La Jornada miércoles 22 de diciembre de 1999

Bernardo Bátiz Vázquez
Cuauhtémoc, otra vez

El sábado pasado, nuevamente pudimos ser testigos de la concentración de una gran multitud, más de 50 mil personas, alrededor del candidato de la Alianza por México, Cuauhtémoc Cárdenas, quien ante los partidos que lo postulan, protestó cumplir como candidato y después como presidente, los postulados y principios de la plataforma política de esa coalición.

El acto multitudinario tuvo algunas fallas de estrategia y organización, pero, a cambio, dos hechos que constituyen aciertos indudables y que son las primicias de una campaña a fondo, que pone en tela de juicio la veracidad de las encuestas amañadas que lo ubican como el candidato más débil, para dar a la ciudadanía una opción real de cambio.

Uno de estos hechos, palpable y sin discusión posible, es la capacidad de convocatoria; difícilmente otro candidato, en los inicios de una campaña, antes de que ésta se caliente y tome vuelo, puede reunir a tan gran número de personas. Se vio que, a pesar de la disidencia de Porfirio Muñoz Ledo y del carácter tan reñido de algunas diferencias en el seno del PRD, la figura de Cuauhtémoc vuelve a ser el punto de unión y la garantía de éxito. El lema "unidos somos mayoría", se hizo palpable en la concentración de tanta gente en una campaña que apenas se inicia y no tan bien planeada ni tan bien organizada como fuera de desearse. La presencia de la gente superó las expectativas del mismo equipo de campaña y es señal de lo que puede venir.

El otro hecho, digno de mención, lo constituyen los discursos de los dos únicos oradores del acto: Andrés Manuel López Obrador, candidato a gobernar el Distrito Federal, y el mismo Cuauhtémoc.

El primero, con indudable presencia y vocación de dirigente político, continuando con una tradición de líderes mexicanos populares, dijo un discurso claro, sin ambigüedades y demostró que es hombre de lucha, que no promete ni hace demagogia y que conoce la hospitalaria e inmensa ciudad que pretende gobernar y sus problemas.

Cuauhtémoc retomó su papel de dirigente sui generis, distinto a los políticos convencionales, que no "actúa" según un libreto de sus publicistas y expertos en imagen, sino que es él mismo en la tribuna y que la larga e incansable tarea que se impuso a sí mismo, de lograr la democratización real y a fondo de este país, le ha dado una clara visión de los problemas básicos, estructurales que hay que resolver y de cuáles son las medidas a tomar para que un cambio de personas y equipos en el gobierno sea también un cambio de rumbo.

Señaló que la lucha política que se inicia es una confrontación entre dos concepciones encontradas de país: por un lado, la neoliberal, entreguista y beneficiadora de los ricos que proponen PRI y PAN, los dos partidos del sistema; y por otra, la propuesta del PRD y sus aliados: nacionalista, democrática y en busca de una mayor igualdad de los mexicanos.

Como propuestas centrales, según mi apreciación, presentó tres: la conservación en manos de México de las áreas estratégicas de la economía, en especial la energía eléctrica y el petróleo; el rescate de las fortunas mal habidas durante los gobiernos anteriores, y que no es otra cosa que el combate a fondo en contra de la corrupción y la impunidad; y finalmente, el acento en la educación gratuita en todos los niveles como instrumento inapreciable e indiscutible de justicia social.

Sin revivir viejas polémicas acerca del sentido o contenido de la educación, el candidato de la Alianza por México rescató una bandera que el PAN abandonó hace tiempo y que es el centro de nuestras carencias y nuestros defectos, y la causa de nuestro atraso. Sin educación, sin buenas escuelas, sin maestros bien pagados, sin instrucción generalizada para el trabajo, el civismo, la convivencia en paz; sin la educación para estrechar los lazos sociales entre los mexicanos, la prosperidad económica y el cambio político no serán sino aparatos y sistemas que beneficiarán a unos pocos. La igualdad y la justicia, indispensables para la democracia real, con adjetivos, se deben alcanzar por medio de la educación de calidad para todos. Cuauhtémoc, otra vez, puso el dedo en la llaga; señaló el problema básico de México y ofreció, desde su gobierno, destinar recursos y trabajo para solucionarlo.