Ť Celebración por partida doble en el corazón de la capital


Saramago en la ciudad de México; los citadinos lo hicieron suyo para siempre

Ť En el homenaje-brindis elevó su voz para recordarnos que la fraternidad no es utopía

Elia Baltazar Ť José Saramago concluyó ayer su periplo por tierras mexicanas. Y en su equipaje de viajero ya no sólo guarda el eco de las voces rescatadas en la selva chiapaneca. También llevará consigo las llaves de esta ciudad que lo hizo suyo ya por siempre.

La ceremonia fue celebración por partida doble para el gobierno capitalino, pues no sólo festejó la presencia del premio Nobel de literatura, sino el segundo aniversario de su victoria electoral. Y así lo recordó la jefa de Gobierno Rosario Robles al escritor, quien devolvió la bienvenida con un discurso bordado de convicciones.

La ocasión hacía pensar en el tumulto, pero no ocurrió así. Apenas cumplieron con la cita funcionarios de gobierno, delegados políticos y algunos escritores: Juan Bañuelos, Elena Poniatowska, Homero Aridjis, Carmen Boullosa, Paco Ignacio Taibo I y Natalio Hernández, poeta de lengua indígena, ganador del premio Bartolomé de las Casas, quien se presentó ante Saramago como "un humilde colado".

No fue el único, a decir verdad. Pero el salón de cabildos Francisco Primo de Verdad, del antiguo Palacio del Ayuntamiento, resultó suficiente para los pocos invitados especiales que asistieron, entre ellos Rafael Tovar y de Teresa, responsable del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y cuya área reservada finalmente fue ocupada por delegados y funcionarios que en principio tenían su sitio en la parte posterior.

Del gabinete mayor, sólo faltaron el procurador general de Justicia del Distrito Federal, Samuel del Villar, y el titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Alejandro Gertz Manero.

Entre los delegados, extrañó la ausencia de Salvador Martínez della Rocca, de Tlalpan; Diana Bernal, de Iztacalco; Víctor Quintana, de Gustavo A. Madero, y Juan N. Guerra, de Milpa Alta.

No debió ser fácil el arribo de Saramago al corazón de la ciudad, pues había que romper el cerco de devotos de Los Tigres del Norte, que ya desde el mediodía se repartían cada metro cuadrado de la plaza de la Constitución.

Mientras, funcionarios capitalinos de todos los niveles consumían los minutos de la espera en el pronóstico político del momento: el techo de endeudamiento solicitado al Congreso de la Unión.

Hubo que esperar casi una hora después de la cita prevista para que irrumpiera en el salón la figura de junco de Saramago, quien llegó acompañado de Rosario Robles, el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Jorge Rodríguez y Rodríguez; el diputado local perredista Martí Batres, y el director de Alfaguara en México, Sealtiel Alatriste.

Antes, sin embargo, una envidia de la buena se postró en el ánimo de los presentes cuando una joven vestida toda de negro fue llamada por la seña de una mano para pasar a un reservado del salón. Era Natalia Cárdenas, la hija menor del candidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas, que llevaba en sus manos un presente para el escritor.

La ceremonia comenzó sólo después, con la bienvenida de aplausos merecida. Y pese a la penumbra que despiden los muros novohispanos, en el rostro de Don José brillaron los surcos de sol de Lanzarote. Con la mirada y el corazón puestos en el sur, Saramago levantó su voz de susurro portugués, para emitir los ecos de las voces que la historia no cuenta. Para recordarnos, una vez más, que la fraternidad no es utopía.

Al final, sólo la decepción de muchos que volvieron con una pila de libros en las manos, sin la firma de aquel que conoce Todos los nombres.


Ť El movimiento zapatista, para encontrar nuevas formas de entender la realidad


Globalicemos los güevos: Saramago

Ť La rebelión cívica en Seattle alienta la esperanza de que el mundo no está estático, asegura

Ricardo Olayo * Con las llaves de la ciudad en la mano y la medalla que lo acredita como huésped distinguido en el pecho, José Saramago se llamó zapatista, no por un capricho de intelectual, sino por el convencimiento de que el movimiento en Chiapas sirve para encontrar nuevas formas de entender la realidad.

Partió el mundo en dos, como se enseña en las escuelas: el norte y el sur. Y así, festejó que precisamente en el corazón mismo del poder, hace unos días, en la ciudad estadunidense de Seattle, ocurriera una "rebelión cívica" por las protestas en las afueras del encuentro de la Organización Mundial de Comercio (OMC), lo que, dijo, hace alentar esperanzas de que algo se mueve y que el mundo no queda estático.

