Astillero Ť Julio Hernández López
Juan Ramón de la Fuente es, de entrada, un rector con más fuerza política que su antecesor, Francisco Barnés.
Más fuerte no sólo por el hecho de provenir del gabinete presidencial (y no de una discreta oficina descentralizada, como sería el Instituto Mexicano del Petróleo, cuya dirección ocupaba Barnés antes de ser llevado a la UNAM), sino también por la relación personal que mantuvo con el presidente Zedillo en diversas giras de trabajo (en las que era evidente la buena relación entre ambos, casi siempre demostrada mediante la elaboración de gracejadas con cargo al doctor De la Fuente), y en especial por la confianza entregada por el mandatario a su secretario de Salud para la atención institucional, y política, de asuntos de damnificados por desastres naturales, confianza que en más de una ocasión provocó fricciones entre funcionarios, uno de ellos Carlos Rojas, que fue titular de Desarrollo Social y a quien se llegó a retirar la coordinación del auxilio federal en materia de asistencia a desvalidos por ciclones y otras desgracias me- teorológicas, para dejarla en manos de la Secretaría de Salud.
La fuerza política de De la Fuente le ha permitido, a tres días de haber tomado posesión de la rectoría, sorprender a los paristas de la UNAM con la propuesta de dialogar de manera pública el próximo lunes 29, en el Palacio de Minería. Un rector acorralado, sin capacidad de lograr anuencias superiores para dar pasos audaces, constreñido a la resolución de lo inmediato, sin posibilidad de construir e imaginar escenarios y salidas a la crisis universitaria, lo único que estaría haciendo sería descontar hojas al calendario en espera de que terminara su ciclo útil.
Pero, paradójicamente, la fuerza y la talla políticas de De la Fuente pueden volverse en su contra si no logra respuestas más o menos rápidas, y más o menos trascendentes, al empantanado conflicto de la UNAM. Es decir, si De la Fuente, desde su privilegiado posicionamiento político, simplemente remoza los puntos discursivos de su antecesor, Barnés, y no da pasos importantes adelante, entonces podría comenzar un proceso peligroso de desmoronamiento político, de desencanto y de desesperanza.
Es muy importante el hecho de que De la Fuente tiene absoluta claridad en la inviabilidad del uso de la fuerza pública en el caso universitario, y su determinación de escuchar a todos los actores del conflicto y buscar mecanismos conciliatorios. Pero no ha debido esperar demasiado tiempo para confirmar que hay demasiados intereses políticos, partidistas y electorales en el asunto de la UNAM.
La corriente del poder público que lleva con ritmo sostenido al país hacia los terrenos de la guerra sucia, de las provocaciones políticas, del endurecimiento institucional, volvió a dar muestras de su enojo ante cualquier indicio de resolución sensata del paro universitario: mientras De la Fuente se preparaba para su diálogo público del lunes, y mientras se esforzaba por escuchar al mayor número posible de opinantes calificados sobre el conflicto, una activista del Consejo General de Huelga era violada, luego de ser subida a la fuerza a un automóvil sin placas, de vidrios polarizados y, con ello, se generaba la reacción enérgica de sus compañeros que, por tal motivo, cerraron el paso a vehículos durante más de una hora en la avenida Insurgentes.
Tales provocaciones no son, sin embargo, las únicas. El ala radical del movimiento parista parece poco dispuesta a abrir vías sensatas de negociación política, y está más bien convencida de la importancia de sostener hasta la eternidad la exigencia rígida del cumplimiento de sus demandas originales.
Deseoso de seguir en la Ssa hasta el final del gobierno zedillista, De la Fuente fue movido de última hora a la rectoría luego que miembros de la Junta de Gobierno vetaron a José Narro Robles, el subsecretario de Salud a cuya carta había apostado el grupo de De la Fuente. De la propia fuerza política original que había acumulado en el gabinete, y de la circunstancia de sacrificio político en la que fue empujado a tomar la rectoría, el médico siquiatra que anunció fallidamente el fin de los candados priístas -a instancias del presidente Zedillo-, el mismo que según el propio mandatario no es capaz de curar una gripe, hoy tiene frente a sí el caso más delicado de su carrera profesional.
Astillas: Que Roberto Madrazo ya está en el país; que trae un brazo en cabestrillo, pues le operaron de una mano; que este jueves presentará su solicitud de licencia definitiva al gobierno de Tabasco, para que Víctor Manuel Barceló sea nombrado gobernador sustituto; que antes hablará con el presidente Zedillo; que después seguirá trabajando, en el PRI, con la idea de su corriente política personal y del canje de los votos del 7 de noviembre por candidaturas a puestos legislativos... César Camacho, el gobernador que se despidió del cargo en el estado de México regalando relojes Longines a diputados, presidentes municipales, amigos y conexos, pasó ahora de la secretaría técnica del consejo político nacional del PRI (en la que duró unos cuantos meses) a la subsecretaría de Gobernación que había dejado Jorge Alcocer. Camacho, ya en Bucareli, querrá convencer a los opositores al PRI de que no actúa como priísta, mientras Alcocer, ya en campaña con Labastida, querrá convencer a los priístas de que tampoco es priísta... Son significativos los manoteos sobre la cartera que escenifican diversas fracciones del llamado Partido Verde Ecologista de México, el negocio familiar de Jorge González Torres... El senador Cuauhtémoc Sandoval viajó como representante personal de Cuauhtémoc Cárdenas al segundo Congreso del Partido de los Trabajadores de Brasil, que se celebrará en Bello Horizonte, ciudad de aquel país sudamericano, de ayer y hasta el próximo 28... Dos lectores emiten críticas, que se agradecen, a esta columna. Manuel Guillén, por considerar que, en Astillero, las ``críticas al priísmo no llegan al fondo'', las siente ``demasiado débiles, como si quedaran a medio camino''. Este redactor se ha burlado de los 10 millones de votos del 7 de noviembre, ``pero -reclama el lector- no nos ha dicho, no nos ha detallado, cuál fue la trampa, en qué consistió el truco''. Y así, por ello, se pregunta, entre otras cosas: ``¿no cree usted que si no llega al fondo de sus críticas, sus lectores podemos llegar a pensar que escribe `medio mal' sobre el PRI con tal de que se hable del PRI en un diario como La Jornada?''... Otro lector, que se identifica y es conocido de este tecleador, comenta con buen ánimo: ``En ocasiones apareces como un moralista político, semejante al Mayor Inquisidor'', y dice que con frecuencia se satanizan aquí las naturales ambiciones de los políticos. ``Simplemente chamuscando a esos políticos -agrega el lector, que no es priísta- no ayudas a los lectores, ni siquiera a la moralización de la política. Con frecuencia, pareces un Torquemada con escopeta.''
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