Ante la demostración estadística de que el público está compuesto en su mayoría por jóvenes, un buen porcentaje del producto hollywoodense ha encontrado en la preparatoria el escenario ideal para muchos de sus argumentos. Así, hemos sufrido el embate de incontables enredos amorosos entre pubertos -desde la bobería fresa de Ni idea hasta la falsa sofisticación de Juegos sexuales-, así como la ola reciente de horror adolescente que podría resumirse como Gritos de leyenda urbana en la facultad de perturbados del verano pasado, por no mencionar a todos los hijos de Porky's, las comedias machistas sobre la urgencia de perder la virginidad.
En ese contexto, resulta refrescante algo como La trampa, segundo largometraje de Alexander Payne. Autor de esa virulenta comedia Citizen Ruth (1996, nunca exhibida aquí), sobre cómo una disfuncional mujer embarazada se vuelve objeto de una pugna entre diferentes bandos en relación al aborto, Payne se ha revelado como uno de los escasos practicantes de la sátira social en Hollywood. Por ello, se aparta de los lugares comunes y utiliza a una preparatoria típica como un microcosmos para describir una serie de actitudes propias de sus conciudadanos.
La historia es contada desde el punto de vista de Jim McAllister (Matthew Broderick, en estupenda forma cómica), el maestro de civismo que llega a odiar la patológica vehemencia de Tracy Flick (Reese Witherspoon), una ambiciosa alumna cuya relación amorosa con otro profesor ha provocado su despido. Aunque McAllister también le trae ganas, reconoce el peligro de una joven dispuesta a cualquier cosa para ser votada presidente del gobierno estudiantil. Con tal de obstaculizar su objetivo, el maestro anima la candidatura del popular futbolista Paul Metzler (Chris Klein), tan buenote en un sentido menso que considera incorrecto votar por sí mismo. Como ese voto resulta decisivo para el triunfo de Tracy, McAllister decide hacer trampa (para no variar, anunciada por el título en castellano).
Sin llegar a la rabiosa misantropía de Todd Solondz, Payne lanza una mirada burlona a sus personajes. Interpretada por Witherspoon como un pay de manzana envenenado, Tracy es la encarnación misma del espíritu republicano, una amenaza moderna que ignora la diferencia entre la ética y la moral, según pregunta su maestro, porque no pretende ejercer ninguna de las dos en su camino al poder político. Por supuesto, nada va a impedir que se salga con la suya, pues ese es el tenor de los tiempos.
Al mismo tiempo, el realizador y el coguionista Jim Taylor son bastante crueles con el protagonista. Su pobrediablismo está subrayado por la patética pero hilarante secuencia en que trata de seducir a la esposa de su colega despedido, y acaba humillado, puesto en evidencia y con el ojo hinchado por una picadura de abeja. Si acaso, Payne reserva su simpatía para el personaje de Tammy (Jessica Campbell), la hermana lesbiana de Paul, cuya marginalidad le permite reconocer lo demagógico de las elecciones y asumir una actitud subversiva.
La trampa apunta su mala leche en varias direcciones y, por lo general, da en el blanco. Sin embargo, la malicia de sus descripciones no parten del desprecio o de una actitud de superioridad, cualidad que se confirma en los momentos finales. McAllister acepta su derrota con filosofía pero se permite un simbólico acto de venganza. Payne está del lado de los perdedores y eso equivale, en el cine hollywoodense, a una saludable postura crítica.
La trampa (Election, EU, 1999)
D: Alexander Payne/ G: Alexander Payne, Jim Taylor, basado en la novela de Tom Perrotta/ F. en C: James Glennon/ M: Rolfe Kent/ Ed: Kevin Tent/ I: Matthew Broderick, Reese Witherspoon, Chris Klein, Jessica Campbell, Mark Harelik/ P: MTV Films, Bona Fide Productions. EU, 1999.