* La semana política en Estados Unidos
* En la democracia más grande del mundo, la mayoría no determina
* No votar, una decisión deliberada, consideran dos académicos
* Hay en el país más de 100 millones de electores que no sufragan
Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 27 de noviembre * La regla fundamental de la democracia electoral es la mayoría determina. Si esta regla se aplica a la autonombrada democracia más importante del mundo, la mayoría estadunidense ha determinado que su democracia electoral no funciona.
Las palabras Estados Unidos y democracia se usan como sinónimos por los políticos estadunidenses, y el rito de cada cuatro años de la elección del presidente se considera como el punto máximo en la expresión de la vida nacional, pero resulta que una mayoría de la ciudadanía ha decidido que sufragar tiene muy poco que ver con la democracia, concluye una nueva investigación académica.
Al aproximarse la temporada electoral, los profesores Jack C. Doppelt y Ellen Shearer de la Universidad Northwestern sostienen en su nuevo libro que se debe dar mayor atención al 51 por ciento del electorado --más de 100 millones de ciudadanos-- que no votan. Esta tendencia, señalan, probablemente se incrementará en la próxima década.
Las elecciones presidenciales de 1996 registraron la participación electoral más baja en tres cuartos de siglo en este país, y los comicios legislativos de 1998 establecieron otro récord por baja participación. "Si la elección de 1998 es alguna indicación, el fenómeno del no voto definitivamente se empeorará", declaró hace poco Shearer al Washington Post. Agregó que demográficamente los no votantes son en general más jóvenes que otros votantes y que esta tendencia se está acelerando.
En su libro Nonvoters: America's No Shows, los autores sostienen que el no sufragar es frecuentemente una decisión deliberada, y no algo que se comete por ignorancia. "El grupo más grande de los no votantes resulta ser gente bien informada, que sigue las noticias por televisión o periódicos, pero que toma una decisión consciente de no votar porque cree que ejercer ese derecho ya carece de sentido".
Algunos, como Henry Montoya, de Denver, acude a las casillas, firma el registro pero se retira sin marcar una boleta. Es su forma de protestar contra un sistema político que, como él lo explico a los autores, ofrece a nadie "que vale de mi voto".
Pero otros no votantes son como la activista Caren Freigenberg, de Nueva Jersey, quien en una entrevista incluida en el libro dice que participa como voluntaria en campañas políticas y en manifestaciones, pero que considera que votar no cambia nada. De hecho, el grupo más grande entre los no votantes es gente joven con buena educación que están enterados del mundo político pero que valoran más el trabajo con vecinos, en grupos comunitarios y otras formas de participación política y social.
"18 por ciento de los no votantes tiene ingresos mayores a los 50 mil dólares al año, casi la mitad ha cursado por lo menos uno o dos años de universidad", explicó Shearer en entrevista radial.
Los autores reconocen que también hay gente más marginada, con menos educación, que tampoco cree que ejercer el voto mejorara sus vidas, así como jóvenes a los que no les importa la política y creen que las elecciones no tienen ningún impacto en sus vidas personales.
Pero el mensaje central de la investigación es que la tendencia de no votar no es un resultado de reacciones adversas por los escándalos sexuales de Bill Clinton o la percepción de que la legislatura con mayoría republicana está poco atenta a las necesidades de la gente. Más bien, los autores argumentan que existe un desafecto de largo plazo con el proceso político electoral de este país y que la democracia ya no se logra a través de la urna.
"Lo que ha resultado es una generación de la cual una mitad vive fuera del cuerpo político convencional", afirman Doppelt y Shearer en sus conclusiones. "Detrás de las respuestas de que están demasiado ocupados para ir a votar y de que el proceso es demasiado pesado, está la creencia acumulada de una mayoría de estadunidenses de que el voto no sólo ha perdido su valor actual en términos de influir en el resultado de una elección... sino también su valor simbólico como una virtud democrática".