La Jornada miércoles 8 de diciembre de 1999

Arnoldo Kraus
Este país tan injusto

Con tan conocidos y tan viejos los desiguales periplos de quienes laboran en el gobierno, que la mayoría de los ciudadanos comunes pensamos que ya no hay lugar para la sorpresa. Pero nos equivocamos. Si se pudiesen abrir "todos" los archivos, o si hubiese cómo rastrear los orígenes y destinos de las partidas secretas o de las disposiciones de retiro, jubilaciones, premios o prestaciones de añejas instituciones destinadas a servir a la patria como Nacional Financiera, viviríamos una especie de segunda infancia, aunque enojados, pues las malas sorpresas seguramente no tendrían fin.

Los listados parciales, el número, los montos y los nombres de los jubilados por Nacional Financiera ofenden. Enturbian la moral, la lógica, la razón. Y no sólo ofenden: dilapidan justicia y discursos oficiales. No es sano para la nación saber que algunos de los ministros actuales cuentan con pensiones por servicios prestados en otros tiempos. La buena moral debería impedir que funcionarios en activo perciban jubilaciones mientras reciben otros sueldos. Es, a la vez, en algunos casos, inentendible la edad en que se obtuvieron las compensaciones por retiro. En el caso de Oscar Espinosa Villarreal, a los 40 años; y en el de José Angel Gurría, a los 44 --uno pensaría que estamos en el siglo XVIII o principios del XIX cuando la expectativa de vida era de menos de 60 años.

Otros nombres y los montos de las pensiones son igualmente groseros. Esto, descontando que es además muy probable, que cuenten con otros estímulos por servicios prestados en otros renglones gubernamentales. ƑO acaso habrá alguna bendita ley que limite el número de pensiones? ƑCinco como máximo? Hay que recordar que muchos de nuestros ministros pasan de una secretaría a otra aun cuando no tengan nada que ver entre sí. Un sexenio se ejerce en Hacienda, en otro se es gobernador de algún estado, luego Educación, y así sucesivamente. O incluso, como en el caso de Esteban Moctezuma, se pueden desempeñar hasta ocho cargos distintos en cinco años. No conozco médicos que sean oftalmólogos un año, psiquiatras el siguiente, dermatólogos después, y patólogos cuando haya vacantes.

Lo ingrato del caso se agudiza cuando se conocen otras realidades. Las tribulaciones de los pensionados de la seguridad social son harto sabidas. Los espacios del lector de la mayoría de los periódicos publican paulatinamente quejas de ancianos que narran las dificultades para cobrar sus jubilaciones y que, en muchos casos, representan todos sus ingresos. Ni qué decir de sus edades, de la tramitología mexicana que confrontan los pobres para cobrar, o de la cantidad que se les otorga; hay quienes reciben menos de 100 pesos al mes.

Ejemplos afines e igualmente molestos podrían ser, aun cuando no son estrictamente jubilaciones, lo que acaece con los miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) o con los deportistas de la Federación Mexicana de Atletismo. En días recientes, a 15 deportistas que recibían 2 mil pesos mensuales --"poco menos" que la elite Nafinsa-- se les retiró la beca con el argumento de no haber dado resultados en el presente año. Con los investigadores el procedimiento es similar: cada tres años una comisión ad hoc valora la producción de cada miembro y decide si debe continuarse el apoyo económico, suspenderse o modificarse el monto (nivel de acuerdo a su terminología). Agrego que ingresar al SNI es complejo; es casi imposible increpar la decisión de la comisión dictaminadora, y que para muchos permanecer en él es vital. Y bueno, Ƒquién no conoce otros ejemplos?

Las brechas en un país en donde la justicia y la moral parecen no imperar son cada vez más grandes y más hediondas. Mientras que para los jubilados de los sistemas de seguridad social los emolumentos recibidos --uno o dos salarios mínimos-- representan la difícil supervivencia, para los deportistas y para algunos investigadores los estímulos les permiten mejorar sus actividades, quizá producir más y mejor, y formar recursos. En síntesis, contribuir al crecimiento del país.

En cambio, para la elite Nafin, los montos recibidos deben ser mínimos en relación a las percepciones de otros trabajos. Hay que volver a decirlo: mientras que las jubilaciones Nacional Financiera no fenecen ni son cuestionadas, las otras están supeditadas a escrutinios muy rigurosos. En estas latitudes tan dispares, saltar la verja de la injusticia y de los salarios mínimos, es tan complejo e improbable, como pensar que habrá algún día una comisión ad hoc, que valore lo que hicieron y no hicieron los miembros Nafin.