En el sur, mencionó a Chiapas, y aprovechó para definir una proclama sin fronteras: "si permitís que lo diga con esta palabra tan sencilla y al mismo tiempo tan vulgar, tan corriente: globalicemos los güevos".

Su llamado a luchar fue a "quienes quieren cambiar las cosas, pero para bien, no para mal, para la dignidad y no para la humillación. Y no olvidemos los derechos humanos, que están en riesgo como jamás".

Hay que estar atentos "por dónde vamos o por dónde está el intento de empujarnos, y nos están empujando. Esa vida es incompatible totalmente con los derechos humanos. Y esta es la gran batalla que nos espera y que vamos a tener que dar los que estamos ahora aquí y los que vengan después, esa batalla por los derechos humanos".

A pesar de su "castellano un poco cojo", como él mismo lo definió, el Nobel de Literatura llevó a su reducido auditorio, compuesto fundamentalmente por funcionarios del Distrito Federal, de la risa al asombro, y luego al silencio.

México no es uno...

En su "agradecimiento", que no mensaje, como precisó, dijo: "El trabajo es lo único que no se acaba. Pero en esta misma idea de acercamiento, de diálogo cultural, de respeto mutuo, de conocimiento de lo que es distinto en cada lugar. México no es uno; Portugal tampoco lo es".

El escritor portugués se refirió al reciente episodio de protestas en Estados Unidos. "Afortunadamente parece que el mundo que se percibe estancado, empantanado, parece que se está moviendo un poquito. Lo que ocurrió en Seattle puede ser una señal de tiempos nuevos y, curiosamente, no hemos sido nosotros los del sur, o bueno sí, creo que lo que estaba a punto de decir, no es cierto que no hayamos hecho en el sur", porque ahí esta Chiapas.

"Yo soy comunista, pero en México soy zapatista. Y zapatista no por un capricho intelectual, como varias veces ocurre mucho con los intelectuales que van a algo más a lo nuevo, a la novedad. šNo!, sino por un convencimiento de que hay que encontrar nuevas formas de entender la realidad. Entonces, no es cierto que aquí no nos hayan movido", redondeó su idea de la actuación contra el estancamiento.

Por ello, precisamente mencionó como "una buena señal que incluso en el norte, en el norte rico, dominador, supuestamente próspero, autoritario, y todo eso, sorprende que esa especie de rebelión cívica haya ocurrido en Seattle, en el corazón mismo, porque ahí esta el corazón, ahí esta el poder", dijo.

Entonces "parece que hay, aunque la palabra esperanza no guste mucho, porque la esperanza siempre se está posponiendo para mañana y pasado mañana y luego, pero de todas formas estamos todos conscientes de que el trabajo hay que hacerlo hoy, cada día. Yo creo que si nos proponemos, si nos decidimos a hacerlo, algunas cosas pueden cambiar, algunos males pueden evitarse.

"Y si me permiten citarme, yo diría que si estamos en un tiempo de globalización, como parece que sí, como está claro que sí, el neoliberalismo, al cual yo preferiría llamar capitalismo autoritario, que es una forma quizá más clara, más explícita, pues entonces todos nosotros globalicemos". Y fue entonces que dejó a todos atentos, cuando sugirió: "globalicemos los güevos".

El escritor portugués tuvo la vena amable con el reconocimiento que le dieron, rompiendo el tradicional esquema diplomático de las ceremonias en el salón de cabildos del Antiguo Palacio del Ayuntamiento. Además de ser visitante distinguido con la medalla, con la que "aquí nadie me para en la calle. Para mí, si hay un atasco (embotellamiento) de coches, yo saco la medalla, y si encuentro una puerta cerrada, pues ahí tengo la llave".

Todos rieron con la ironía. "A partir de ahora, si ya era de los huéspedes por el corazón y por la amistad y todo eso, bueno, todo está confirmado oficialmente", agregó.

Habló de la necesidad de profundizar en las relaciones. "Todos sabemos que si nos preguntan quiénes somos, no sabemos decir nada más que nuestro nombre. Y todos sabemos que un nombre es nada. El nombre no tiene nada qué decir. Todo queda por saber, y para saber se necesita ir más allá del nombre. No preguntar cómo te llamas, sino preguntar quién eres. Pero para que te digan quiénes son tienes que empezar por decir quién eres tú".

Al final, se despidió de Rosario Robles con el doble beso europeo en cada mejilla, además de uno de caballero en la mano. De fondo, la marimba tocaba un danzón: "Si Juárez no hubiera muerto...".


