EL TONTO DEL PUEBLO Ť Jaime Avilés
Gurría y La ley de Herodes
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Chiapas: los mecánicos del general Uribe. El sábado 27 de noviembre, mientras Mary Robinson visitaba los Altos de Chiapas, el general Uribe, mando del Ejército Mexicano en Guadalupe Tepeyac, despachó la mayor columna de combate que se recuerde hasta ahora, compuesta de 55 vehículos ųde transporte de tropas, anfibios tipo Hummer, tanquetas, jeeps sanitarios y de radiocomunicaciónų con unos 450 soldados a bordo. Dos kilómetros antes de llegar a La Realidad, una tanqueta de la vanguardia se descompuso en la bajada. Cierto o falso el pretexto, los uniformados saltaron a tierra y permanecieron allí durante 72 horas en estado de alerta. Esa fue la más dura respuesta del presidente Zedillo a la titular del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Derechos Humanos.
De regreso a San Cristóbal, los testigos presenciales que relataron al tonto del pueblo esa hazaña de la diplomacia mexicana fueron interpelados por el propio general Uribe ante el cuartel de Guadalupe Tepeyac. "Ustedes ųles dijoų están con los extranjeros que apoyan a los traidores encapuchados para quedarse con las riquezas de este país". Una persona, tan mexicana como el animoso oficial, respondió: "Con todo respeto, para quedarse con las riquezas del país, los extranjeros van a Los Pinos, hablan con el gabinete, reparten un poco de lana y ya está". Al proseguir su camino hacia Las Margaritas, los viajeros fueron detenidos en ocho retenes del Ejército, en una ruta de 120 kilómetros y una zona donde los indígenas rebeldes pronto cumplirán seis años pidiendo paz justa y digna sin disparar.
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Gurría y Espinosa, contra la pared. El país aguarda la inmediata renuncia de los secretarios de Hacienda y Turismo porque, en plena juventud, se autoasignaron pensiones de jubilación absolutamente inmorales; porque al ser descubierto el escándalo no renunciaron a ellas, sino que prefirieron donarlas a instituciones de caridad pública administradas por sus familiares más cercanos; porque el monto de sus compensaciones ha caído como un escupitajo en el rostro miserable y desesperado de nuestros abuelitos, y, lo que es ya el colmo supremo de todos los colmos, porque nunca pagaron los impuestos correspondiente para merecerlas.
Como secretarios del jefe del Ejecutivo, José Angel Gurría y Oscar Espinosa Villarreal perciben un sueldo de 161 mil pesos al mes (un millón 932 mil anuales). Aparte cobran bonos trimestrales cercanos a 300 mil pesos (un millón 200 mil por año), más vales de gasolina, viáticos exorbitantes y otros apoyos. Puesto que todo les parece poco, Gurría añade a sus caudales una pensión de 48 mil 200 pesos al mes (658 mil 400 al año) y Espinosa Villarreal una más modesta de 13 mil 318 (159 mil 816). Si los números no mienten, el titular de Hacienda se embolsa anualmente por lo menos 3 millones 794 mil 400 del águila, mientras que el de Turismo se lleva 3 millones 291 mil.
Una investigación de la Cámara de Diputados reveló el jueves que desde 1993 Gurría y Espinosa no han pagado un quinto, según lo ordena la ley, al fondo de pensiones de Nacional Financiera, afectando de paso a los mil 185 ex funcionarios y ex empleados de esa dependencia que se benefician del mismo, con pensiones raquíticas de 550 pesos a la semana, 2 mil 200 al mes o 26 mil 400 al año... Lo que nadie ha dicho hasta ahora es que Gurría y Espinosa, entre otros, ganan casi 4 millones de pesos anuales por mantener una política destructiva que no ha servido sino para duplicar el número de pobres de este país, que en 1994 eran 40 millones y hoy son 80 millones, según el Banco Mundial.
