Luis Hernández Navarro
Una izquierda modo
Los sobrevivientes del naufragio del salinismo ya tienen un nuevo bote salvavidas para navegar en las aguas de la política nacional. Se llama Partido Democracia Social (PDS), y fue registrado con 74 mil 712 afiliaciones. El pasado fin de semana nombró a Gilberto Rincón Gallardo como su candidato a la Presidencia de la República, el séptimo en la contienda.
El nuevo partido es, parcialmente, resultado de un desprendimiento más del PRI. Sin embargo, a diferencia de la antigua Corriente Democrática, o del Partido de Centro Democrático o de Convergencia por la Democracia, sus integrantes son priístas de "closet" o de última hora. Efectivamente, Democracia Social está formado, centralmente, por militantes que habiendo participado en agrupaciones de izquierda hasta 1988 se integraron por vías distintas al proyecto salinista como funcionarios públicos, y por intelectuales que pasaron de analizar críticamente la realidad nacional a justificar las políticas de Estado.
Participan en el PDS dirigentes del antiguo Movimiento de Acción Popular (MAP), de la Línea Proletaria ųla organización de Adolfo Orive nacida de la ruptura de Política Popularų y de pequeños desprendimientos del PRD. En sus orígenes fue promovido, además, por el hasta hace unos pocos días subsecretario de Gobernación, Jorge Alcocer, quien pasó de animar a la posición cardenista a laborar para el gobierno federal sin ningún empacho; algunos de los colaboradores más cercanos del hoy integrante del equipo de campaña de Francisco Labastida siguen participando en el nuevo instituto político.
Muchos de los integrantes del PDS son antiguos participantes en proyectos de izquierda que trabajaron con convicción en niveles de responsabilidad en el Programa Nacional de Solidaridad de Carlos Salinas de Gortari. Desde allí enfrentaron al PRD y apostaron por abrirse un espacio dentro del PRI, al que pretendían reformar. La debacle de Salinas, el triunfo de las políticas de combate a la pobreza diseñadas por Santiago Levy, y la salida de Carlos Rojas de Sedeso ųy su posterior acotamiento dentro de la campaña de Labastida Ochoaų , sellaron su destino, y cancelaron la posibilidad de que crecieran políticamente dentro del PRI.
Entre los dirigentes de la nueva agrupación política se encuentran un grupo de intelectuales que en la década de los ochenta constituyeron uno de los más importantes bloques político-culturales del país, con gran influencia en la academia y los medios de información, autores de una interpretación relevante de la realidad nacional, pero que, al sumarse acríticamente al proyecto salinista perdieron aceleradamente, a pesar de contar con una importante infraestructura, credibilidad, liderazgo político-moral y capacidad para explicar el nuevo país. Su regreso a lo que ellos consideran es un proyecto de izquierda se realizó sin ninguna autocrítica de por medio.
En lugares como Chiapas, el PDS está integrado por antiguos dirigentes del movimiento magisterial democrático que se volvieron parte del proyecto oficialista dentro del SNTE, asesores y dirigentes campesinos de la ARIC-oficial que han sido denunciados por sus actividades de contrainsurgencia y delación hacia el zapatismo, y por sus vínculos con el grupo paramilitar MIRA, y por antiguos funcionarios del Pronasol. Pretender con esta composición presentarse como una fuerza de izquierda es como pedirle a un adolescente que siga creyendo en Santa Claus.
La sobrevivencia del nuevo partido, a pesar de sus vínculos con el poder, no es, sin embargo, sencilla. Su pretensión de ocupar el espacio de la socialdemocracia se enfrenta, por principio de cuentas, a que no hay terreno viable para un proyecto socialdemócrata en el país. El grado de polarización social y la existencia y naturaleza del PRI hacen que no sea factible el que un proyecto de este signo eche raíces en el territorio político nacional. Su afán por ser una izquierda "responsable" y moderada como vía de diferenciación con el radicalismo del PRD olvida que el momento de las izquierdas domesticadas se canceló en 1988. Difícilmente podrá quitar votos al cardenismo, por más que, en el momento de la repartición de las curules, logre atraer a algunos perdedores del PRD a sus filas. Deberá, además, competir, con mucho menos presencia política, por el mismo electorado que aspiran a ganar Porfirio Muñoz Ledo y su Nueva República, y, parcialmente, Manuel Camacho y su PCD. Por si ello fuera poco, algunos de sus principales apoyos dentro del Estado son parte del los activos electorales de Francisco Labastida y difícilmente prestarán sus clientelas en unos comicios reñidos.
En la inevitable recomposición del sistema de partidos en marcha no parece haber lugar para el PDS. La hora en la que florecían izquierdas a modo ya pasó. Es el momento de las oposiciones reales.