La Jornada lunes 20 de diciembre de 1999

Elba Esther Gordillo
La esclusa de Miraflores

Que Panamá recobre la soberanía del Canal, construido en los inicios del presente siglo y expresión categórica de la idea colonialista de poder, deja muchas lecciones a los países que, como el nuestro, reclaman ser parte de la globalidad, pero sin perder ninguno de sus rasgos esenciales.

Los Tratados Torrijos-Carter son el inicio de la nueva estrategia de Estados Unidos para entender la corresponsabilidad desde la perspectiva de la igualdad, por ser la colonialista en que la supeditación era el resultado del uso de la fuerza; estrategia que se basó, desde entonces, en impulsar la democracia al interior de cada país como única vía para que la cosmovisión dominante fuera compartida y la perspectiva fuese de largo plazo.

Aunque la mayoría de los senadores estadunidenses que votaron a favor de dichos tratados fueron derrotados en las elecciones subsecuentes, que el propio presidente Carter fracasó en su intento de relección, justamente porque se argumentó que se mostró débil ante una nación en franca desigualdad, y que el general Torrijos perdió la vida en un accidente aéreo, que se prestó a la especulación acerca de sus orígenes, la propia ceremonia de entrega del Canal demuestra que la estrategia fue correcta.

Mireya Moscoso, actual presidenta de Panamá, y a quien tocó el cumplimiento de los acuerdos firmados 22 años atrás, es la viuda de Arnulfo Arias, quien fue depuesto en 1968 con el golpe militar que encabezó Torrijos.

Es la democracia el mejor de los blindajes ante los retos de la globalización, ya que es la vía por la que cualquier nación demuestra su madurez política y la solidez de sus instituciones, condiciones esenciales para enfrentar con éxito los retos que surgen de lo externo.

La segunda lección es que, sin negar la profunda modificación de los paradigmas sociales impulsada por el proceso de interdependencia, los pueblos siguen defendiendo su razón fundacional sustentada en el nacionalismo.

Panamá vivió más de un siglo siendo vínculo entre culturas, sirviendo de monumental puente que era cruzado diariamente por las más diversas economías y, sin dejar de recibir múltiples impactos en todos los órdenes, no cambió sus rasgos esenciales que le permiten verse y entenderse como una nación soberana.

La tercera lección es que los líderes, cuando en verdad lo son, tienen una distinta perspectiva para ver los problemas y enfrentar los retos.

Omar Torrijos se propuso una tarea de gigantes que tomaría más de 30 años culminar, que requirió de todo un despliegue de habilidades para leer correctamente el contexto mundial y la posición que las naciones jugaban en él; para hacer de la esperanza el gran motivador del impulso social; para entender que la política debe combinar lo posible con lo deseable y estar dispuesto a que otros sean los que cosechen.

Cuando en 1977 expresó que el presidente Carter "se tiró sin paracaídas en el escenario de la historia", estaba diciendo que la única vía para cambiarla es no tener más referentes que aquéllos que surgen de las razones profundas de la historia, la verdadera argamasa de los pueblos.

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