Sami David
Derechos humanos

La cultura y el desarrollo de los derechos humanos en nuestro país ha producido una movilización intelectual y de prácticas institucionales sin precedente. Somos, sin lugar a dudas, una de las naciones que acreditan una continua lucha para proteger y defender las libertades, la vida y la integridad de las personas.

Sin ser México una excepción, las aspiraciones de la comunidad en esta materia han tenido que dar largas batallas contra la impunidad y la resistencia de intereses opuestos e inaceptables prácticas contra los derechos civiles. De hecho, muchas veces todavía tenemos que recordarnos nuestra obligación y compromiso con esta nutriente, sin la que no hay justicia completa ni estado de derecho del que se pueda alguien sentir satisfecho.

Una reciente visita de Mary Robinson representando al Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, contribuyó a que las organizaciones y las especialistas pudieran hacer nuevas evaluaciones y agudas observaciones de lo que tenemos que hacer en el futuro, más allá de un debate politizado, sin argumentos, que busca a veces sólo nuevas oportunidades para tomar ventajas políticas y posicionamiento entre la opinión pública.

Lo cierto es que aun cuando con motivo de esta visita se subrayaron en todos los tonos posibles lo que falta por hacer, los temas específicos y las comunidades u organizaciones lastimadas o con satisfactores incompletos, se han reducido.

Gradualmente han mermado, pero desde luego todavía duelen y lastiman los eventos por los que tenemos que atestiguar violaciones a los derechos humanos. En Chiapas, como en otras entidades del país, nadie puede quedar indiferente ni dejar de estar alerta para denunciar y contribuir a la protección de estos derechos, sobre todo si se trata de círculos o prácticas viciadas contra los grupos y comunidades más vulnerables y marginadas.

Pero si la tolerancia no cabe frente a esas violaciones, la tolerancia y la comprensión cabe para los gobiernos, las instituciones, las organizaciones civiles, que han demostrado con hechos una enorme voluntad de ayuda y respeto a la dignidad e integridad de las personas, los indígenas, los migrantes y los discapacitados, entre otros. Su honesto y destacado trabajo tiene que tener un lugar entre nuestra crítica y análisis, y no permitir que esas enriquecedoras lecciones se oscurezcan con denuncias o rumores sin sustento, pues entonces perdemos la oportunidad de multiplicar los ejemplos y hacer escuela más amplia y más ambiciosa para incorporar a la defensa de los derechos humanos a más simpatizantes y luchadores sociales.