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Ley de Herodes. Antes de entrar en materia, sugiere el tonto del pueblo, convendría explicar a los lectores que viven fuera de México y del castellano que se habla en este país, qué significa entre nosotros "la ley de Herodes", enunciado temible que simplemente nos anuncia una fatalidad: "O te chingas o te jodes". Tal parece ser la divisa que el nuevo PRI se dispone a aplicarnos a 100 millones de mexicanos que estamos hartos de ese partido. Pero es también el nombre de una película censurada que esta semana, en pleno Coyoacán, nos ayudó a sentirnos como en Polonia poco antes del golpe militar de 1981.
La noche del pasado martes, ante la jubilosa exhortación de Jesusa Rodríguez, acudí a la Cineteca Nacional para ver, en efecto, La ley de Herodes, cuarto largometraje del cineasta Luis Estrada, escrito en colaboración con el periodista Vicente Leñero, ex subdirector de Proceso. Al llegar a la taquilla, sin explicación vi que ya no daban la cinta. Como muchos más, no quise irme así como así. De tal suerte comenzaron a formarse corrillos de chismosos, en los que prevalecía una mezcla de indignación y de autoridad moral, esto es, de profundo desprecio a los censores. Entre esa gente estaba Angel del Río, cuñado de José Saramago, y una bola de artistas vernáculos. Por momentos creí que haríamos un mitin.
De repente apareció el fotógrafo Heriberto Rodríguez quien, dijo, había visto La ley de Herodes el día anterior, y afirmó que, si bien la copia era pésima, al término de la función el público se había levantado a aplaudir de pie y a gritar "šmueras!" al partido del régimen. Alguien propuso: "Cuéntala". Y los allí congregados vimos el filme con los oídos, interrumpiendo al narrador con exclamaciones como "šno mames!", "šqué chingón!" o "šputa, qué maravilla!"
El origen de nuestra alegría era simple. Estrada y su guionista crearon la historia de un pueblo equis en 1950, donde el presidente municipal es asesinado y en su lugar el partido nombra a un imbécil. Este pretende hacer el bien, pero la clase política se lo impide y lo obliga a corromperse en complicidad con el cura de la parroquia y la dueña del burdel. Verdaderos factores del poder local, estos personajes cometen las peores fechorías, pero lo extraordinario del caso es que todos los políticos del "sistema" ųque roban, matan, violan y estafan sin cesarų, todos llevan en la solapa de sus negros trajes el inconfundible escudo del PRI, algo jamás visto en la historia del cine mexicano. Como telón de fondo, en esa atmósfera tan plena de realismo y actualidad, en todo momento aparece el retrato del presidente Miguel Alemán.
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Pésele a quien le pese. ƑCuál es la moraleja de esa fábula? Tras la conmoción que suscitó con su fallido estreno, La ley... será recomprada por distribuidoras internacionales, de Hollywood o de Francia, y la sociedad civil, o sea nosotros, usted y yo y todos, tenemos la obligación moral de exigir que sea proyectada en todo el país, donde el éxito de taquilla será indudable y marcará un hito que el régimen no tiene por qué impedir.
El año pasado, Víctor Hugo Rascón Banda, con apoyo oficial, estrenó La Malinche, drama histórico en el que se denunciaba la matanza de Acteal. La pieza tenía prevista una gira por Europa. Sin embargo, al finalizar su breve temporada en el DF, con teatro lleno todas las noches, la burocracia cultural del Estado destruyó la escenografía y frustró el viaje internacional. Con La ley de Herodes no podrá ocurrir lo mismo, pues la cinta recorrerá el mundo en alas del mercado, sin control estatal posible. Y debe ser vista en México, pésele a quien le pese, incluso al precio de una huelga de hambre de artistas en todas las grandes ciudades de la República.
La otra moraleja de esta historia es el silencio que han guardado los apóstoles de la llamada "normalidad democrática", que no han dicho ni pío frente a esta rotunda manifestación de la censura priísta. Pero es lógico. No son sino cómplices del viejo partido de la náusea, que ha suplantado la Constitución precisamente por la ley de Herodes, y callan para seguir aplicándonosla, si tenemos suerte, mil años más.
