La Jornada domingo 21 de noviembre de 1999

Guillermo Almeyra
La ola conservadora

Mientras los movimientos sociales de todo tipo ųhuelgas obreras, luchas estudiantiles, movilizaciones ruralesų disminuyen en los países más industrializados, también en las elecciones y en la evolución interior de los partidos de masa de centro izquierda o de la izquierda tradicional se refuerzan en todos los países tendencias de derecha. Subsisten, sin duda, el movimiento de los Sin Tierra brasileño y la lucha de los indígenas en Bolivia, Ecuador, México, hay movimientos universitarios, como en la UNAM o en Italia, la izquierda radical (ex comunistas del PDS) crece en Alemania y la anticapitalista (la trotskista) llega a tener por primera vez representación parlamentaria en Francia, Portugal y Escocia, pero todo esto no define una tendencia dominante.

En las elecciones europeas y en la municipales italianas o españolas, en efecto, tanto Rifondazione Comunista como Izquierda Unida sufrieron una importante caída en votos y en porcentaje de sufragios, en el Partido Laborista inglés y en los sindicatos de las Trade Unions venció la derecha, en el gobierno y el Partido Democrático de Izquierda de Italia el curso es similar, y en las elecciones en Guatemala, El Salvador y en diversos estados mexicanos no ganaron las tendencias de izquierda, sino las más conservadoras. Incluso en el Partido de los Trabajadores de Brasil, Lula y la mayoría de la dirección optan por el llamado "realismo" de la tercera vía, los socialistas chilenos refuerzan su conciliación con los militares y la derecha; en Argentina los radicales, que son liberales conservadores, predominaron en los resultados sobre sus aliados nacionalistas; en Uruguay, en los votos del Encuentro-Frente Amplio se destacan los socialistas y los ex tupamaros, que tienen una línea destinada a tranquilizar a los militares y los banqueros mientras que los comunistas y los revolucionarios pierden votos o se estancan.

Incluso en los países de Europa oriental, donde el desastre del intento de desarrollo del capitalismo fue estruendoso y evidente y los partidos con mayor audiencia son los ex comunistas, éstos mezclan el chauvinismo con una política socialdemócrata ultramoderada. La charlatanería a la Giddens sobre la Tercera Vía se apoya precisamente en esta oleada conservadora y en el temor de la izquierda tradicional y del centroizquierda a hacer un balance de su pasado y de sus ilusiones, a revisar sus bases culturales, estudiar sus bases sociales y a formular propuestas anticapitalistas alternativas pues, según esos sectores, ellas los aislarían.

Se produce así un círculo vicioso, pues el temor a buscar una alternativa a la política del capital desmoraliza y deja sin respuestas a quienes esperan un cambio real y, por lo tanto, refuerza el conservatismo. Al mismo tiempo, esa evolución hacia la derecha provoca el repudio de los sectores más golpeados por la política neoliberal y los separa no sólo de esos partidos (a los cuales eventualmente votan), sino también de la política, reforzando así la derecha en el campo internacional y nacional.

Aunque parte de este fenómeno se deba a la ruptura de la relativa homogeneidad de las clases trabajadoras resultante de la mundialización y de las transformaciones sociales y culturales que la misma provoca, otra parte importante corresponde a la trahison des clercs (traición de los intelectuales) de que hablaba Julien Benda. O sea, a la ilusión de poder adecuarse a la dominación del capital financiero, que destruye el sector social de la intellighentzia y busca sólo técnicos a él funcionales y no intelectuales libres y, mucho menos, críticos.

De ahí la pobreza cultural y de iniciativas de los dirigentes políticos de centroizquierda y su falta de valor, así como la selección al revés que caracteriza a los aparatos partidarios, donde ascienden los más desprejuiciados y oportunistas del tipo de Massimo D'Alema.

Esta situación, en nuestro continente, da margen a los movimientos caudillistas primitivos cuya característica esencial es prescindir de partidos e instituciones para establecer directamente un contacto con el "pueblo", al que reducen a simple masa homogeneizada por la figura prepolítica del "líder". También en esto hay un parecido a la situación imperante en la segunda mitad del siglo pasado. Al mismo tiempo que hay un costoso retroceso, se despeja quizás el camino para un avance. Lo cierto es que hay un cambio y hay que volver a estudiar la izquierda.

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