Angeles González Gamio
Religioso varón de muy buena presencia y rostro
Eran términos con los que se definía a fray Bernardino de Sahagún, añadiendo que "cuando mozo, lo escondían los religiosos ancianos a la vista común de las mujeres". Al conocer su vida y obra, se advierte que esta belleza exterior, se corresponde con la interior; indudablemente el noble varón tenía una alma hermosa, que explica la calidad humanista de sus trabajos, además de su inmenso valor intelectual.
Su labor ha sido profundamente estudiada por otro hombre de excepción: Miguel León Portilla; movido por la misma admiración y amor que llevó al fraile a conocer y preservar las "cosas humanas, naturales y divinas" de los antiguos mexicanos, León Portilla, las trae a nuestros días, descubriendo a los ojos del mundo ese extraordinario universo, de una gran espiritualidad, que nos heredaron nuestros antepasados indígenas y que por siglos permaneció en las tinieblas, excepto para algunos acuciosos investigadores, que lo destinaban a la discusión con colegas, y a los archivos.
Ahora no hay joven que no se asome a esa riqueza prehispánica, a través de La visión de los vencidos, esa obra conmovedora que nos permite ver la otra realidad y entendernos mejor. Esa es una de tantas riquísimas aportaciones que ha dado don Miguel a México y al mundo, pues la obra mencionada ha sido traducida a decenas de idiomas, convirtíendose en un autentico best seller.
Este año se conmemoraron los 500 años del nacimiento de Sahagún, lo que dio lugar a innumerables festejos, entre otros un ciclo de conferencias en el Museo de Antropología, impartidas por los mejores historiadores. Un congreso en España, en el pueblo donde nació el fraile, también llamado Sahagún. La secretaria de Relaciones Exteriores, Rosario Green, presidio la ceremonia en la que León Portilla dio una maravillosa charla sobre el conmemorado y se develó un altorrelieve, que representa a fray Bernardino con sus discípulos, colocado precisamente en el claustro del antiguo convento de Tlatelolco, donde estuvo el Imperial Colegio de Santa Cruz y otra ceremonia en Tepepulco, pueblo en el estado de México, donde realizó parte importante de sus trabajos.
Como culminación de los festejos conmemorativos se puede destacar la biografía de Sahagún, escrita por Miguel León Portilla y editada por la UNAM y El Colegio Nacional, libro indispensable para conocer al personaje, su obra y circunstancias, escrita en un lenguaje sencillo y ameno, que hace deleitosa la lectura, la biografía resalta la figura de fray Bernardino como pionero de la antropología, aspecto poco estudiado hasta la fecha.
Allí nos enteramos de mil cosas interesantísimas, entre otras, la extraordinaria labor que realizó en el Imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, sitio donde se realizó buena parte de la impresionante obra Sahaguniana. Emociona advertir cómo el fraile, cuyo interés primario por conocer la cultura originaria lo llevó a intentar acabar con las idolatrías, terminó siendo un admirador de buena parte de ella y de los propios indígenas. Platica con detalle de sus valores y talentos, de cómo se distinguieron como médicos, astrólogos, oradores y poetas. De los sabios y maestros de las escuelas, con grandes conocimientos de minerales, plantas y animales y de sus habilidades artísticas.
De su desempeño tras la conquista dice: "Tenemos por experiencia que en los oficios mecánicos son hábiles para aprenderlos y usarlos. También en los oficios de sastres, sederos, impresores, escribanos, contadores, lectores, músicos de canto llano y de órgano, tañer flautas, sacabuches, órganos, chirimias; en saber gramática, lógica, retórica, astrología y teología; tienen habilidad para ello y lo aprenden y lo saben, y lo enseñan y no hay arte ninguna que no tengan habilidad para aprenderla y usarla".
El libro nos brinda también el ambiente de efervescencia cultural de la España renacentista, en que se forma Sahagún, para pasar a su encuentro con el Nuevo Mundo y las innumerables dificultades que enfrentó con grupos de españoles, incluidos frailes de su Orden. Es impactante conocer su magno proyecto, que incluye investigaciones lingüísticas y trasvase conceptual del Evangelio y la doctrina cristiana al contexto indígena, así como su rescate de antiguos textos y otros testimonios indígenas, lo que se considera su máxima aportación. La obra concluye con una valoración del legado del ilustre fraile, a la luz de lo que fue en su momento y en nuestro propio tiempo.
Su lectura impone una comida especial para comentarla. Un buen sitio puede ser el restaurante El Malecón, en Venustiano Carranza número 9, ubicado en lo que fue un "brazo" de una importante acequía: presume por tal razón una de las fachadas más diminutas de México: no llega a cuatro metros. Delicioso el pampanito a la sal, desde luego con un buen vino blanco seco, como el Monopol, recomendado por el magnífico escritor Hernán Larra Zavala, experto en esa materia.