Elba Esther Gordillo
Lecciones

Muchas lecciones nos está dejando el intenso proceso político que vive el país y que muestra facetas de las que debemos extraer enseñanzas para avanzar en un camino que siempre es perfectible.

Por un lado, ha quedado claro que ya no se puede hacer política al margen de la gente, de sus intereses, de sus expectativas. Esto que parece una perogrullada no lo es tanto, toda vez que no siempre el ejercicio político tiene como su ingrediente esencial la participación ciudadana, ya sea porque los partidos políticos no han encontrado la forma de vincularse a ella o porque no motivan su participación al desplegar una oferta que poco le dice.

Los partidos políticos deberán encontrar las vías para que la gente sea parte de su vida cotidiana y no para que se acuda a ella únicamente para pedirle el voto, lo cual es un reto mayor toda vez que los ciudadanos han aprendido que su ventaja está en conservar esa característica. Desde la perspectiva ciudadana, su no afiliación política la convierte en el factor que decide la lucha por el poder, rol que no podría jugar desde la militancia partidista.

Es evidente que una sociedad que se sabe el elemento esencial en la lucha por el poder reclama ser adecuadamente informada y valorada, lo cual obliga a ofrecer aquello que será cumplido. Si bien ofrecer por ofrecer puede tener en el corto plazo impacto electorales positivos, es insostenible en el largo donde prevalecerá la seriedad por sobre el efectismo mercadológico.

La información adquiere así una característica novedosa, ya que cada vez se demuestra más que no basta copar los espacios sino que hay que nutrirlos con contenidos capaces de convocar a los ciudadanos. Ni la diatriba ni la descalificación tienen solución de continuidad, porque lo que la gente quiere es encontrar respuesta para sus problemas y no se muestra suficientemente interesada en las disputas personales.

Las diferencias deben resolverse al interior, desplegando plenamente la política y no dirimirse en público, no por un pudor moralino sino porque sus efectos tienen un altísimo costo político.

Resulta impensable retornar al método en que los asuntos públicos se resolvían en lo ``oscurito'', pero su extremo, dirimirlos en medio de la plaza pública y a gritos resulta quizá peor. Es entendible que se vaya de un extremo a otro en la etapa de aprendizaje, pero hay que superarla rápidamente.

Asimismo, actuar a partir de un hecho esencial: la política debe privilegiar la verdad por sobre la simulación y la mentira. De qué sirve negar con palabras, por más inteligentes y audaces que se quieran, lo que los hechos desmienten.

Si alguien resultó electo, lo más importante, más allá de apreciaciones personales o partidistas, es que ese haya sido el camino; el de los votos. Si los ciudadanos votan y eligen cada vez con mayor normalidad, es absurdo que los beneficiarios del método, los partidos políticos, pretendan invalidarlo. Ya como parte de la normalidad, el reto será buscar hacerse de esos votos, y no pretender que los hay de primera y los hay de segunda.

Finalmente, está demostrado que es cada vez más fácil anticipar los resultados electorales. Si los métodos predictivos han logrado tal eficacia ¿no será hora de emplearlo para impedir que la sobrada opinión que sobre uno mismo se tiene debilite la estrategia e imagen de un partido político? Lecciones todas de un enorme valor.

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