La Jornada martes 7 de diciembre de 1999

José Blanco
El diálogo

OJALÁ LA REUNIÓN DE AYER entre el CGH y la comisión del rector haya afianzado el diálogo. En su primer encuentro, diversos signos indicaban esa posibilidad. Entre otros, deben señalarse los cuatro puntos coincidentes iniciales que, presentados en la mesa de diálogo por la comisión, como aclaraciones al documento de propuesta del rector --aclaraciones solicitadas por el Consejo General de Huelga--, el CGH mismo demandó fueran firmados como acuerdos entre las partes.

No deja de ser paradójico y sintomático de la situación que priva entre autoridades y CGH, que dos de esos puntos exhibieran algunos rasgos de esquizofrenia, en el sentido técnico del vocablo: una falta de concordancia entre las impresiones sensoriales y las reacciones provocadas por ellas. Uno de esos puntos demandaba el diálogo como vía de superación del conflicto; ello ocurría mientras se dialogaba. Otro punto demandaba que el diálogo se difundiera por Radio UNAM y se grabara por TV UNAM para su posterior difusión; ello ocurría mientras TV UNAM grababa y los escuchas de Radio UNAM podían oír lo que estaba demandándose. Un tercer punto no se alejaba mucho de los rasgos señalados: se demandaba que el CGH fuera declarado como interlocutor único para efectos de resolver el conflicto que originó el paro, mientras la materia sustantiva del diálogo --los seis puntos del pliego petitorio-- fue presentada al CGH, y a nadie más, como la agenda aceptada por las nuevas autoridades para superar el conflicto.

Con todo, la comisión manifestó repetidamente su acuerdo con la sustancia de esos puntos --ella misma los había expresado como aclaraciones--, si bien ha de entenderse que un "acuerdo" debe tener una redacción acordada entre las partes: es sólo así que ambas partes pueden reconocerse en el acuerdo, y reconocer así su compromiso expresado en el mismo. El CGH demandaba que su redacción fuera admitida como acuerdo.

La única forma de lograr que los debates y las negociaciones sean óptimamente productivas, es que las partes acuerden y firmen un protocolo en el que pacten cómo van a debatir (calendario, horarios, formas y tiempos de intervención, compromiso de respeto en las formas de expresión, etcétera), y cómo van a tomar acuerdos y compromisos. Esto es en lo que la comisión insistió, durante su encuentro iniciativo, que debía despejarse en primer término, si bien al mismo tiempo invitaba a iniciar a la brevedad el debate y la búsqueda de acuerdos sobre lo sustantivo: los seis puntos del pliego petitorio.

A efecto de intentar imprimir a la negociación una fluidez de la que está urgida, la comisión propuso al CGH una redacción --publicada el sábado pasado en los medios--, para ser revisada, en su caso ajustada, y firmada por las partes. Propuso también otros puntos que pudieran ir dándole forma al protocolo referido. La prensa del día de hoy debe informar si ayer fue posible la firma de acuerdos en el sentido estricto de la palabra, es decir acuerdos acordados, o no fue posible.

Un mínimo de orden y formalidad en los modos de discutir y de acordar es indispensable. Si el CGH y sus simpatizantes admiten este principio, sólo faltaría la disposición que las partes muestren en los hechos, para llegar rápidamente a acuerdos sobre el modo de proceder del diálogo, a fin de pasar, en lo inmediato, a lo sustantivo del conflicto, es decir, el pliego petitorio.

Respecto de éste, se hallan las demandas originadas por situaciones generadas por el conflicto, como la interrupción de la normalidad académica en ya dos semestres lectivos, y las formas como las diversas escuelas y facultades han enfrentado la anomalía académica existente a partir del 20 de abril. También está de por medio la queja legal de las autoridades por diversos presuntos delitos cometidos.

Sin remedio, es inexcusable un plan de regularización académica de los alumnos, a partir del estado de cosas existente en cada entidad académica, una vez que haya sido levantado el paro. Un acuerdo sobre la forma óptima de regularizar a todos parece ampliamente factible. De otra parte un acuerdo meticuloso acerca de los daños infligidos a la institución seguramente puede ser alcanzado en un marco en el que las partes han logrado acuerdos sólidos sobre lo sustantivo: las demandas académicas.

Por lo demás, todo parece indicar que la realización de un congreso para despejar esas demandas y, además, el complejo conjunto de problemas acumulados en la institución, es insoslayable.