Luis Hernández Navarro
Sabadazo vaticano
El sabadazo, pieza clásica de la política y la justicia mexicana, que consiste en ejecutar acciones legales drásticas de manera sorpresiva en la víspera del fin de semana para evitar la respuesta de los afectados, también se practica en el Vaticano. Este 30 de diciembre, en contra de todas las señales enviadas previamente desde la sede del poder pontificio, el dominico Raúl Vera fue nombrado obispo de Saltillo por el papa Juan Pablo II.
Hace cuatro años arribó Raúl Vera a Chiapas como obispo coadjutor de la diócesis de San Cristóbal. Políticamente conservador, el hoy obispo de Saltillo vivió al entrar en contacto con las comunidades indígenas una acelerada conversión similar a la sufrida por el presidente de la ex Conai. En lugar de pretender tomar de inmediato las riendas de la diócesis, Vera López optó por conocer de primera mano la realidad de sus feligreses. Rápidamente padeció las consecuencias de su compromiso con la solución de la problemática local: el grupo paramilitar Paz y Justicia lo amenazó de muerte, y el gobierno federal lo presionó por sus denuncias sobre la responsabilidad oficial en la masacre de Acteal.
Llevado infructuosamente a San Cristóbal para hacer contrapeso y servir de remplazo de Ruiz García, el coadjutor se convirtió para el gobierno mexicano y la jerarquía católica más conservadora en un estorbo para sus planes de restauración autoritaria en la región. Emprendieron entonces una vasta operación de cabildeo político para evitar que el dominico ejerciera el derecho de sucesión. Onécimo Cepeda, obispo de Ecatepec, una de las piezas claves en la relación entre la Iglesia católica y el gobierno de Ernesto Zedillo, anticipó, el pasado mes de octubre, el éxito de su empresa: Vera --dijo entonces-- sería nombrado obispo de Saltillo. Sus palabras se hicieron realidad.
La salida de Chiapas del coadjutor muestra el grado de convergencia que se ha trabado entre el grupo de jerarcas católicos cercanos al antiguo nuncio Girolamo Prigione y el gobierno mexicano. Participan de manera visible en este clan: Javier Lozano, Norberto Rivera, Sandoval Iñiguez, Emilio Berlié y Onécimo Cepeda.
México es, en la lógica geopolítica vaticana, un espacio estratégico. Como una de las naciones con mayor población católica en el mundo es, simultáneamente, un puente entre el norte y el sur, y una bisagra entre Estados Unidos y el resto de América Latina. Esta relevancia ha propiciado que la diplomacia pontificia esté particularmente interesada en mantener buenas y estrechas relaciones con el gobierno mexicano. Simultáneamente, ha permitido que un grupo de obispos mexicanos, sensible a los requerimientos del poder y a la política desde arriba, tenga dentro de Roma más influencia que nunca.
En el Vaticano coexisten, simultáneamente, un Estado y una institución religiosa. Las lógicas y prioridades que regulan ambos mundos no son siempre los mismos. Quienes dan preminencia a la lógica estatal son mucho más sensibles a las coyunturas políticas y las relaciones diplomáticas que quienes privilegian la función religiosa de la institución. Son, por lo tanto, más influenciables por otros actores estatales. En las relaciones con el gobierno mexicano ha ganado terreno una política pragmática de corto plazo.
Aunque formalmente la decisión de trasladar a Vera a Saltillo fue tomada por el Papa sobre la base de una propuesta del prefecto para la Sagrada Congregación de los Obispos, en ella tuvo una enorme influencia Angelo Sodano, secretario de Estado Vaticano. En Roma hay un vacío de conducción papal en el gobierno de la institución. El pontífice está enfermo y ha dedicado sus mayores esfuerzos a ejercer el Ministerio de la Palabra. La curia, con Sodano al frente, se ha hecho cargo de la política práctica de la institución. Y el grupo de obispos y cardenales mexicanos conservadores han logrado tener en ese espacio una importancia creciente.
De nada valió que el presidente del Episcopado mexicano Luis Morales, arzobispo de San Luis, defendiera el derecho de sucesión de Vera. Tampoco el apoyo del nuncio Justo Mullor.
Aunque el sabadazo vaticano, según la Santa Sede, responde a "razones puramente eclesiales", tiene profundas implicaciones políticas e incrementará las dificultades del proceso de paz en Chiapas. Con él se fortalecen las posiciones más conservadoras dentro del clero mexicano y se debilita la función de mediación social que desempeña la diócesis de San Cristóbal en el conflicto armado.