Ť Destaca Robles el poder de la palabra del Nobel en favor de los sin voz


Rinde homenaje el GDF al escritor portugués

Ricardo Olayo Ť Hay días que pueden ser rebautizados. El de ayer, dijo Rosario Robles, fue el de la "feliz coincidencia": se cumplieron dos años de gobierno perredista en el Distrito Federal y recibió y declaró huésped distinguido al Nobel de Literatura, José Saramago.

En esta ciudad, "a veces caótica, pero sin duda encantadora y vibrante hasta en sus expresiones más contradictorias", se vive el renacimiento de una sociedad participativa, aseguró la jefa de Gobierno con relación a la tarea que han desarrollado las autoridades a lo largo de 24 meses.

saramago-jose-jpg Y para no abrumarlo con cifras y hechos de este gobierno, "sólo le diremos que aquí, como en otras partes del país, estamos comprometidos con cambiar las cosas", le expresó al escritor la funcionaria en el mensaje de bienvenida.

La ceremonia se realizó al mediodía en el salón de cabildos del Antiguo Palacio del Ayuntamiento, al que la mayoría de los funcionarios capitalinos llegó puntual, mientras arribaba, con unos minutos de margen, el escritor portugués, a bordo de una camioneta conducida por el editor Sealtiel Alatriste.

En la entrada del edificio, un grupo de funcionarios recibió a Saramago y lo condujo a una sala para platicar con Robles.

Luego de unos minutos, ambos entraron al salón de cabildos, donde Rosario Robles dijo que el Distrito Federal "está de fiesta" por tener la presencia de un huésped distinguido, "un gran escritor del siglo que termina en la misma persona de un portentoso escritor del siglo que comienza".

Ahí, destacó el valor de la palabra que el Nobel ha expresado a favor de quienes no tienen voz, y se refirió a la hermandad de talentos y plumas que hay en nuestras ciudades, entre las que mencionó, en el caso de México, a nuestro Nobel Octavio Paz, a Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco y Efraín Huerta. En el caso de las mujeres, mencionó a Elena Poniatowska y Cristina Pacheco.

Robles Berlanga nombró a Saramago huésped distinguido y le entregó las llaves y la medalla de la ciudad.

Tuvo palabras de reconocimiento y coincidencia: "Debemos y queremos creer y vivir en el respeto a la diferencia, y hablar y luchar contra las injusticias. Porque, Ƒcómo podríamos seguir viviendo? Pues si no nos movemos hacia donde está el dolor y la indignación, nos dice Saramago, si no nos movemos a donde está la protesta, no estamos vivos".

Dijo que "frente a la pretendida imposición de la hegemonía de una sola civilización se levantan hoy muchas voces rescatando la diversidad como el único camino. Por ello recogemos la visión de nuestros pueblos indios, que nos han enseñado la posibilidad de soñar y construir un mundo donde quepan muchos mundos".

El reconocimiento del Gobierno del DF va "a una voz que ha hablado en innumerables ocasiones por aquellos que no tienen voz y que, no obstante, viven una rebelión ética permanente a favor de lo diverso, de la pluralidad, del respeto a los derechos humanos y a las libertades esenciales".

Ayer, el día de la feliz coincidencia, fue oportunidad para entregar a Saramago, "con cariño, las llaves de una ciudad que ha luchado permanentemente por recuperar su memoria, su dignidad, su capacidad de decisión, sus libertades. Es una ciudad plural y diversa".

El Distrito Federal, leyó Robles, "es una ciudad que padece los efectos de años de ejercicio de un poder ciego y autoritario, pero que vive también el renacimiento de una sociedad dolida y anhelante, solidaria y crítica, participativa y demandante. Es una ciudad fundada en el dolor, pero también en la esperanza".

También citó a Efraín Huerta, quien diría de este DF que "es una ciudad que llora, maternal y dolorosa, bella como camella y triste como una lágrima, pura, amplia, rojiza, cariñosa. Es una ciudad que se entrega lenta a los niños que ríen... Es nuestra ciudad, la suya", remató la frase dirigiéndose a Saramago.

Luego vino el mensaje del visitante y al final de sus palabras un cerrado aplauso, como pocos en los dos años de este gobierno.

Después fue conducido a la explanada del edificio, donde saludó de mano a todos los funcionarios, rechazó autografiar libros y comer bocadillos mexicanos, pero palmeó el hombro de quienes se le acercaban, y también se dejó fotografiar con quienes lo pidieron.