Astillero Ť Julio Hernández López
La caída de Roberto Albores Guillén tendría cuando menos tres consecuencias importantes para el binomio PRI-gobierno federal:
a) En lo inmediato, le daría a Roberto Madrazo un buen pretexto para aparecerse mañana sábado en la toma de protesta de Francisco Labastida como candidato presidencial (la cabeza en bandeja de Albores, el principal ejecutor de las inequidades que a conveniencia denuncia el tabasqueño);
b) La recomposición política de una entidad profundamente dañada por los excesos personales de un gobernador que ya no es útil para el sistema, instalando de paso, como interino del interino del interino, a una avanzada (Vicente Homero Granados, ¿quién?) del nuevo poder constituido por Labastida y por Esteban Moctezuma, que tendría como tarea la construcción de inmediato de un dique al crecimiento del candidato independiente a la gubernatura, Pablo Salazar, y la apertura del camino para el futuro candidato priísta (Sami David David, o César Augusto Santiago) y, de una manera sensata, sin efecto de boomerang, al propio Labastida, y
c) La oportunidad de crear, a todo vapor, un escenario virtual de pulcritud y prudencia para que, cuando llegue a México la titular del Alto Comisonado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mary Robinson, pueda dialogar en Chiapas con un personaje que cuando menos, al tener su expediente en blanco, y las manos apenas con pocas manchas (es decir, todavía sin sangre), no genere de entrada rechazo y conflicto.
El Nerón del Sureste
Sin embargo, la operación política diseñada por el eje aliado Los Pinos-Bucareli-Insurgentes Norte, se topaba hasta la noche de ayer, cuando se redactaba la presente columna, con el acto supremo de rebeldía del Nerón del Sureste, quien se resistía a dejar la silla principal de Tuxtla Gutiérrez, tal vez recordando el ejemplo de Roberto Madrazo en 1994, cuando se negó a acatar la instrucción presidencial de abandonar el gobierno de Tabasco.
Albores Guillén, conviene recordarlo, no llegó al gobierno de Chiapas por lo que podríamos convenir en llamar elección popular, sino como una imposición del centro del país, ordenada por Los Pinos y concebida e impulsada por el entonces secretario de Gobernación, Francisco Labastida, quien desplegaba en ese tiempo la política de endurecimiento respecto al problema de los zapatistas insurrectos (endurecimiento promovido por Adolfo Orive, entonces ideólogo para Chiapas, que ahora pretende serlo para el resto del país, como estratega básico de Labastida y como temprano buscador de la próxima Secretaría de Gobernación).
El hombre que anoche se defendía atrincherado en Tuxtla Gutiérrez, moviendo membretes y fuerzas de acarreo para oponerse a la decisión centralista de deponerlo, llegó al cargo como interino del anterior interino, Julio César Ruiz Ferro, a quien la matanza de Acteal echó fuera del gobierno al que había llegado en lugar de Eduardo Robledo, el gobernador originalmente instalado en el Palacio de Gobierno aunque con tales impugnaciones que a los pocos meses debió pedir licencia por tiempo indefinido e irse a Argentina de embajador, de donde le trajo hace pocos meses el propio promotor de su salida de 1994, Esteban Moctezuma, quien ahora le consiguió la titularidad de una secretaría que está condenada a la desaparición, la de la Reforma Agraria, pero que es usada como estación de paso (sobre todo en términos electorales) rumbo al 2000.
Lo que usted ordene, jefecito
Instalado por el labastidismo, Albores Guillén ha sido hasta ahora obediente y cumplido. Se le instruyó para que provocara y aislara a los zapatistas y así lo hizo, desafiante, belicoso, dictatorial: municipios autónomos desmantelados, observadores internaciones perseguidos y expulsados, grupos paramilitares protegidos y financiados, coletos y antizapatistas civiles promovidos y premiadosÉY, en el terreno priísta, ni hablar: le dijeron que debía ganar Labastida y así quiso hacerlo, al costo que fuese, atropellando, dejando evidencias públicas del apoyo oficial otorgado, aplicando la estructura institucional en pleno.
Lo malo, y allí comenzaron sus problemas, fue que se le pasó la mano: quiso hacer ganar de manera tan aplastante a Labastida que congregó la atención nacional en torno a su persona, se ganó dos amonestaciones, una privada y una pública, por desvirtuar el supuesto sentido democrático de la elección interna del PRI, y obligó a que, para evitar suspicacias, y para darle satisfacciones a Roberto Madrazo, los mapaches recibieran la peculiar instrucción de hacer ganar en la mayoría de los distritos electorales al tabasqueño (así, siendo el ganador, ¿cómo se quejaría Madrazo?).
¿Quién ganará el duelo de pendejos?
(Y, antes de esas compensaciones mapacheriles, en una pifia que le ha costado muy caro, se peleó a mentadas de madre y duelo de pendejismos con varios diputados locales, entre ellos con el entonces presidente de la Gran Comisión del Congreso, Oscar Alvarado Cook, quien le está asestando, por instrucciones precisas del centro, la puñalada tal vez definitiva, al organizar a un grupo de siete legisladores que han formado una corriente interna adversa al mando de Albores, con lo que se ha justificado la petición superior hecha al rejego interino para que deje el cargo ``por riesgos de ingobernabilidad'')
Ahora, Albores Guillén ya no es útil para el sistema sino que, al contrario, resulta incómodo. Por ello, debe irse. No por todo lo malo que ha hecho, sino porque hoy así le conviene al PRI. Sin embargo, el Nerón del Sureste prefiere incendiar Tuxtla Gutiérrez consigo mismo. Dice, mientras tañe su lira, que él fue electo para gobernar Chiapas hasta el 8 de diciembre del 2000. Mientras tanto, mantiene en tensión la capital del estado: transportistas obstruyendo vías de circulación en defensa de ``su'' gobernador, y para hoy y mañana se anuncian manifestaciones múltiples de pagados apoyos (con fondos del erario, desde luego) a sí mismo.
Mientras tanto, están en lista de espera, atentos a conocer el desenlace del nuevo escándalo desquiciado de la política chiapaneca: Roberto Madrazo, que necesita algo para no llegar con las manos vacías a la reunión sabatina de toma de protesta del candidato (ahora sí) oficial del PRI a la Presidencia; el propio Labastida, y Moctezuma, que ya desean comenzar a organizar la estrategia electoral con baraja nueva, y la señora Robinson, que a los derechos humanos ya violados en Chiapas podría agregar a su lista original otros elementos de agravio público y de peligrosa provocación, en caso de que persista en el poder el citado Albores Guillén.
Astillas: Este país todavía no ha llegado a la excelencia institucional y cívica que permita otorgar al partido en el poder un triunfo importante por la diferencia de tan sólo 22 votos sin que haya una reacción enérgica, y creíble, del partido opositor. En Pachuca, el peso del caciquismo, del dinero público, y de la manipulación oficial generaron muchos más votos a favor del PRI que los que hoy pretenden contar como diferencia en contra del PANÉEl epitafio de la tumba del ``nuevo PRI'' podría llevar la deliciosa frase pronunciada ayer por Alberto Juárez Blancas, el líder de la CROC que apoyó en la campaña interna presidencial a Manuel Bartlett: ``Somos los mismos. Los mismos viejos apachurrados, pero con mañas más finas y, por la experiencia que tenemos, vamos a ganar en el 2000''É