La Jornada viernes 31 de diciembre de 1999

Andrés Aubry
La paz y la sucesión episcopal en Chiapas

La actualidad eclesiástica en Chiapas ya puso su primera ficha para relativizar el sexto aniversario del primero de enero. El Vaticano acaba de dar un gusto al coordinador del diálogo Rabasa (con su tesis de "las redes de base establecidas en la diócesis durante treinta años de trabajo en relación a la teología de la liberación". La Jornada del 6 de mayo, 1999, p. 19) y a Krauze ("el Ejército catequista de liberación nacional").

Si la paz está en peligro, el responsable no es tanto el EZLN cuanto el giro que ha tomado la diócesis. En la antevíspera de Acteal, un mando paramilitar (hoy en Cerro Hueco), en palabras inspiradas, pregonaba en la bocina de Los Chorros: "escuchen bien: no hay tal Marcos, Marcos no existe, es el Samuel, y aquí está su pukuj (demonio vocero): Chanteau" (el párroco del pueblo). Las primeras víctimas fueron Las Abejas, expresión de la voz diocesana; la segunda Miguel Chanteau, hoy expulsado. Después de muchas otras, la última es otra vez la diócesis con el reciente nombramiento de fray Raúl Vera.

Pese a las precauciones oratorias del boletín de la nunciatura, sus justificaciones preventivas --para evitar juicios que podrían afectar negativamente a don Samuel y a don Raúl-- no evitarán que la opinión pública las interprete como la remoción de un primer ladrillo en la "desconstrucción" del samuelismo. El nombramiento del segundo a Saltillo es el primer acto de una secuencia; faltan todavía los demás para saber si estamos en presencia de una medida diplomática de la curia vaticana para calmar la agresividad de sectores inconformes con el proceso diocesano, o si de plano se trata de la puesta en marcha de una estrategia para impedir metódicamente la continuidad de este proceso.

Hace 40 años, Chiapas podía ser una diócesis de segunda: tierra incógnita olvidada del territorio nacional. Hoy, después de cuatro décadas de don Samuel, Chiapas y su diócesis cobran relevancia porque se convierten en caja de resonancia de los problemas del país, de la Iglesia postconciliar y postMedellín, y hasta del mundo por las exclusiones no resueltas en las viejas democracias. En noviembre de 1993, cuando el nuncio Prigione exigía la renuncia de don Samuel, el obispo aclaraba en una homilía en catedral: "el problema no radica en mi persona; lo que pasa es que hoy la transición a la democracia pasa por Chiapas". Esta, como lo repitió la Conai, es el verdadero nombre de la paz. Obstaculizar la continuidad diocesana es poner trabas al proceso de paz.

Esta paz no es el fin de las hostilidades como lo prueba la vida cotidiana en los países que la firmaron en El Salvador y Guatemala, sino el fruto de un proceso; no para tomar el poder sino para reconstruirlo con justicia y democracia. Resolver el conflicto es ir a sus causas, estas causas.

Para generar este proceso, en cuatro décadas don Samuel administró su diócesis escuchando, enseñó a detectar "los signos de los tiempos" aprendiendo de sus bases, dinamizó y cristalizó fuerzas colectivas, reconcilió la fe y la lucha por la justicia porque atender al prójimo es entender que nadie resuelve sus problemas si no resuelve los de los demás. Ofreció las armas pacíficas de los derechos humanos, fundadores de las viejas democracias, enriqueciéndolos con derechos colectivos y el derecho a la diferencia, fraguado en la pluriculturalidad, inculcando el anhelo de una nueva sociedad creadora de procesos renovadores preñados de un nuevo país.

La paz y la resolución del conflicto pasan por la sobrevivencia de estos actores: la sociedad civil, los movimientos populares, las organizaciones indígenas, las fuerzas colectivas, las energías eclesiales, una Iglesia servidora y plural en diálogo con todos: mediadora, reconciliadora, autóctona, dinamizadora. Si la sucesión episcopal pone en peligro la continuidad, las principales víctimas de la guerra en curso, serán los agentes del proceso, los constructores de la paz.

Al interrumpir una sucesión preparada con don Raúl, pese a las "interpretaciones negativas" que no faltaron en sus inicios, reflexionada, aceitada, comprometida, garantizada, Ƒha evaluado la curia romana los riesgos, por desautorización, desmoralización o represión de los afectados? ƑCómo se justificará después de las primeras redadas o muertes de pobres, de indígenas, de luchadores sociales, de catequistas?

Jerarquizando los problemas lo esencial no es tanto quién suceda a don Samuel, sino cómo garantizar la transición. El 16 de diciembre, don Samuel rompió su largo silencio afirmando: "de no darse la continuidad en el proceso diocesano tememos que esto entorpecería el proceso de paz y golpearía aún más a las comunidades, con riesgo de su vida".