La Jornada domingo 28 de noviembre de 1999

Rolando Cordera Campos
El milenio: lista de deseos

ƑQué economía para qué país?

1. Una economía capaz de sustentar la superación pronta y efectiva de la pobreza extrema y la desigualdad inicua que hoy caracterizan centralmente a México. Las organizaciones económicas no dan por sí solas ni equidad ni bienestar, pero unas son más favorables que otras para alcanzar esos objetivos de habitabilidad social de los que hoy carece México. La organización actual de la economía mexicana no puede sustentar esos empeños y, en más de un sentido, los niega y los posterga sin fecha.

2. Una economía en la que el dinamismo alcanzado en las exportaciones se traduzca sistemáticamente en empleo creciente y bien pagado. Hoy la organización económica no ofrece esta posibilidad para el conjunto del país, sólo para unos cuantos y, en términos de salarios, seguridad, de modo muy insuficiente.

3. Una economía en la que las exportaciones no dependan de manera tan directa y pesada en las importaciones. Sólo así, la inserción en la nueva economía internacional será socialmente virtuosa para México. Hoy, no lo es, y políticamente resulta cada vez más difícil mantener la pauta actual, sólo con base en promesas sin plazo de cumplimiento, o convocatorias a una responsabilidad económica que desde el punto de vista social es un llamado a la resignación.

4. Una economía vinculada a un Estado fiscal que, en realidad, México no ha tenido nunca. Respecto de la cuestión fiscal, que es decisiva para la construcción de un Estado moderno y una sociedad habitable, la economía mexicana ha servido y sirve más que nada como pretexto negativo: no a los impuestos, porque el capital se va; no al gasto, porque hay déficit y el capital se va; no a la deuda, porque no nos prestan, pero si la buscamos pierden confianza en nosotros y el capital se va. La economía, en esta prespectiva, es una economía salvaje y primtiva, que vive de la expoliación de los recursos naturales y del saqueo de las ventas que algunos de estos producen. El caso de PEMEX sigue ahí, como una acusación permanente contra una organización económica voraz y a fin de cuentas tonta: al sangrar a PEMEX como lo hace, todos los días acaba con su propio futuro.

5. Por último, pero no al último. Una economía imbricada en un tejido financiero del que México hoy carece. Sin crédito no hay economía moderna y sin banca no hay crédito. La proeza de la hora, de tener crecimiento económico sin financiamiento bancario nos condena a un dualismo inaceptable y destructivo. A una sociedad sin milenio.