La Jornada miércoles 8 de diciembre de 1999

Emilio Pradilla Cobos
Equidad presupuestaria para el DF

Hoy, como hace un año, se discute en la Cámara de Diputados una parte del presupuesto del DF para el 2000; en particular, la autorización del monto de su endeudamiento y las aportaciones federales, sobre todo del Ramo 33 para combatir la pobreza.

El tema es relevante, pues se trata de un año electoral y sabremos si el PRI y PAN son capaces de tratar con equidad a la capital, o si anteponen su interés electorero y siguen castigando a los capitalinos como en 1999.

De 1992 a 1996, la inversión federal en el DF cayó de 44 a 17 por ciento del total; sus aportaciones al presupuesto de la capital han sufrido una caída similar, a pesar de que su aporte a los ingresos de la federación superan 25 por ciento, según el rubro. En 1999, la alianza PRI-PAN lo excluyó del Ramo 33 para combatir la pobreza, ignorando que más de la mitad de su población se encuentra en esta situación y casi un tercio está en la pobreza extrema debido a la política económica y social aplicada por los gobiernos federales. Entre 1995 y 1997, la deuda contraída por el gobierno priísta en el DF, aumentó siete veces y su servicio tiene un peso enorme para las finanzas públicas capitalinas; el gobierno federal se niega a asumir esta deuda, derivada de inversiones que beneficiaron también a los estados vecinos.

Como se mostró recientemente, el gobierno federal no cubre cabalmente al DF los impuestos locales (predial y tenencia vehicular) ni los servicios (agua, basura); y él proporciona servicios públicos a más de tres millones de personas que diariamente llegan de estados vecinos a laborar, estudiar o consumir, sin que aporten al fisco local. Así, el DF subsidia al país, a los estados vecinos y a la federación; la redistribución de la riqueza es válida, pero en un Estado democrático, sus condiciones deben resultar de consensos y acuerdos legales y no de una imposición del gobierno federal y su partido. La reacción de la SEP ante el cobro de la millonaria deuda por servicio de agua muestra la cerrazón del PRI-gobierno federal.

Si se repite el acto autoritario de los legisladores del PRI y el PAN, los agredidos serán los defeños, sobre todo sus sectores populares, pues el gobierno capitalino no podrá garantizar en el 2000 la inversión en obras y el gasto en servicios necesarios para superar en parte los enormes rezagos que han dejado los gobiernos priístas. Por ello, los capitalinos exigimos un trato equitativo y democrático por parte del gobierno federal, su partido y el PAN. La federación debe asumir la deuda pública que legó al DF. Tiene obligación de entregarle las aportaciones que le corresponden, sobre todo del Ramo 33 para atender a millones de pobres de la ciudad; y pagar sus impuestos locales y los servicios que recibe. Los capitalinos pagaremos la deuda que contraiga el DF, por lo que la cámara debe aprobar lo solicitado por su gobierno, pues el PRI-Gobierno no puede seguir imponiéndose autoritariamente sobre los defeños. No aceptamos que por intereses electoreros, el PRI-Gobierno y el PAN nos agredan y pongan en riesgo, por segundo año consecutivo, nuestras condiciones de vida presentes y futuras.

Esta situación se basa en el estatuto de excepción que se mantiene sobre la capital, que niega el disfrute total de los derechos constitucionales y políticos a sus habitantes y le impone un anacrónico régimen político híbrido, sin ejercicio pleno de la soberanía local, diferente a las demás entidades federales. Urge que los capitalinos exijamos la conclusión de la reforma política para convertir el DF en un estado federal, dotarlo de Congreso y Constitución local, y eliminar las facultades excepcionales que tienen el Ejecutivo y el Legislativo federales sobre muchos temas de la capital, incluído el financiero. Sería un suicidio que los capitalinos, aceptando la coerción mediática y el castigo financiero, abriéramos el camino para que retornara el PRI al gobierno, pues ha mostrado que subordina las necesidades de la población a sus intereses burocráticos mezquinos y al control omnímodo del poder.