Juan Angulo Osorio
Guerrero indómito
El gobierno federal ha de alucinar a los guerrerenses. Cómo pelean. Cómo luchan pese a todas las adversidades. Qué levantiscos son.
En su rápida visita al puerto de Acapulco y a la capital Chilpancingo, el presidente Ernesto Zedillo fue testigo de esa rebeldía, encarnada ahora en médicos y enfermeras, trabajadores en general de todas las clínicas y hospitales de la Secretaría de Salud en el estado. (Ver la nota de Rosa Elvira Vargas La Jornada/10/99).
Hasta ahora, la respuesta del gobierno federal a las ansias de justicia y democracia de los guerrerenses ha sido apoyarse en políticos locales corruptos e ineficientes, pero siempre dispuestos a usar la violencia contra los ciudadanos, contra el pueblo pobre. Y cuando ésta ha sido insuficiente, invariablemente ha recurrido al Ejército que ha convertido la entidad en un teatro de guerra donde ensaya su capacidad de fuego y las más diversas tácticas de control y represión.
Es como si en Estados Unidos, en el siglo pasado, el gobierno de Washington hubiese apoyado a los esclavistas del sur, en vez de incluso hacerles la guerra. O como si la misma Casa Blanca, apenas hace poco más de 40 años, hubiese enviado al Ejército, la guardia nacional o la FBI en auxilio de los grupos segregacionistas en ese mismo sur profundo y aplastar a los negros que quieren ir a la universidad, acudir como si nada a todos los lugares públicos y un salario igual por un trabajo igual.
Pero el razonamiento del régimen que ha gobernado por 70 años, instalado claramente en la lógica del poder por el poder, ha sido muy transparente:
ųƑQué sería del país si en Guerrero no hubiese ocurrido la matanza de Chilpancingo en 1960?
ųƑQué si no hubiese ocurrido la masacre de Iguala en 1962?
ųƑY las de Atoyac y Acapulco en 1967?
ųƑY los 400 desaparecidos entre 1969 y 1979?
ųƑY los asesinatos de más de 200 perredistas de 1989 a la fecha?
ųƑY la matanza de Aguas Blancas en 1995?
ųƑY la masacre de El Charco en 1997?
ųƑY los nuevos desaparecidos y el traslado de los presos políticos de Acapulco a Puente Grande?
ųƑY el asesinato de un joven perredista la noche en que se festejaba el triunfo de la oposición en Acapulco?
Por esas preguntas es que se dice que los distintos presidentes de los últimos 40 años han tenido una "idea de Estado". Matar guerrerenses como sinónimo de seguridad del Estado, de sobrevivencia del régimen.
Esta rutina criminal ha tenido un alarmante efecto inhibitorio en la opinión pública nacional, los pensadores y dirigentes de los mismos partidos de oposición que ven a Guerrero con una mezcla de desconfianza y temor. Se crea así un círculo vicioso que sólo sirve a los beneficiarios de la violencia represiva.
Se sabe muchísimo menos de la lucha por la autonomía universitaria en 1960, y muchísimo más de la matanza con que fue sofocada por el Ejército en Chilpancingo.
Pocos saben de la ejemplar lucha pacífica electoral de la Asociación Cívica Guerrerense del profesor Genaro Vázquez en 1962, pero más conocen de la guerrillera Asociación Cívica Nacional Revolucionaria del mismo Genaro, que surgió como respuesta a la ya mencionada matanza de Iguala.
ƑCuántos sabrán que la lucha guerrillera del profesor Lucio Cabañas comenzó luego de que fueron asesinados atoyaquenses que luchaban contra una directora de escuela, que pedía cooperaciones por todo y quería que los niños pobres usaran uniforme?
Y con ejemplos así podemos llegar hasta la situación actual. No habría que esperar entonces a un nuevo acto de violencia gubernamental en Guerrero para volver los ojos hacia este sur. Digo violencia gubernamental porque nuestros guerrilleros no han pasado de formar acá bienintencionados grupos de autodefensa campesina, pese a los mitos revolucionaristas o la misma propaganda oficial que pinta a poderosos grupos formados por militantes "ultrafanatizados" ųcomo los llamó el secretario Diódoro Carrascoų o que padecen de una "patología radical" ųcomo los definió el subsecretario Tello Peón.
La preocupación del régimen ųy este jueves se vioų está situada menos en aislados grupos armados y más en esa protesta que toma las calles, en esa movilización social que en Guerrero tiende con demasiada frecuencia a convertirse en política.
Si de por sí las giras presidenciales se deciden y organizan con todos los cuidados, en las que se hacen a Guerrero se extreman las precauciones. Pese a todo, la protesta se le apareció al presidente Zedillo y estuvo muy cerca de él, a un paso de la camioneta Suburban que, con prisa, abordó.