La Jornada jueves 2 de diciembre de 1999

Astillero Ť Julio Hernández López

Si lo que hubiese quedado en evidencia fuese sólo la inoperancia del esquema gubernamental de comunicación social, los mexicanos podríamos estar tranquilos.

Pero, a la luz de las actividades abiertas de agentes de la FBI en territorio mexicano, y del silencio local frente a las voces que en el extranjero informan y opinan sobre el caso del cementerio clandestino de Ciudad Juárez, lo más grave que queda de manifiesto es la claudicación de los principios nacionales de soberanía e independencia, la parálisis de la cúpula del poder mexicano ante los embates intervencionistas de Estados Unidos, y la peligrosísima indefensión en la que se encuentra el Estado mexicano por el dominio que el narcotráfico ha hecho de varias de sus estructuras estratégicas.

A más agentes de la FBI en suelo mexicano, más soberanía

México invadido en su frontera norte por agentes de la FBI que, entre otras tareas, excavan el suelo patrio con equipo especializado (gringo, obviamente) para encontrar más cadáveres de narcotraficantes asesinados que, luego, serán llevados a Estados Unidos para estudiarlos, pero el procurador general de esta república llamada Estados Unidos Mexicanos declara con una cachaza digna de los tiempos de López de Santa Anna que ``esto en nada lastima la soberanía: al contrario, es algo que la fortalece...''

Mister Madrazo confiesa, además, avasallado ante el imperio de la tecnología, deseoso de justificar las travesuras de los vecinos juguetones, que las fuerzas de la Oficina Federal de Investigaciones están trabajando en Ciudad Juárez ``primero, porque ellos tenían una parte sensible de la información; repito que hay más de 20 personas, ciudadanos de los Estados Unidos, que están dentro de este listado de desaparecidos, y ellos tenían investigaciones sobre este particular; y, en segundo lugar, pues por los muy modernos sistemas que tienen para buscar enterramientos''.

El imperativo del imperio

El hombre mejor informado sobre lo que pasa en México, Bill Clinton, por su parte, asumió su responsabilidad de dar la cara sobre la operación de Ciudad Juárez y, aparte de calificar el descubrimiento como ``un ejemplo horrible'' de los excesos a los que pueden llegar los cárteles mexicanos, deslizó la justificación del intervencionismo que se ha desatado: ``Pienso que esto refuerza el imperativo de que nosotros tratemos no sólo de proteger nuestra frontera, sino de trabajar con las autoridades mexicanas para tratar de combatir'' a los narcotraficantes.

En algunas ciudades de Europa, líderes políticos se preguntaban con qué país acababan de firmar un tratado de libre comercio.

Mientras tanto, aquí, la élite del poder mexicano se quedaba inmóvil, aferrada a los viejos clichés de las declaraciones intrascendentes, de la palabrería evasiva, de los tecnicismos jurídicos, de la imprecisión como escudo.

La noticia del llamado narcocementerio dando la vuelta al mundo y en México nadie asumía, hasta ayer por la noche, una postura oficial: ni el Presidente de la República, ni el secretario de Gobernación, ni el procurador general de justicia, ni el secretario de la Defensa Nacional, ni la canciller.

Narcodemocracia

México convertido en tierra allanada para las expediciones policiacas estadunidenses porque, en el fondo, el problema es que el Estado mexicano no tiene la capacidad ni la fuerza para objetar las certezas de sus vecinos de que aquí las fuerzas de combate al narcotráfico están totalmente infiltradas por los cárteles, y que buena parte de la estructura civil del poder político ha sido alcanzada por los maletines llenos de dólares, al grado de que las policías gringas, con datos y pruebas en la mano, simplemente hacen a un lado a sus homólogos mexicanos, porque saben que éstos serán de inmediato infidentes, e informarán a los perseguidos para que huyan, o cambiarán escenarios y circunstancias para que lo que la noche anterior los estadunidenses sabían que era cierto, a la madrugada siguiente ya no lo fuera.

Pero ¿qué esperar de un gobierno que ha roto la línea histórica de nacionalismo y se ha postrado ante Estados Unidos, como en el caso de la operación Casablanca, como en las negociaciones de la cooperación antinarcóticos?

¿Qué esperar de una canciller, mrs. Green, que no se preocupa por el caso de Ciudad Juárez sino que simplemente ``se ocupa'' de él? Y que comete pifias verbales como la que ayer la llevó a refutar las acusaciones de que la estructura de la cancillería ha sido puesta al servicio del PRI y su campaña presidencial, al decir: ``Reitero que el PRI, perdón, que la cancillería no trabaja para el PRI, ni para partido alguno''.

Por lo pronto, para saber realmente qué pasa en México, habrá que atender los noticieros de los canales estadunidenses de televisión, los despachos de las agencias informativas extranjeras y las conferencias de prensa del Capitolio.

Astillas: Ayer dijo José Antonio González Fernández que no le incomodan las críticas por no ser médico y ocupar la Secretaría de Salud. Los que sí están incómodos son cada vez más médicos y académicos que se preguntan cuán grave puede ser la entrega de una estructura técnica esencial para los mexicanos, como la Ssa, en manos de un político especializado en el uso de los cargos como trampolines. Por correo electrónico han llegado a esta columna comentarios y acusaciones relativas al paso de González Fernández por el ISSSTE aunque, dado que no se aporta ninguna prueba de esos dichos, Astillero prefiere hacer sólo un acuse de recibo... Ulises Ruiz, el operador electoral de Roberto Madrazo, se reintegró el pasado martes a la presidencia estatal del PRI en Oaxaca, que ocupaba hasta antes de pedir licencia para sumarse a la campaña del tabasqueño. En Villahermosa, mientras tanto, está todo listo para que reasuman sus cargos otros personajes que los habían dejado para integrarse a la campaña madracista, como el presidente del CDE del PRI, Edgar Ascoaga, y los dirigentes de CNOP y CNC... Hablando de asuntos madracistas: primero TAESA, luego el desaire al hijo Jorge que quería sumarse a la campaña de Labastida, y ahora la versión de que habrá auditoría fiscal a Carlos Alazraki. ¿De veras ya no hay problemas? ¿De veras hubo acuerdo? O bien, como aseguran algunos: el arreglo fue con Zedillo, pero no con Labastida, a quien más bien le habría molestado mucho el llamado de Los Pinos para la reconciliación que, dicen, a esas alturas ya no buscaba ni deseaba el sinaloense y que, por lo demás, tampoco sostendrá ni siquiera en el futuro inmediato...

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