* ƑPor qué en mi país no se alegran?, preguntó el Nobel en la Academia Sueca


El trabajo literario de Grass quebró el maleficio que pesaba sobre el pasado de Alemania: Engdahl

* Cuando ya no haya libros, habrá narradores que nos hablen al oído, dijo el galardonado

Pablo Espinosa y agencias, Estocolmo, 10 de diciembre * ƑPor qué en Alemania simplemente no se alegran?, preguntó Günter Grass.

Acompañado de su mujer Ute, ocho hijos y tres de sus 14 nietos, Günter Grass recibió este viernes en la capital sueca el premio Nobel de Literatura 1999.

Es el primer autor alemán que es distinguido con el Nobel desde que Heinrich Böll lo recibió en 1972.

El autor de Mi siglo recibe su galard—n de manos del rey Gustavo de Suecia n Foto: Tobias Rostluand/ Ap En el encomio a Grass, durante la ceremonia de entrega, el secretario de la Academia Sueca, Horace Engdahl, dijo que su trabajo literario ''quebró el maleficio que pesaba sobre el pasado de Alemania".

Empero, el autor de La ratesa lamentó la casi nula cobertura que la prensa alemana prodigó a la semana Nobel. Ningún periódico alemán de mediana relevancia había publicado ni una sola línea luego del discurso que pronunció en la sede de la Academia. Unos minutos antes de recibir el glardón se preguntó: ''ƑPor qué en Alemania simplemente no se alegran?"

 

Cariño con eco planetario

 

En Estocolmo, en cambio, Günter Grass ha recibido muestras de cariño en un eco planetario, desde su recepción cual estrella pop hasta la noche del premio Nobel, dividida, como todos los años, en dos etapas: la ceremonia en la cual el rey entrega los galardones a los premiados en medicina, física, química, literatura y economía, y una cena de gala.

Cumplióse, anoche, la ceremonia, y se agotó nuevamente el ritual. Frente a los reyes Gustavo y Silvia, bajo una orquesta sinfónica adornada con flores provenientes de San Remo, frente a un público que parece salido de Las Mil y una Noches no tanto por selecto sino por ese halo de irrealidad de las princesas orientales que pueblan el butaquerío, junto a plenipotenciarios, embajadores e integrantes de otras cortes.

La noche de los premios Nobel siempre culmina con un baile de cuento de hadas. Los guardias, los jeques, los ujieres, bailan los ojos frente a los manjares. Una multitud de hermosísimas mujeres es tomada del talle por una multitud de feos envueltos en smoking.

En una de esas noches se cumplió una frase de otro premio Nobel entrañabilísimo, el maestro Gabriel García Márquez. La frase de Gabo dice así: ''La vocación es la única condición humana que ha vencido al amor". La historia es ésta: un diálogo entre una bella y una bestia, una hermosa sueca y un mortal, justo en el momento en que termina la cena y empieza el baile a toda gala:

-Dime que bailarás conmigo, que estaremos juntos hasta que se haga otra vez de día.

-Es una verdadera lástima, casi una tragedia, pero debo enviar mi información, la hora de cierre no es melodramática, simplemente no perdona. Lo lamento.

 

El hambre también es una guerra

 

Gunter Grass lamenta: ''Esa es mi querida patria". Había buscado en vano en los periódicos alemanes. Ni una sola línea. La prensa de su patria no publicó la historia del Nobel en la Academia, su discurso en el que defiende la tradición oral de la literatura.

Distinguidos miembros de la Academia Sueca, señoras y señores. Había iniciado. Se refirió luego al capítulo quinto de su novela La ratesa, donde se habla de la concesión del Nobel a la rata de laboratorio, como representante de millones de millones de otros animales de experimentación al servicio de la ciencia investigadora. ''Y enseguida me resulta claro qué poco pudieron contribuir todos los méritos hasta ahora premiados a eliminar del mundo el hambre, ese azote de la humanidad".

Dijo más adelante Grass: ''Cuando en 1973, en Chile, apoyado por la activa benevolencia de Estados Unidos, golpeó el terror, Willy Brandt, como primer canciller federal alemán, pronunció su discurso de ingreso en las Naciones Unidas. Habló de la depauperación universal. Su grito de 'šTambién el hambre es una guerra!' fue tan convincente que se ahogó en un aplauso inmediato. Yo estaba presente cuando lo pronunció.

''En aquella época escribía mi novela El rodaballo, en la que se trata de la base primaria de la existencia humana: la alimentación, es decir, de la carencia y la abundancia, de grandes comilones e inumerables hambrientos, del placer del gusto y de las migajas de la mesa del rico.''

 

La novela de todos debe continuar

 

''El tema sigue vivo. A la riqueza que se acumula responde la pobreza con mayores tasas de crecimiento. El Norte y el Oeste opulentos, ansiosos de seguridad, pueden seguir queriendo protegerse y afirmarse como fortaleza contra el Sur pobre; las corrientes de refugiados los alcanzarán, sin embargo, y ninguna reja podrá contener la afluencia de hambrientos.

''De eso habrá que hablar en el futuro. En definitiva, la novela de todos nosotros debe continuar. E incluso aunque un día no se escriba, no pueda escribirse o imprimirse ya, cuando no se disponga ya de libros como medios de supervivencia, habrá narradores que nos hablarán al oído, devanando otra vez las viejas historias: en voz alta o baja, jadeante o demorada, a veces próxima a la risa y a veces próxima al llanto."

La noche de este viernes no había nieve en Estocolmo. Había lluvia. Y un nudo en la garganta de emoción. Llovía.

Günter Grass recibió, mojado en júbilo, el premio Nobel de Literatura 1999.

Alégrate, izquierda, había dicho el año anterior don José Saramago.

Alégrate Alemania. Alegraos, mortales.