Escribir, necesidad biológica: Pitol

César Güemes, enviado, Guadalajara, Jal., 27 de noviembre * Ciertamente fueron pocos los testigos del hecho. La señora Hortensia Bussi viuda de Allende, presente en el acto de entrega del Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, ya de salida, se encontró con él. Se acercó a la célebre mujer el escritor y ella fue a su encuentro con La vida conyugal en mano:

ųFírmamelo, Sergio, te lo pido.

Después conversaron de asuntos que sólo a ellos conciernen.

Pitol, por su parte, recibió de manos de Rafael Tovar y de Teresa el documento que lo acredita como el premio Rulfo de este año. Agradeció el gesto y luego hizo un completo recuento de cómo su obra ha sido recibida por lectores y críticos, quienes le han conferido diversos premios a lo largo de su trayectoria. En su discurso, reconoció, sin embargo:

"Un escritor no escribe para ganar premios ni homenajes, lo hace por necesidad biológica. Escribe como respira, y si alguna vez su tarea es premiada, deberá aceptarlo como algo casual, un mero signo del azar. Y le hará bien recordar, para situarse en la realidad, que algunas de las más altas figuras de las letras, que vivieron ya en el periodo de los premios, no obtuvieron ninguno por razones varias. Es el caso de Tolstoi, de Chejov, de Lowry, de Kafka, de López Velarde, de Vallejo. En cambio, una multitud de literatti han lucido en el féretro un pecho rebosante de entorchados y medallas, a quienes ya nadie recuerda porque en verdad no fueron reales, nada significaron; fueron figuras de relleno, nada más".

La memoria que el prosista tiene de Rulfo, emotiva, es amplia. Y en ella se incluyen estas palabras:

''Juan Rulfo en Varsovia, al lado de Julio Cortázar y Augusto Monterroso, conversando con un nutrido grupo de hispanoamericanistas, de traductores, escritores y periodistas, y sobre todo con un entusiasta enjambre de estudiantes que habían leído sus libros en polaco. Rulfo en París, en casa de Alfredo Bryce Echenique, también con Tito Monterroso y con Manuel Scorza, Julio Ramón Ribeyro y varios escritores latinoamericanos en una fiesta que culminó en una borrascosa disputa política. Juan Rulfo en casa de Alba y Vicente Rojo, con Fernando Benítez, Jaime y Celia García Terrés, Monterroso, Bárbara Jacobs y Carlos Monsiváis en divertidas e incisivas conversaciones sobre la actualidad mexicana...

"En cada una de esas ocasiones me pareció ver siempre a un hombre que estuviera luchando sin mostrar demasiado esfuerzo, con la misma desvariada e invisible materia que es la vida, con el aire: un sobreviviente. Sólo en El Agora, en su rincón particular, parecía distenderse, era un pez en el agua; o mejor, un animal de tierra firme, seguro de su espacio pequeño... Su voz era la de sus protagonistas, una combinación de murmullos, de viento y de silencio. Era el hombre que había transformado nuestra narrativa, aquél que al escribir una novela y unos cuentos de carácter rural, utilizando un idioma en apariencia campesino, realizó la proeza de convertir en cenizas, en arena, en escoria, a toda la literatura costumbrista de la época".

Por esta vez, el que se ha convertido en el mayor reconocimiento a la literatura en Latinoamérica y el Caribe, fue recibido con alegría y agradecimiento, pero también con un discreto tono de beligerancia, que nunca está de más.