Ť Atractiva programación de la OFCM
Este año, aniversarios de Copland, Weill y Sullivan
Juan Arturo Brennan Ť Con los mejores deseos de que la histeria milenarista termine pronto, y de que los falsos festejos dejen de ser utilizados como cortina de humo para ocultar temas y asuntos realmente importantes, abordemos las expectativas musicales en el 2000.
Si cada principio de año las perspectivas musicales (y culturales en general) en nuestro país suelen ser inciertas, con más razón en este incipiente 2000 de importantes procesos políticos. Entre el inevitable ajedrez burocrático que suele acompañar cada final de sexenio, la parálisis medrosa que suele aquejar a algunos suspirantes que sueñan con escalar puestos y prefieren no moverse, los rumores de recortes presupuestales en pleno año de campañas y otros imponderables, se hace particularmente difícil visualizar un posible panorama musical para los próximos doce meses.
A esto hay que añadir un dato de suma importancia: no hay, y no habrá pronto, música en la UNAM. Gracias a la incompetencia (o complicidad) gubernamental y a la cerrazón de las partes en conflicto, que fingen dialogar en un cacofónico concierto de intransigencias, uno de los dos polos de difusión musical más importantes del país lleva nueve meses de silencio.
Con el fin de 1999, se cerró el año conmemorativo de Chávez y Revueltas. Será necesario dejar pasar algo de tiempo para calibrar cuál fue el verdadero alcance de las celebraciones respectivas. Al menos, quedaron algunos hitos trascendentes, tanto en lo bibliográfico como en lo discográfico. Ojalá que, ya iniciado el 2000, Revueltas y Chávez no sean súbitamente olvidados por los músicos y las instituciones que tanto los festejaron durante el 99.
En el mismo orden de ideas, el año 2000 es quizá menos espectacular en lo que a efemérides se refiere, pero no deja de tener algunos centenarios dignos de ser explorados. (Nótese que, a falta de grandes nombres en el calendario, ya se mencionan las celebraciones por el 250 aniversario de la muerte de Bach. Para el caso, recordemos entonces los 357 años de la muerte de Monteverdi). No sería mala idea recordar a Aaron Copland, nacido en 1900. Creador de música interesante y atractiva, Copland ayudó a cimentar una identidad sonora propia en la música de concierto de Estados Unidos. También en 1900 nació Rodolfo Halffter, quien desde su llegada a México en 1939 dejó una huella importante y profunda en nuestro medio musical. El mismo año marca el nacimiento de Kurt Weill, cuyas colaboraciones de teatro musical con Bertolt Brecht tienen una significación singular que va más allá del sonido y la escena, ya que aluden a importantes temas sociales y políticos. No me atrevería a desear que se pusiera alguna obra de Weill en Bellas Artes; le queda mucho mejor un buen cabaret. Y en 1900 murió el compositor inglés Arthur Sullivan a quien, casualmente, también se recuerda por sus obras en colaboración. Las numerosas operetas compuestas por Sullivan con William S. Gilbert ocupan un sitio importante en la tradición teatral británica, pero no se antoja probable que en alguno de nuestros escenarios aparezca un día El Mikado o Los piratas de Penzance.
Además de las efemérides específicas, es inevitable en un año como este caer en la tentación del recuento; en este sentido, entre lo poco que se ha anunciado lo más atractivo sin duda es la programación de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, que dedicará cada mes de su programación del 2000 a una década específica de creación musical en el siglo XX. La empresa es ciertamente arriesgada y audaz, dado el perfil conservador de nuestro público, pero se trata de una temporada a la que bien vale la pena asistir porque es evidente que la selección de obras se ha hecho con un criterio abierto e incluyente, lo que permite la convivencia de algunos clásicos del siglo XX con partituras igualmente importantes pero poco conocidas, así como algunas novedades que se antojan muy atractivas.
Todavía no se han difundido datos ciertos y amplios sobre los planes musicales de otras instituciones para el 2000, pero no sería raro que en otros ámbitos (la ópera, otras orquestas y grupos, los festivales) surgiera también la idea del recuento y la revisión. En este sentido será especialmente interesante conocer, por ejemplo, el contenido de la programación del Foro Internacional de Música Nueva. No hay que olvidar que, dentro de doce meses, toda esa fascinante, variada y contradictoria avalancha de sonido a la que llamamos "música del siglo XX" se habrá convertido en música del siglo pasado.