La Jornada jueves 2 de diciembre de 1999

Luis Hernández Navarro
La revuelta de los globalizados

El siglo XXI no comenzó el 9 de noviembre de 1989, con la caída del Muro de Berlín. Tampoco empezará el primero de enero del año 2000. El nuevo siglo nació el 30 de noviembre de 1999 con la revuelta de los globalizados en Seattle, Washington.

El boicot a la inauguración de la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC), protagonizada por 50 mil manifestantes, no es la última protesta de los olvidados de la tierra, sino el gran estreno en ``sociedad'' de la resistencia mundial a un modelo de globalización a cargo de coaliciones transnacionales. Ecologistas, granjeros del Primer Mundo, sindicalistas, homosexuales, ONG de promoción al desarrollo, feministas, punks, activistas de derechos humanos, representantes de pueblos indígenas, jóvenes y no tan jóvenes, provenientes de Estados Unidos, Canadá, Europa, América Latina, Europa y Asia, emprendieron una protesta pacífica en contra de la nueva Babilonia.

Más allá de su diversidad nacional o sus diferencias políticas, el conjunto de los manifestantes comparte su rechazo a la consigna de ``¡Todo el poder a las corporaciones transnacionales!'' presente en la agenda del libre comercio en abstracto. Consideran que, detrás del culto al Dios-Mercado-creador-de-la-sociedad-del-futuro se esconde una coartada ideológica que pretende limitar las conquistas sociales, los niveles de bienestar, los estándares ambientales y los márgenes de intervención de políticas nacionales, en beneficio del gran capital financiero.

Detrás de la protesta de Seattle se encuentra una convergencia de redes y coaliciones planetarias construidas a lo largo de dos décadas. En Estados Unidos, por ejemplo, la lucha en contra del GATT, del TLC con Canadá y con México, y de la Iniciativa de las Américas tiene una larga tradición organizativa que rebasa, con mucho, la tradicional lógica ``proteccionista''. En sus orígenes se remonta al efectivo boicot organizado en contra de la Nestlé a comienzos de la década de los setenta. Y tiene, un segundo momento, en la oposición al GATT. En ese país, amplios grupos de agricultores, ambientalistas y consumidores vieron en las negociaciones de la Ronda de Uruguay de 1985-1986 impulsadas por la administración Reagan, una maniobra gubernamental para lograr por la vía de las negociaciones internacionales la reforma a la política agropecuaria --reducción de los subsidios-- que no podían conseguir dentro de Estados Unidos. En esta lucha, construyeron amplias coaliciones internacionales con organizaciones de productores rurales en Europa y Japón, que son la columna vertebral de las nuevas movilizaciones.

En muchos países industrializados, los convenios comerciales internacionales sin candados y sin políticas de compensación, son vistos por amplias franjas de ciudadanos como un instrumento que permite que burocracias internacionales asociadas con las grandes corporaciones burlen los controles sociales conquistados durante años de luchas. Las modernas redes informáticas, la proliferación de centenares de ONG y las facilidades para viajar por el mundo han posibilitado la formación de bolsas de resistencia que traspasan las fronteras nacionales y que han generado un nuevo internacionalismo.

Las movilizaciones contra la OMC en Seattle han sido precedidas de centenares de nuevas luchas de nuevo tipo en todo el mundo. Hace unos cuantos meses, un agricultor francés destruyó en su comunidad un establecimiento de MacDonalds para protestar contra la degradación alimentaria promovida por esta franquicia. El conflicto alcanzó visibilidad nacional y notoriedad internacional. Su principal protagonista, de convicción autogestiva y un antiguo activista del movimiento del 68, se convirtió en un moderno héroe campesino. En la India, centenares de hombres del campo han quemado los campos donde Monsanto experimenta con algodón trasgénico, mientras miles más han tomado las instalaciones de la comercializadora de semillas Cargill. El comercio de los organismos genéticamente modificados ha propiciado una avalancha imparable de disputas comerciales. Organizaciones indígenas de América del Sur han presentado --y ganado-- demandas legales en contra de la pretensión de patentar formas de vida. Centenares de personalidades y organizaciones han participado en los encuentros contra el neoliberalismo convocados por el zapatismo.

La destrucción del viejo Estado-Nación, la fabricación a gran escala de millones de nuevos excluidos y la ideología de la globalización neoliberal han producido un nuevo actor político transnacional: los globalizados. La revuelta de Seattle anuncia que ha llegado su hora.