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Estado actual de la ultra. Hace una semana, esta página se preguntaba en letras de imprenta qué se fizo el ala más radical del Consejo General de Huelga (CGH), después de la derrota de Roberto Madrazo en la contienda interna del PRI. Pues bien, hay noticias al respecto. La ultra se ha dividido en tres segmentos: la Megaultra de Ciencias Políticas, la Ultra Gótica, que aún tiene influencia en 16 escuelas, y la corriente En Lucha, que ya pactó el levantamiento de la huelga por debajo del agua.
Los "enluchos", representados por Javier Fernández, profesor de Ciencias despedido una década atrás, negoció en lo oscurito con Salvador Malo, representante del rector Juan Ramón de la Fuente, que hace esfuerzos por quitarse el mote de Barnés II.
A Alejandro Echevarría Zarco, El Mosh, líder de la Megaultra, el secretario de la Reforma Agraria, Eduardo Robledo, le levantó la canasta, rica en fondos procedentes de Villahermosa, pues el ex gobernador de Chiapas y Madrazo (hoy primer labastidista del país) militaban en el grupo de Luis Donaldo Colosio, donde se volvieron muy amigos. Fuentes muy confiables aseguran que Robledo fue patrocinador de El Mosh por instrucciones del tabasqueño. Como ya no es útil, le han cortado el subsidio.
Libres de toda sospecha, sólo quedan en pie de huelga las 16 escuelas de la Ultra Gótica y los oráculos delirantes que antaño volcaron los vastos peroles de su ira contra el PRD, cuando ese partido incurrió en la misma conducta en la que ahora Javier Fernández, de retorno a la nómina de la UNAM, ha puesto a los "enluchos" claudicantes y, Ƒcómo se dice?, vendehuelgas, según la jerga de moda.
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Savior, la izquierda y el racismo. El Correo Ilustrado publicó ayer una carta firmada por un Comité Organizador Clandestino (COC) de La Comida del Fin de Siglo de la Izquierda Mexicana, convocada para reivindicar "la experiencia humana de soñar con una sociedad igualitaria y justa en este siglo XX, que se acaba". Como el ágape será el 16 de diciembre y ese día no tengo nada qué hacer, llamé a los teléfonos indicados y me registré como miembro que fui del desaparecido PCM, en nombre de la fracción Lavrenti Beria y de las células Groucho Marx, Julius Fucik y John Lennon.
Por curiosidad pregunté el nombre de los organizadores, y cuando una voz amable me dijo que Marco Rascón, cancelé mi participación de inmediato. Dije: "No me puedo sentar a la mesa de alguien que practicó el racismo en contra de mi amigo Andrés Manuel López Obrador".
Deseo rectificar, si aún es posible. En mucho menor medida que Pablo Gómez y Demetrio Sodi de la Tijera, mi querido amigo Marco Rascón intentó descalificar la candidatura de López Obrador al GDF, acusándolo de ser "tabasqueño". Esto, con perdón, es racismo y constituye una monstruosidad abominable, que Jesús Silva Herzog ha hecho suya en su incipiente guerra sucia contra el ex presidente nacional del PRD, en la que dice por radio (y da asco): "Jesús Silva Herzog sí nació en Santa María la Ribera". El priísta olvida que ésta es una ciudad de emigrantes y que los regentes nacidos aquí se pueden contar con los dedos de una mano. Pero sobre todo olvida que incitar al odio racial es mucho más destructivo que el sida.
Va una propuesta: si Marco Rascón se compromete públicamente a ver Savior, la extraordinaria película de mi amigo Oliver Stone que estudia el racismo en la guerra de Bosnia-Herzegovina, y si, acto seguido, se hace una autocrítica profunda por haber cometido tan penosa equivocación y llama a Gómez y a Sodi a emularlo, yo estaré en la comida del próximo jueves y lo abrazaré para desearle un próspero siglo nuevo.