Adolfo Sánchez Rebolledo
Democracia Social

EL domingo 5 de diciembre la convención electoral de Democracia Social ratificará a Gilberto Rincón Gallardo como su candidato a la Presidencia de la República. Su postulación culmina una etapa muy compleja y difícil en la conformación de una nueva fuerza política autónoma, dotada de un programa propio y arraigada a nivel nacional.

A diferencia de las otras formaciones políticas ``mayoritarias'', Democracia Social tuvo que cumplir metódicamente con los requisitos para el registro impuesto por una ley electoral que más parece diseñada para preservar al sistema vigente que para estimular el verdadero pluralismo democrático. Pero el impulso original viene de la necesidad de abrir un espacio a la participación a un número significativo de ciudadanos --mayormente sin antecedentes partidistas-- que no se sienten debidamente representados por los partidos que dominan la escena del tripartidismo, pero tampoco por las numerosas personalidades que gravitan en el sistema de partidos en su propio provecho político o personal. Democracia Social quiere recorrer un camino distinto al que ya tomaron algunos de los partidos de reciente registro que a la primera oportunidad renuncian a construir una identidad propia sometiéndose de manera oportunista a las urgencias del mercadeo electoral.

A diferencia de aquéllos, este partido quiere constituirse en una opción distinta por su manera de pensar y hacer política sin renunciar a la alianza estratégica con otros movimientos cívicos, sociales y políticos que también pugna por abrir un hueco en el monopolio compartido del poder. Un partido así alcanzará sus metas si logra representar los anhelos e intereses de un sector de la sociedad civil (no sabemos su tamaño electoral) que está, digámoslo así, insatisfecho con el curso general de la vida política nacional, con la reducción de todo el debate a la degradación mercadotécnica o a los desplantes y las bravuconadas irresponsables de nuestros prohombres. En todo caso, ante la polarización que permite a los grandes partidos especular con el futuro de la nación, Democracia Social plantea recorrer una vía que asegure la gobernabilidad y formas civilizadas de resolver los conflictos. ¿Será, tal vez, mucho pedir al mundo político?

El punto de encuentro de este conjunto heterogéneo de intereses y posiciones que arriban a Democracia Social no puede ser otro que el programa, una serie de ideas matrices capaces de unificar la búsqueda común de varias fuerzas en una alternativa a las propuestas políticas tradicionales cuyas limitaciones se han convertido ya en trabas para el desarrollo político de México. Democracia Social plantea una revisión a fondo de los temas alusivos a la democracia, la justicia social, el desarrollo sustentable en el mundo globalizado, en fin, el régimen de derecho y otros asuntos de interés nacional procurando traducir sus planteamientos en compromisos para la elaboración de políticas públicas que sirvan al desarrollo social de México.

Nada de esto es fácil. Gilberto Rincón Gallardo, un viejo y experimentado militante de la izquierda mexicana, tiene ante sí la enorme responsabilidad de darle vida y credibilidad a este proyecto sin promesas escandalosas ni concesiones a una izquierda inquisitorial y arrogante que sobrevive paralizada por su mitos.

Por lo pronto --ni modo--, Democracia Social existe, aunque se molesten los sepulcros blanqueados que de tan buena salud gozan en estas páginas. Me reservo el derecho a replicar. Salve.