Angel Guerra Cabrera
Luces y sombras
La devolución a Panamá el 31 de diciembre del Canal que lo cruza de un océano a otro, y la retirada, ya concluida, de las tropas estadunidenses de esa franja de territorio lleva una carga de luces y sombras.
Los latinoamericanos y el mundo podemos congratularnos de que termine una de las pocas situaciones coloniales remanentes en América y de que el usufructo y la administración de la vía acuática quede al fin en manos de sus legítimos dueños panameños.
Sin duda se rectifica una antigua y notoria injusticia histórica a la luz de la moral y el derecho internacional, con el reconocimiento de los derechos soberanos de un país pequeño y pobre por la más grande potencia del planeta.
Pero si los Tratados Torrijos-Carter y su definitiva concreción el último día de 1999 constituyen un raro ejemplo de lo que podría ser una relación de respeto e igualdad entre el vecino del norte y América Latina en el próximo siglo y milenio, hay hechos posteriores a su firma que hablan del resentimiento que dejaron en el seno de la potencia unipolar.
No es posible obviar la historia posterior a la rúbrica de los tratados.
Hubo intentos por desconocerlos del presidente Ronald Reagan, uno de sus acérrimos enemigos. Más tarde George Bush ordenó la injustificable e ilegal invasión, que costó cientos de muertos a la nación istmeña y un trauma adicional que todavía arrastra.
En contraste, la actual administración, aunque hizo un discreto intento de negociar con Panamá una prolongación de la presencia militar en territorio del Canal, pasa a la historia como la que ha cargado con el peso principal de la reversión de las instalaciones y --hay que decirlo-- ha honrado seriamente los compromisos adquiridos en los tratados. Ello le ha valido acres críticas de legisladores y medios conservadores a lo que consideran el "regalo" del Canal a la nación centroamericana, las que habrían motivado la inasistencia del presidente William Clinton a la ceremonia protocolar de traspaso para --con los ojos puestos en la candidatura presidencial de Al Gore-- no incomodar al sector de la opinión pública opuesto a la devolución del Canal. La ausencia del mandatario estadunidense fue recibida como un desplante en Panamá y es inevitable establecer un contraste entre ella y la valiente actitud de James Carter, que firmó los tratados a sabiendas de la impopularidad que le acarrearía en casa.
Una escalada reciente en numerosos espacios informativos, que revive los viejos argumentos sobre la presunta incapacidad de los panameños para administrar la vía acuática, muestran el persistente afán de perpetuar el control sobre el estratégico enclave por sectores políticos estadunidenses.
La negociación que condujo a acordar los tratados fue ardua y difícil, y tuvo que vencer muchos escollos, pero se desarrolló en un contexto político más bien favorable. Una ola de rebeldía nacionalista --de la que Omar Torrijos era uno de sus más altos y prestigiosos exponentes-- recorría América Latina y los países periféricos. En el mundo bipolar de entonces, Estados Unidos estaba obligado a tratar de neutralizarla, sobre todo en su esfera de influencia más cercana.
Por su parte, el carismático líder panameño había levantado a su pueblo y conseguido un vigoroso respaldo internacional a la demanda por la restitución del Canal, pero poseía la mezcla de firmeza y prudencia requerida para, de ser posible, lograrlo por vía diplomática y evitando enfrentamientos innecesarios e inútiles.
Aunque en medios conservadores de Estados Unidos siempre ha existido una importante corriente de rechazo a la reivindicación panameña, durante el periodo de Jimmy Carter ganó una ascendencia inusitada otra corriente de la política estadunidense --casi siempre arrinconada-- que trata de escuchar y entender a América Latina.
Fue una América Latina unida en torno a la demanda panameña, pero también el diálogo constructivo y la colaboración amistosa, culta y desprejuiciada que llegó a establecerse entre Carter y Torrijos, y entre importantes sectores de sus dos países, lo que habría vencido a la postre los formidables obstáculos que impedían al entonces inquilino de la Casa Blanca la restitución a Panamá de sus derechos sobre la Zona del Canal.
Es la renovación a futuro de un clima como ése lo que favorecería el más eficiente manejo del Canal por sus auténticos dueños. Panamá, un país que contra viento y marea se ha preparado responsablemente para ello, requerirá de paz, tranquilidad y de nuevo una gran comprensión de Estados Unidos y el apoyo de América Latina para cumplir con ese empeño.