La Jornada miércoles 8 de diciembre de 1999

Miguel Barbachano Ponce
Muestra 34: evaluación y premios

La violencia con oscuros matices fue la característica de la 34 Muestra Internacional de Cine, que aún se exhibe en diversos espacios de la capital y del interior del país. Violencia individual en Asesino, de Omirbaev; violencia colectiva (léase holocausto) de inadmisibles tonalidades racistas en Los últimos días, de James Moll y Steven Spielberg; violencia contra la infancia en La vendedora de rosas, de Víctor Gaviria; violencia campirana en el filme de Gabriel Retes, titulado con ironía Un dulce olor a muerte; violencia de acentos estremecedores en El polvorín, de Paskaljenic, en cuyo contexto se plantea el desajuste social de los habitantes de Belgrado. ƑY qué decir de la lúgubre solidaridad de Viaje hacia el sol, de la cineasta turca Yesim Ustaoglu? Sólo faltaría referir la violencia erótica que flagela a la pareja de Alabanza, de John Curban.

Entonces, Ƒqué cintas escapan a la violencia en sus respectivas tramas? Desde luego, la clásica Las noches de Cabiria, de Fellini, pero también Tres estaciones, de Tony Bui; la intimista Vidas robadas, de Angelo; la creación de Angelopoulos, La eternidad y un día, y la obra de Zhang Yimou, Ni uno menos. Faltaría ubicar dos películas, una inglesa, El honor de los Winslow, de David Mamet, y la estadunidense Lulú en el puente, de Paul Auster. La primera se sustenta en una violencia estatal de índole burocrática; a propósito de la segunda, sólo resta aclarar que el único acto violento reside en el inesperado asesinato del saxofonista.

Apartémonos de la violencia para premiar alguna de las 14 cintas de la muestra. Así, Ƒcuál fue el trabajo más sobresaliente que merece la ''Cabeza de Oro de Palenque''? Al respecto, hay cuatro filmes: Tres estaciones, de Bui, por la sencilla razón de que el contexto fílmico recrea una visión diferente de Vietnam y de sus pobladores. Visión precisa, pero no por ello menos poética y conmovedora desde el punto de vista paisajístico y anímico. La segunda, El polvorín, porque presenta con matemática precisión la mortal problemática yugoslava. La tercera es La eternidad y un día, porque Angelopoulos crea un nuevo y diferente lenguaje que podría llamarse ''poema cinematográfico". La cuarta es Ni uno menos, de Yimou, por su preocupación universal por la infancia del mundo.

Sin dejar de pensar un solo instante en Vidas robadas, otorgo la codiciada cabeza a La eternidad... por ser una nueva manera de hacer cine. ƑY quién es el mejor director de la muestra? ƑA alguno de los antes mencionados o, quizá, a Omirbaev por su capacidad para relatar con extrema economía los hechos de Asesino, o a Curvan, por su desparpajo para presentar la sexualidad en Alabanza; o a Angelo por su recreación intimista en Vidas robadas.

Más allá de estas aclaraciones, la ''Cabeza de Palenque'' al mejor director es para el griego Theo Angelopoulos por elaborar, en La eternidad..., una nueva y diferente organización cinematográfica capaz de acercarnos a las postrimerías de la existencia. ƑY quién fue el mejor actor? ƑA quién de los que circularon en la pantalla interpretando diversos personajes debemos entregar la ''Cabeza de Palenque''? Tal vez a Harvey Keitel, por su intensa presencia como el saxofonista erróneamente asesinado, en Lulú en el puente; quizá a Talgat Assetov, por su sobria rencarnación de Marat, en Asesino; posiblemente a Newroz Baz como el solidario Mehmet de Viaje hacia el sol; quizá a Bruno Ganz, por protagonizar al poeta Alexander en La eternidad...

Aparte de estos nominados alienta otro actor que merece, sin titubeos, la ''Cabeza de Palenque''. Me refiero a Jeremy Northam, aquel que dio vida en la pantalla a sir Robert Morton, en El honor de los Winslow. Y para seguir con el renglón de las actuaciones, hablemos de las actrices que engalanaron la muestra.

Citemos, primero, a Emmanuelle Beart (Alda) y a Sandrine Bonnaire (Olga) de Vidas robadas; a Sacha Horlev (Cynthia Lamonel) de Alabanza; a Mira Sorvino (Celia Burns) de Lulú en el puente. Asimismo, la ''Cabeza de Palenque'' debe conferirse a Sacha Horlev por sus vibrantes actitudes eróticas, que produjeron desordenadas reacciones emocionales en los cinéfilos. Y una última entrega, la que se refiere a la mejor fotografía. Espacio donde destacan los camarógrafos griegos Yorgos Arvanitis y Andreás Sinani, responsables de la luz, el color y la profundidad de campo en Eternidad... Pierre Lhomme, autor de la visión intimista de Vidas robadas; Hou Yong, camarógrafo chino, creador de la sobriedad lineal de Ni uno menos. Y la mejor fotografía estuvo a cargo de Arvanitis y Sinani. Sea para ellos la postrer ''Cabeza de Palenque''.