a Palacio Nacional.
López Portillo ofrece minucias de las maratónicas sesiones de trabajo que su amigo el presidente encabezaba: "El que se impacientaba mucho en aquellas reuniones era Horacio (Flores de la Peña). Malhablado como es, recuerdo lo que había sufrido en una reunión para tratar el problema del limón. Decía: 'Y ahí estuvimos horas y horas, jode y jode con el puto limón'. Me hizo gracia la expresión que se convirtió en función definitoria de nuestro destino cuando a Los Pinos nos llamaban. Nos decíamos: ahí vas al puto limón".
Al mundano López Portillo le costaba mucho mantenerle el paso a su antiguo compañero de andanzas: "En Nuevo Laredo nos reunimos prácticamente todo el gabinete ųyo era director de la Comisión Federal de Electricidadų, estuvimos más de 14 horas tratando problemas fronterizos. Allí hice dos cosas: una, heroica, no ir al baño. Y lo logré, pero era tal la tortura que casi sólo en ello pensaba, de tal modo que mi interés sólo se concentraba en cada vez más breves periodos y cuestiones. Cuando finalmente fui al baño, hasta lagrimitas se me escapaban de los ojos.
"La otra, que hice a la mitad de la jornada, fue aprovechar que el secretario de Agricultura (Oscar Brauer Herrera) para practicar la flor de loto y concentrarse y aun ausentarse en yoga, se quitaba los zapatos. Le pedí al gobernador de Chiapas, entonces el doctor Manuel Velasco Suárez, que me mandara uno de los zapatos con una patada, y desde debajo de la mesa yo tiré a gol y el zapato quedó en la mitad del anfiteatro que hacían las mesas, muy serio y de lado, para desconcierto de los ignorantes y júbilo de los iniciados. Con ese mismo zapato realicé otras hazañas que no son para contarse."
No tuvo que transcurrir mucho tiempo para que se hiciera evidente que en muchas de las decisiones del presidente López Portillo había acentuados rasgos de frivolidad. Entre adulaciones, Miguel de la Madrid lo convenció de que su hijo José Ramón fuera subsecretario; a su hermana Margarita le encargó las políticas de radio, cine y televisión, y se comentaban con fruición los romances de don Pepe. Ciertos, algunos. Inventados, otros. Su mujer, Carmen Romano, rodeada de cortesanos, andaba por todos lados con su piano de cola y era centro de la maledicencia.
Las condiciones de bonanza ųcon base a las cuales se contrató deuda sin límite algunoų no eran eternas. El colapso se avecinaba. El presidente se resistía a aceptar que lo abandonaba la buena fortuna que hasta entonces lo acompañaba.
Casi dos décadas después, uno de sus más cercanos colaboradores ųtan lo era que pudo haber sido su sucesorų, Pedro Ojeda Paullada, describe aquella penosa situación de la siguiente manera: "México transitó del boom al glup para terminar en el crack petrolero".
Lo explica: "En el boom petrolero subieron los precios del crudo de 9 dólares el barril a más de 30. Pero luego vino el glup petrolero. El glup es una onomatopeya que quiere decir que nos atragantamos de petróleo, porque inteligentemente los países consumidores forzaron a los productores, entre ellos México, a producir más para bajar los precios, lo que trajo como consecuencia el crack e hizo impagable la deuda externa que se había adquirido, no sólo para México, sino para todas las naciones que vivían de ese ingreso
"El presidente López Portillo tuvo ingresos suficientes para sufragar una política expansiva, pero con el crack ya no los tenía. Fue muy difícil. Muchos gobernadores no entendieron qué estaba pasando ni supieron qué efectos tendría esa situación en la economía local. Pero aun así tuvieron mucho dinero, mucho más del que gastaron bien en los primeros años del sexenio de Miguel de la Madrid."
Las pillerías de sus colaboradores ocasionaron que el lema de campaña ų"La solución somos todos"ų pronto se parodiara: "La corrupción somos todos", se mofaban. Por eso, el candidato De la Madrid habló de la renovación moral de la sociedad como una de sus ofertas de gobierno. En el ocaso, López Portillo era víctima de aquella frase que empleó cuando despidió del país a Echeverría: "Romper para estabilizar".
Tuvo que pedirle a su amigo Jorge Díaz Serrano ųquien avizoró la crisis petrolera y sin consultar con nadie decidió bajar los precios del petróleoų que dejara la dirección de Petróleos Mexicanos. En agosto de 82, el país estaba en la bancarrota. "Problema de caja", lo llamó Jesús Silva Herzog cuando fue a Washington a tratar de gestionar financiamiento.
Para López Portillo, una de las pruebas fundamentales del presidente en turno era "el santo horror a la devaluación". Creía que presidente que devaluaba se devaluaba, y a pesar de sus pesares tuvo que devaluar. En el tramo final de su periodo, la fuga de divisas se calculó en 20 mil millones de dólares, el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos era de 5 mil millones de dólares, la deuda externa del sector público había aumentado más de tres veces y era de 58 mil 874 millones de dólares, y la inflación registraba un crecimiento acumulado de 417 por ciento. Eramos otra vez muy pobres.
En su último informe de gobierno, y como medida desesperada, López Portillo anunció la nacionalización de la banca. Se fue como llegó: entre sollozos. Y entre sollozos dijo, en aquella que fue su última presentación ante el Congreso de la Unión: "No vengo aquí a vender paraísos perdidos ni a buscar indulgencias históricas... Con toda honestidad intelectual vengo a cumplir con un compromiso: decir la verdad, la mía. Es mi obligación, pero también mi derecho... Ni todo lo ganamos ni todo lo perdimos".