La Jornada lunes 20 de diciembre de 1999

León Bendesky
Malthus y la política

La temporada presupuestal se ha convertido en un momento especial del año para el forcejeo político entre los partidos. Esto pone en evidencia la forma en que funciona la competencia en el sistema político del país, que después de una aparente apatía legislativa durante buena parte de los periodos de sesiones, tiende a concentrarse en el debate sobre la asignación de los recursos públicos que inicia hacia mediados de noviembre. Pero también indica, y de modo más importante, que el presupuesto federal se mantiene como una práctica de corto plazo y no se convierte en un instrumento de planeación y gestión económica que logre ampliar de modo claro el horizonte de acción de los distintos participantes. El Congreso, por ejemplo, no ha debatido leyes que modifiquen la situación en que se desenvuelve la gestión estatal, como es el caso de la reforma fiscal. Así, el presupuesto acaba siendo, necesariamente, una forma de cerrar contablemente las cuentas del gobierno en un entorno de disputas por el destino de los fondos que termina en cambios que suelen ser sólo marginales.

En este presupuesto para el año 2000 que debe terminar de aprobarse en los próximos días, se han reproducido los escenarios de fricciones referidas a las partidas de los gastos y, ahora, una serie de acomodos políticos, algunos de los cuales son bastante sospechosos. En general, todo el asunto de las finanzas del gobierno está sometido a una meta de déficit público establecida de antemano y a la que tienen que ajustarse las erogaciones. Algunos sostienen que es el propio mercado ųcon lo que se quiere decir los inversionistasų el que impone esa llamada "disciplina fiscal", pero ella proviene preferentemente de la fuerte restricción de los ingresos públicos, sobre todo los derivados de los impuestos y provocada por la ya larga pasividad de la política económica en este terreno. En este sentido es falso hablar de la salud de las finanzas públicas, y una revisión apenas somera de su estado indica que el próximo gobierno, quien sea el que lo encabece, habrá de emprender un profundo ajuste fiscal.

El presupuesto federal tiene, entonces, límites muy evidentes. El principal surge de la fragilidad tributaria, ya que la carga que representan los impuestos es apenas superior a 10% del producto, cifra muy reducida en comparación con los países de similar grado de desarrollo y, por supuesto frente a los países del grupo de la OCDE. Mientras esta limitación no se supere la política fiscal seguirá siendo parcial en cuanto a su contribución a la fortaleza de la economía y a la generación de un crecimiento estable y sostenido. Y seguirá generando un falso debate en cuanto a las funciones que el Estado debe desempeñar en la economía. El bajo déficit público podría alcanzarse con mayores ingresos, suficientes para realizar un mayor gasto en inversiones y en la política social. Otra limitación presupuestal es el peso financiero que significa el IPAB y el saneamiento del sistema bancario. El asunto de los bancos está lejos, todavía, de acercarse a una resolución y los costos derivados del modo en que se decidió administrar la crisis de 1995 serán aún muy elevados por muchos años. La restructuración del sistema financiero es una condición necesaria no sólo para recuperar la capacidad de gestión de los recursos públicos sino para establecer los circuitos del crédito en la economía. Estas son las condiciones que mantienen altas las tasas de interés.

En términos políticos el debate de este presupuesto fue particularmente interesante por ser el que habrá de aplicarse en el año de elecciones federales. Las alianzas que se han establecido entre las fracciones parlamentarias son producto de la discrecionalidad que mantiene el gobierno para el uso de los recursos. Mientras que toda propuesta que afecte el déficit fijado por Hacienda es rechazada por el PRI, se encontraron sin dificultad los mil millones de pesos para Tabasco cuando Roberto Madrazo volvió a la gubernatura de ese estado. Otras alianzas solo parecen explicarse por negociaciones poco claras con respecto a la contraparte que se ofrece por los votos. Después de la alianza electoral del PT con el PRD, el primero de ellos pretende pactar con el PRI la aprobación del presupuesto en un movimiento que sólo puede desconcertar a los votantes. Este año, el debate sobre el presupuesto federal volvió a dejar la imagen de lo que podría verse como la Ley de Malthus aplicada a la política y que diría que los estímulos de la política aumentan en progresión geométrica, en tanto que la misma política solo lo hace en progresión aritmética.