Héctor Tamayo
Hasta siempre, Valentín

Ayer 25 de noviembre, a la edad de 95 años murió Valentín Campa, uno de los mexicanos más valiosos del siglo XX. Nacido en Monterrey el 14 de febrero de 1904, su vida estuvo vinculada a los hechos más importantes del siglo. Según su autobiografía publicada en 1978, Mi testimonio. Memorias de un comunista mexicano, desde su primera infancia le tocó presenciar en Torreón los terribles hechos de la Revolución. ``Toda mi instrucción primaria (1910-1916) transcurrió en el ambiente de la guerra civil''.

Primero fue petrolero y luego ferrocarrilero. En 1926-27 participa en la huelga del riel en contra del control que ejercían en el gremio Morones y Calles. Bajo la represión antiobrera callista toma parte en la organización de los sindicatos independientes para formar la Confederación Sindical Unitaria de México, que habría de fusionarse con la CTM en 1936. El ascenso del movimiento obrero de aquellos años lleva a la confrontación entre Cárdenas y Calles. Cárdenas defiende las demandas, el derecho de huelga y la libre organización de los obreros. Calles es expulsado del país.

Dos años después se intenta la formación de un Sindicato Unico de los trabajadores petroleros y la igualdad de salarios y condiciones laborales en todas las empresas petroleras extranjeras. La historia es bien conocida: ante la intransigencia antiobrera de las empresas, el desacato a la Suprema Corte de Justicia y al presidente de la República, Lázaro Cárdenas comete el mayor sacrilegio que es posible concebir hoy, según la ortodoxia de los funcionarios que nos gobiernan: ¡expropia a las compañías extranjeras!

En toda esta historia, la presencia de Valentín Campa está presente desde abajo, es decir, desde el movimiento social, sindical y obrero. En 1948 Miguel Alemán realiza el asalto al Sindicato Ferrocarrilero, el último sindicato nacional de industria independiente, para acabar así de corporativizar el movimiento obrero. Su instrumento es el charro Díaz de León, quien gustaba de la charrería y cuyo mote quedaría vinculado a todos los dirigentes sindicales espurios. Valentín resiste al charrazo, lo cual le ha de costar más de tres años en Lecumberri.

En 1958-59 participa, al lado de Demetrio Vallejo, en la gran huelga ferrocarrilera, el más importante intento por romper el control corporativo del Estado sobre los sindicatos. Demetrio fue a la cárcel 11 años y Valentín volvió a ella, en esta ocasión por más de 10 años. En total, Campa fue a prisión 12 veces y estuvo 14 años tras las rejas. En su libro, él señala que fue preso político de todos los presidentes desde Calles hasta López Portillo, con excepción de Lázaro Cárdenas. Vale la pena recordar que entre las demandas del movimiento estudiantil de 1968 se planteaba la libertad de Valentín Campa y Demetrio Vallejo, así como la derogación del artículo fascista de disolución social por el cual estaban condenados.

En 1979, por primera vez llega una fracción comunista a la Cámara de Diputados, de la cual Campa forma parte. Tuve el privilegio de ser uno de los más cercanos colaboradores de Valentín durante los 13 últimos años de su vida activa, antes de que la enfermedad que lo llevó a la muerte le impidiera continuar con ese intenso ritmo de trabajo que siempre lo caracterizó. Constantemente viajábamos al interior del país para tomar contacto con los movimientos sindicales.

Nunca consideró que el partido político y el movimiento social pudieran estar desvinculados, ni que el movimiento social debiera estar al servicio del partido. Tampoco admitía que los dirigentes partidarios y los diputados permanecieran en sus oficinas y curules sin vincularse a los movimientos ciudadanos de todo tipo.

Al margen de coincidir plenamente con todos sus puntos de vista, lo que cuenta es que, como muy pocos militantes de la izquierda mexicana, Valentín se sentía obrero, pensaba como obrero y actuaba en consecuencia. La coherencia entre su práctica y su pensar, entre su ser y su actuar es la herencia moral imborrable que nos deja. Hasta siempre, Valentín.