La Jornada domingo 21 de noviembre de 1999

Marco Rascón
El trabajo y la ciudad

Cuando la Sociedad de Mont Pelêrin * concibió el nuevo orden social basado en la libertad absoluta de la oferta y la demanda, sustituyó de un plumazo el concepto marxista y humanista que considera al trabajo como el valor fundamental de la riqueza social y de las naciones. Bajo esta premisa, el capital ya no tuvo como origen el trabajo, sino solamente el mercado y el valor de cambio, dando lugar a que la especulación financiera y las economías virtuales tuvieran una justificación ética.

El efecto de la filosofía neoliberal en grandes metrópolis del Tercer Mundo, como la ciudad de México, fue devastador en todos sentidos, y modificó el orden social tradicional, así como la tendencia del crecimiento. Las fuentes de empleo fueron modificadas e incluso li-quidadas en aras de la modernización, y así tuvimos como resultado, desde hace 20 años, la decadencia y estancamiento de nuestros corredores industriales del norte de la ciudad; la actividad de pequeñas y medianas industrias del centro y el oriente, que incluían a Tepito, la Morelos y Balbuena. La ciudad de México entró en contacto con la globalización a través de Santa Fe como parte del Primer Mundo, y desde Tepito como oportunidad para los que viven la globalización desde el Tercer y Cuarto mundos.

La economía informal se convirtió al mismo tiempo en la enfermedad y en la medicina del mal, y se incubó en todo el espacio público de la ciudad, dándole ingresos a los mismos que habían sido desplazados de la industria y el trabajo asalariado.

El golpe más importante, no obstante, fue la destrucción del trabajo, como el valor más importante y el eje para sustentar el desarrollo social y de la ciudad como un todo.

La ciudad, para sobrevivir, requiere revolucionar el orden social y regresar al trabajo como el eje principal para la planeación, proyectar el desarrollo urbano y
orientar la aplicación del presupuesto. En este sentido, se requiere que las colonias, barrios, pueblos y unidades habitacionales, que son unidades territoriales de trabajo y convivencia, sean atendidos a fin de elevar la calidad de vida y fortalecer el tejido de solidaridad social. Las decisiones de ahora serán la siembra para el año 2006, en que concluiría el gobierno local que elegiremos en el 2000 y el cual tiene la responsabilidad de ampliar la base social de la población segura y feliz, pues de ella depende la gran fuerza social que impulse el cambio del orden social y democrático.

Visto desde la lógica de mejorar las condiciones de vida y de trabajo, el transporte público debe ser municipalizado, para que cumpla la función de integrar a la ciudad en su conjunto en un estándar de vida más elevado y le dé coherencia a toda la fuerza laboral que trabaja pero no vive en el DF, y viceversa: que vive pero no trabaja en los municipios conurbados.

Por último, y como parte de una nueva organización del trabajo, la jornada de seis horas no sólo es una defensa de la dignificación del trabajo, sino una medida en contra de la concentración del ingreso, el empleo productivo y la economía basada en la especulación financiera.

Una ciudad basada en el trabajo le debe dar importancia esencial a la cultura y el esparcimiento, pues ahí se puede medir el nivel de la calidad de vida de la gente trabajadora y sus familias. Desde esa perspectiva es posible ver la condición de la mujer, la juventud y la población pensionada y jubilada que ahora, ante los parámetros de las leyes del mercado, son desechos o una materia prima abundante carente de valor.

Para un nuevo orden con base en el trabajo, se requiere de una revolución del orden social y productivo, que emprendan los sindicatos, las empresas, las unidades territoriales, los barrios, colonias y pueblos de la ciudad; requiere una orientación del presupuesto hacia adentro de cada barrio, donde debe surgir una nueva idea de la justicia. Se requiere de una gobierno comprometido con una sociedad movilizada y una generación de legisladores comprometidos con nuevas leyes para una ciudad de nuevo siglo. Por eso, una tarea programática es el cómo hacerlo y, por eso, la tarea es emprender campaña hacia la Convención de la Ciudad, donde surja este compromiso por la ciudad de México. *

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* La Sociedad de Mont Pelêrin fue fundada en 1947 por Milton Fredman, Frederick Hayek, Karl Popper, Lionel Robbins, Mises, Schumpeter, entre otros. A esta reunión se le considera la fundadora del neoliberalismo económico y el pacto contra el humanismo económico de Marx y el keynesianismo que dio sustento a la socialdemocracia.