* Las apuestas, a todo vapor, aunque las instalaciones están inconclusas
Regresó la emoción al Hipódromo de Las Américas
* El acceso a las carreras inaugurales, privilegio para personas relacionadas con los inversionistas
Abril del Río * Con la misma pasión e impaciencia por las apuestas que en sus mejores épocas, como si nunca se hubieran cerrado sus puertas, excepto que ahora erigido en novedosas instalaciones aún en construcción, el Hipódromo de Las Américas emprendió ayer el camino hacia una nueva era.
Corazón del proyecto Centro de Las Américas, cuyos empresarios lo han planteado como un complejo de entretenimiento accesible a todas las clases socioeconómicas, el hipódromo ayer sólo fue para invitados especiales y unos cuantos que lograron colarse.
Aunque las tribunas no se llenaron, cientos de personas se quedaron impedidas de comprar boletos. "Sólo invitados o por ticket master, pero ya están agotados", se explicaba afuera.
Ni pensar en crisis económica. Aquello era el primer mundo -la mayor parte en obra negra-, o al menos la esperanza de vivirlo a través de los pura sangre y los cuarto de milla.
Todo ahí es lujo; largos pasillos expuestos como escenario teatral, un nutrido personal de seguridad y de recepción; ya adentro, las máquinas de apuesta de más avanzada tecnología, aunque casi todo el inmobiliario era improvisado, en el acto que marcaba el inicio de una pretemporada de tres meses, pues la reinauguración oficial se aguarda para el próximo 5 de febrero.
La mayoría de los invitados no eran los que frecuentaban la planta hípica de Sotelo hasta antes de su cierre, en agosto de 1996. Se trataba de todos aquellos involucrados con las firmas de inversionistas que hicieron posible el retorno de las carreras de caballos.
Con el sol a plomo y el cielo despejado, a las 13:25 volvió a escucharse el toque de salida, pero esta vez no fue un trompetero tradicional, sino el aliento de Ramona Madera, integrante de un conjunto de mariachi, quien anunciaba el retorno de las carreras, ya marcado minutos antes con una escueta ceremonia donde los empresarios rindieron los honores a la bandera nacional.
Ya dispuestos con sus números preferidos marcados en los programas de mano, aguardaban impacientes algunos apasionados de la apuesta, pero los ánimos se apagaron en cuanto inició la primera carrera.
Cientos de personas se quedaron con los billetes y las monedas de 10 pesos -apuesta mínima- en la mano. Se había caído el sistema en las máquinas del primer piso, así que sólo los de la privilegiada platea alta pudieron probar suerte en la justa inaugural.
šAaaarrancan!, volvió a rugir la voz oficial, de Jorge Sonny Alarcón, para la carrera de cuarto de milla con la que abrió el programa, que ganó Matipure, propiedad de Salvador Oñate, con la monta de Rubén Escalona.
Y por allá abajo, para la segunda se avivaron los ánimos. Vicente Flores Pérez, comerciante ambulante ufano de haberse colado, porque "no me podía perder esto; he pasado muchos años aquí, y aquí había que estar". Aunque no ganó ninguna de las carreras en las que apostó, afirma que "gracias al hipódromo pude construir mi casa".
Las quinielas empezaron a crecer con el espectáculo. Mientras que los ganadores de cada carrera eran premiados por alguna figura de la farándula, uno que otro embarcador aparecía por las tribunas animando a la gente con el pretexto de enseñarles a distinguir las cualidades de los ejemplares que se
veían en los folletos.
Glory Six, con Juan Carlos Andrade en el lomo y propiedad de Alfonso Patiño, fue el campeón de la esperada estelar, que repartió un millón de pesos.
Pero la pasión de las apuestas no terminaría ahí. A los aficionados, empresarios, damas, juniors con todo y puro, los esperaban las cómodas y vistosas instalaciones del bingo y las del book, donde de ahora en adelante podrán cruzar apuestas por televisión en los deportes profesionales: futbol americano y soccer, basquetbol, golf, tenis, hockey, tenis, Fórmula Uno y beisbol.
"Para todo habrá", diría tranquilo Carlos Petersson, director de la Administradora Mexicana de Hipódromo.