Ť LA MUESTRA
Los últimos días
La Fundación Shoah, en Estados Unidos, se ha abocado a la tarea de recuperar el mayor número posible de documentos visuales sobre el Holocausto, lo que incluye un conjunto de 50 mil entrevistas ųtestimonios de sobrevivientes y de responsables de persecuciones y torturasų y la constitución de un archivo con imágenes inéditas del exterminio de judíos en Europa. Los últimos días (The last days), de James Moll, es el tercer documental auspiciado por esa fundación, los anteriores fueron Sobrevivientes del Holocausto y Los niños perdidos de Berlín. Importa tomar en cuenta el propósito eminentemente educativo de esta iniciativa para entender la manera en que el cineasta aborda el tema del odio racial y sus consecuencias. La originalidad del documental de Moll reside en la elección de una situación muy específica (la suerte de los judíos en Hungría durante el último año de la segunda guerra), y la descripción minuciosa de cinco experiencias representativas, desde la vivencia de Irene Zisblattt, narrada en primera persona, hasta el testimonio de Tom Lantos, el primer sobreviviente que llega a ser diputado republicano en el Congreso estadunidense.
James Moll no rebasa sin embargo su propósito pedagógico, y la reflexión a la que invitan imágenes muy descarnadas del exterminio se disuelve paulatinamente en un anecdotario del horror y en la celebración de la tranquilidad recobrada. Las imágenes contundentes de ese horror quedaron plasmadas en el portentoso documental de Alain Resnais, Noche y niebla (Nuit et brouillard,) hace 33 años. Más recientemente, Claude Lanzmann preparó durante diez años (1976-1985) un excelente documental de nueve horas llamado Shoah, sin imágenes de archivo, simplemente con un conjunto de voces a partir de las cuales se construye una memoria colectiva del genocidio. Moll, quien sí utiliza imágenes inéditas, concentra su atención en un delirio que no analiza con vigor suficiente, el de la voluntad criminal que conduce a los nazis a intentar, en Hungría, una solución verdaderamente final al "problema judío" cuando ya Alemania se sabe vencida. El tema de la cinta es justamente la saña que caracteriza a cualquier crimen de odio.
Cuando una de las protagonistas indaga sobre la suerte de su hermana, desaparecida en una clínica médica nazi, el responsable de dicha institución le contesta con tranquilidad que ella sufrió probablemente la suerte de todos los demás, y en sus palabras no hay un asomo de remordimiento. Moll captura el estupor y la rabia impotente de la sobreviviente. Pero en lugar de enlazar esta indignación con la que provoca, medio siglo después, la persistencia de ese mismo odio, el director contrasta esa imagen con otras, más tranquilizadoras, de la paz espiritual alcanzada por muchos de los sobrevivientes. A esto se suma el homenaje reiterado a los Estados Unidos, la democracia perfecta; la visita guiada al museo del Holocausto, a los campos de concentración y a los cementerios; y una supuesta superación del recuerdo doloroso a través de la revancha procreadora: los diecisiete nietos de Tom Lantos, emblema de una resistencia ya un tanto inútil.