Ť La escritora Laura Restrepo considera la prostitución un amor casual


La sexualidad sagrada y dolorosa, tema de la novela La novia oscura

Ť En Colombia, la vía es el terreno educativo, dice en relación con el movimiento pacifista

Renato Ravelo, enviado, Guadalajara, Jal., 4 de diciembre Ť En Colombia, donde el terreno de los no armados es cultural y educativo, se gesta un movimiento pacifista de gran alcance, que responde a ese justo filo y en el que la vida todavía es posible, opina la escritora Laura Restrepo.

Se refiere a la marcha de 12 millones de personas que clamaron en las calles por la paz, hace algunas semanas. Ese movimiento lo considera inmerso en un pacifismo estilo Gandhi, "que tendría que madurar, pero que en principio es muy válido como manifestación contra la violencia".

Su novela La novia oscura, de editorial Norma, es el motivo de su visita a esta ciudad: ''Se trata de una novela acerca de la prostitución. Como sostiene Georges Bataille, la sexualidad puede ser sagrada o puede ser llaga. En esta novela se exploran ambas vertientes''.

La violencia en Colombia tiene una relación, porque Restrepo decidió que, con ciertas licencias literarias, se ubicaran momentos no coincidentes: ''La novela transcurre en una región que se llama Barranca Bermeja, en una época cuando el petróleo es el motor del desarrollo regional, aunque hay elementos de la actualidad, ya que por su riqueza la zona es considerada por la guerrilla un objetivo estratégico''.

Amalgama entre periodismo y literatura: García Márquez

La escritora bogotana realizó en un año alrededor de 50 entrevistas para la obra de la que Gabriel García Márquez opina: ''Laura Restrepo da vida a una singular amalgama entre investigación periodística y creación literaria. Así, la miseria y la violencia que anidan en el corazón de la sociedad colombiana están siempre presentes, pero también lo están en su fascinación por la cultura popular y en el juego de su impecable humorismo, de una ironía a la vez ácida y tierna que salva sus novelas de toda tentación de patetismo o melodrama, convirtiéndola en una lectura irrefutablemente placentera''.

Cuando se descubre el petróleo en la zona, cuenta Restrepo, se puebla con trabajadores solteros, jóvenes que viven en barracas e inevitablemente llegan las prostitutas. Son el amor casual: ''El amor de café era la única forma del amor que conocíamos y respetábamos'', afirma uno de sus personajes.

Era un momento cuando el amor de la prostituta carecía de su carácter clandestino. Era una función pública, reconocida, directa: ''Ellos pagan por sentir y nosotras cobramos por no sentir", sentencia y cita Restrepo.

Es realmente increíble en la vida de las prostitutas, agrega la escritora, lo ausente que está la sexualidad de sus vidas, paradójicamente.

Una vez que se establece el sistema, completa Laura Restrepo, las compañías petroleras descubren que los solteros que viven en barracas, sin arraigo alguno, son difíciles de controlar sindicalmente.

A partir de ese momento se da un fenómeno de socialización: las empresas comienzan a promover el establecimiento familiar de sus trabajadores, otorgan créditos para la vivienda, estimulan la formación de familias, y se ponen de acuerdo con las autoridades locales para sacar de la ciudad a las prostitutas, las que pasan de desempeñar una función social a un oficio clandestino.

Además, para Restrepo hubo otra línea de investigación, consistente en realizar una revisión a la literatura sobre prostitución existente: ''En ella encontré una constante, que es el sentido culpígeno del oficio. Cuando Zola o Dumas abordan el tema, lo hacen con la condicionante de que al final ella paga con su sufrimiento. Pareciera ser una justificación para abordar el tema''.

En su novela Restrepo justamente intenta romper con ese esquema fatalista de la prostitución. Uno de sus personajes ejerce justamente el oficio desde el punto de vista sagrado, mientras que otro lo hace desde el sufrimiento, comenta.

Según Laura Restrepo, la investigación le dejó otras dos historias que ya no pudieron entrar en la novela: la de los malleros y la de La negra Tomasa.

Los malleros, explica la escritora colombiana, son esas personas que se la pasan a los alrededores de los campos petroleros, en espera de ser enganchados para el trabajo.

La negra Tomasa era un personaje célebre, porque sin saber nada de la prostitución, por avatares del destino terminó como encargada de una casa de citas. Ahí es donde por medio de las experiencias de las prostitutas se entera lo mismo de la sexualidad más básica hasta de la homosexualidad que a veces se da entre ellas.

La zona de Barranca Bermeja, dice Restrepo, ''es uno de los corazones de la guerra en Colombia, pero también es una de las zonas más intensas. Se percibe la creatividad y vitalidad de quienes se niegan a ser desplazados de la guerra''.

Actualmente en Colombia, opina Restrepo, el gran desafío es luchar no sólo por el derecho a la vida, sino por el derecho a no matar.