Ť Víctimas permanentes de la colonización
Jóvenes saharauíes: una esperanza de paz en el exilio
Ť La lucha en el futuro tiene que ser con la mente, afirman
Claudia Herrera Beltrán /II Ť Por la bella malfha ųtradicional túnica que usan las mujeres árabesų que viste Fidailla Hamdi, es difícil imaginar que se trata de una estudiante de medicina con media vida de exilio en Cuba.
Su otra media vida ha transcurrido en la República Arabe Saharaui Democrática, pueblo del Magreb ocupado desde hace casi un siglo por Marruecos y que exige su independencia; primero lo hizo con las armas y ahora con un pacífico referéndum.
El mejor recuerdo que la mujer de delicados rasgos y de piel cobriza guarda en diez años de lejanía de su madre y de sus tres hermanos es de 1998, cuando por unas semanas pudo estar en su tierra. Entonces, iba ilusionada en participar en la consulta que los saharauíes reclaman para definir si se independizan o se integran a Marruecos, y que en diez años se ha aplazado en varias ocasiones por la oposición marroquí. Aun así, Fidailla no pierde la esperanza de poder vivir en un ''techo común con mis hermanos''.
Su voz a veces suena nostálgica, pero predominan las expresiones combativas y esperanzadoras. Como las de sus cuatro compañeros que también platicaron con La Jornada durante la Cumbre Mundial Jóvenes por una Cultura de Paz en el Umbral del Nuevo Milenio, que se efectuó a fines de noviembre en Oaxtepec, y que fue la oportunidad para conocer las perspectivas de paz de jóvenes provenientes de países que han padecido o enfrentan conflictos militares.
Víctimas permanentes de la colonización, los saharauíes han estado bajo el dominio francés, español y marroquí. Su lucha por la independencia se remonta a 1898, cuando fundaron una Ciudad Santa que fue incendiada por los franceses, y se extiende en la actualidad con el Frente Popular para la Liberación de Saguia El Hamrá y Río de Oro (el Frente Polisario), que desde 1973 reclama la libertad de Marruecos y en 1976 proclamó la república con gobierno provisional en Argelia.
Los saharauíes llevaron a la reunión de jóvenes una exigencia por la paz, compartida por muchos de los participantes que en años recientes han vivido la guerra, pero sus reflexiones deslizan aún mayor incertidumbre que las de sus ''hermanos del mundo'', quizás porque en su país las armas se guardaron a partir de las negociaciones de 1990, pero la tregua ''es frágil'' porque todavía no alcanzan su independencia, pese a que más de 76 países los reconocen como nación.
Planes sin resultados
Están hartos, pero se han acostumbrado a planes de paz sin resultados y a un referéndum de autodeterminación, como el que promovió la ONU, cuyos acuerdos hasta ahora son ''letra muerta'' para el gobierno de Marruecos. ''Son maniobras y estamos preparados para enfrentar los obstáculos'', afirma Hamdi Sennima, un beligerante joven que desde su adolescencia ha escuchado la promesa de un referéndum que no llega para este pueblo de más de 280 mil habitantes.
Orgullosos, porque junto con Guinea Ecuatorial son los únicos países de Africa que hablan español, los cuatro jóvenes entrevistados dicen que se sienten más cerca de América Latina que de sus vecinos africanos o europeos. Y es que Cuba y Argelia, que cada año regalan centenares de becas a los saharauíes, se han convertido en su ''única alternativa'' para continuar sus estudios.
A decir de Lima Beyuba, estudiante de derecho en Cuba, los muchachos que no emigran tienen como opciones permanecer en los inhóspitos campos de refugiados en pleno desierto, dejar sus estudios truncos o quedarse en el frente de batalla. Separada de la ''dura vida del desierto'', Lima no olvida los sacrificios de muchos jóvenes saharauíes que se quedan en el Magreb, separados de sus familias por una muralla que construyó Marruecos y que hasta hace unos años estaba plagada de campos minados y de sensores electrónicos, o que viven en cualquiera de los cuatro campos de refugiados de Argelia.
La muerte parece un signo ya entendido entre ellos: ''Cuando tenía seis años, mi papá murió'', dice Hamdi Sennima. ''A mí se me murieron tres tíos en la guerra'', cuenta Fidailla; ''Un tío murió en la guerra del 75'', explica Lima Beyuba.
Con ansias de paz y la carga de sus muertos, sin embargo, los hombres saharauíes no piensan mucho cuando se les pregunta si estarían dispuestos a tomar las armas de nuevo: ''El asesinato de mi padre para mí fue un dolor, pero prefiero morir y que todos los jóvenes nos quedemos en una tumba, para que quien nos visite diga: fue un pueblo que murió luchando y que no se rindió''.
Pero el pensamiento de Hamdi no lo comparten las mujeres que forman parte de esta delegación, quizás la más fotografiada por la solidaridad que provoca su posición política y hasta por sus preciosos trajes. En esta diferenciación de la perspectiva masculina y femenina, la estudiante de economía Fatimeta Larabas defiende que la lucha en el futuro tiene que ser con la mente. ''Hay que luchar con inteligencia. Si el niño se instruye desde pequeño, si aprende, no tiene por qué haber guerras, la guerra está en la ideología''.
Alejados de su tierra, con sus familiares esparcidos, unos viviendo en los campos de refugiados y otros en territorios ocupados por los marroquíes, los saharauíes no odian a los que podrían ser considerados sus opresores, porque para ellos los culpables son los gobiernos, no la gente del pueblo. ''Nosotros no podemos odiar a ningún ser humano. En la guerra, nuestros padres han apresado a marroquíes y les han preguntado por qué luchan contra nosotros si somos hermanos; ellos responden que de no hacerlo, se mueren de hambre'', expresa Lima Beyuba, estudiante de derecho en Cuba.
Los verdaderos culpables son los gobiernos, insisten. Señalan a la monarquía de Marruecos y a sus aliados: Estados Unidos e Israel. Hamdi, ataviado con su darra ųtúnica masculina árabeų, cree que la solidaridad internacional es la que los puede liberar. ''Pido al ACNUR, a la ONU, a la Cruz Roja Internacional que nos ayuden, nosotros también los podemos ayudar porque no vamos a ser una potencia en contra, vamos a ser un pueblo más que quiere vivir en paz''.