Ť Pantallas gigantes trasmitieron los primeros amaneceres del año
El Zócalo, nave que viajó por el mundo
Mónica Mateos Ť El viaje mexicano hacia el 2000 se inició 19 horas antes. Gracias a la televisión, el mundo se hizo tan chiquito como un velero cruzando el mar y se pudo ver, casi entero, su rostro multicultural.
A las cinco de la mañana del último día de 1999, cuando "el Sol del viernes" apenas iba a despedirse de la capital azteca, llegaron aquí las primeras imágenes provenientes de las islas Fiji, tocadas en ese instante por el amanecer del sábado. En el Zócalo, pantallas colocadas alrededor del asta bandera mostraron un grupo de mujeres regordetas bailando en la playa, cubiertas por grandes hojas verdes y coronadas por flores blancas. Sus inmensas sonrisas serían el preludio de la apoteósica fiesta global.
A esa hora, un par de despistados presenciaron en la Plaza de la Constitución lo que también se podía en Canal 11: el tumultuoso despertar del mundo. La gran plancha capitalina lucía ese toque de desamparo que le pintan las madrugadas, mientras los técnicos encargados de las recepción de la señal de televisión internacional se afanaban en corregir las fallas de audio.
Otra cosa sería en la tarde, cuando a las 16:00 horas empezó oficialmente la celebración organizada por el gobierno federal, titulada Del siglo XX al tercer milenio. Centenas de personas "invadieron" el Centro Histórico y accedieron al Zócalo, luego de pasar retenes donde se revisó meticulosamente que nadie "introdujera" a la plaza bebidas alcohólicas o armas.
Portando sus ''lentes del 2000'' muchos buscaban un buen lugar donde acomodarse frente a las pantallas para presenciar ''en vivo vía satélite'' la llegada del nuevo año a Europa y Africa. Voltear hacia las ''telesotas'' obligaba a detener la mirada en el cielo abrumadoramente azul de la última tarde capitalina de 1999.
Un viento terso jugueteaba con la bandera tricolor cuando se proyectaron imágenes desde Sudáfrica: Nelson Mandela entrando a una celda y encendiendo una vela blanca justo debajo de la ventana de ese lugar donde pasó tantos años. La emoción estaba convocada.
E invadió facilito a los presentes cuando se escucharon las cuentas regresivas y los estallidos de júbilo por el recién nacido 2000 en Grecia, Finlandia y Estonia. A las cinco de la tarde hora de México, desde Amsterdam llegó al Zócalo la canción Imagine. Luego el embeleso: la Torre Eiffel de París estallando en luz, el Papa echando una bendición en Roma, un enorme reloj de arena en Ginebra iniciando la cuenta de los primeros segundos del Año Nuevo, los madrileños con gorro y hasta el ídem brincoteando en la Puerta del Sol, Berlín, Viena, Copenhague...
"šFeliz Año Nuevo, Europa!", dijo uno de los comentaristas. Y en más de uno de los presentes se quedó girando otra de las frases que resonaron en la Plaza de la Constitución: ''como en una sola nave, estamos viajando por el tiempo''.
Para despedir al Sol del 99 ''mexicano'' ųy obsequiárselo unas horas al océano Atlántico, nomás en lo que se transformaba en "el primer Sol del 2000" en Américaų, en el corazón de la ciudad de México se organizó un concierto de ecos "para exorcizar angustias y miedos".
Coordinado por el músico valenciano Llorenc Barber, el recital incluyó las 28 campanas de la Catedral Metropolitana, las cuales revolotearon durante una hora con los sonidos provenientes de 13 quintetos de metales (ubicados en los techos y balcones circundantes), de cuatro bandas militares (colocadas una en cada esquina de la Plaza), y cuatro grupos de percusión prehispánica con caracolas.
Para algunos fue un caos sonoro sin chiste, para otros un fluir de murmullos vaporosos para saborearse y descubrirse poco a poco mientras se caminaba.
En pantalla, el Sol se extinguía en el poniente de la ciudad, el Iztaccíhuatl se cubría de noche y el Zócalo era invadido por más de 700 músicos, bailarines, acróbatas y performanceros que entraron en desfile por las cuatro esquinas de la Plaza.
De las 18:00 a las 20:00 horas, el primer cuadro del Distrito Federal se transformó en un carnaval que albergó pedacitos de casi todas las voces y las caras del arte producido de este lado del planeta. Los seres creados por Rufino Tamayo, María Izquierdo, Frida Kahlo, David Alfaro Siqueiros, Francisco Toledo, José Luis Cuevas y Diego Rivera, convertidos en mojigangas, se mezclaron con payasos, estrellas y globos, chapulines y sandías, tehuanas y huapangueros, dragones y ángeles, conejos mágicos y juguetonas ''catrinas''.
La bandera arco iris, símbolo de la comunidad gay, enarbolada por el grupo de danza contemporánea La Cebra, fue la primera en llegar al escenario central, donde giró sobre los cascos de los soldados que resguardaban el orden y que, contagiados por la fiesta, echaron relajo con los artistas al ritmo de El sauce y la palma y demás música de tambora. Para algunos fue un caos visual sin chiste, para otros, un fluir de la tolerancia y la diversidad mientras continuaba la cuenta regresiva para escuchar: "šfeliz Año Nuevo, México!".