Ť Si el atleta no sabe asimilar el triunfo, éste te deslumbra y destruye: Silva
Nueva York, veta de oro para maratonistas mexicanos
Ť Con el dinero ganado, Salvador García construyó su castillo; ahora vende en la calle
Rosalía A. Villanueva Ť El Maratón de Nueva York ha sido la veta de oro para los corredores mexicanos que han ganado la prestigiosa carrera, pues no solamente lograron ser la punta de lanza en el ámbito atlético mundial en la Gran Manzana, sino que además obtuvieron jugosos contratos y ganancias millonarias que les permitieron asegurar su carrera deportiva y el patrimonio familiar.
De vendedor de naranjas en un puesto de Ecatepec, Germán Silva se convirtió en el único maratonista mexicano ganador en dos versiones ų94 y 95ų del maratón neoyorquino, al que describió alguna vez como la puerta al paraíso.
"Es como un sueño del que uno no quisiera despertar nunca. Ganas y te dan un trato de rey; andas en limousina, te entrevistan, te buscan los patrocinadores, te sientes la persona más importante del mundo, y si uno no lo asimila, ser ganador en Nueva York te deslumbra y te derrumba''.
Aunque muy difícilmente acepta hablar de los miles de dólares que le dejó el doble triunfo en la ciudad de los rascacielos, el maratonista nacido en Puebla y quien buena parte de su vida vivió en un rancho de Veracruz, aseguró que lo obtenido lo invirtió en la compra del terreno y edificación de las instalaciones que tiene cerca del Nevado de Toluca, donde realiza la mayor parte de su concentración para las competencias donde participa; dicho lugar también sirve de campo de entrenamiento para deportistas nacionales y extranjeros.
Proveniente de una familia numerosa (son 13), el fondista, casado con una sueca con quien ha procreado dos hijos, se compró dos casas, la más reciente en Los Cabos; los autos Mercedes Benz que ganó en Nueva York los vendió en Estados Unidos y la empresa deportiva que representa (FILA) le dio un Mustang convertible. "No es fácil llegar a la cúspide cuando se padece de hambre. Cuando era niño mi único trabajo era cortar la milpa y naranjas, y de subir y bajar los naranjales en el rancho, aprendí a correr''. (La Jornada, 1995)
Pese a ser doble campeón e invitado permanente en Nueva York, Silva nunca recibió el llamado presidencial, pero eso no molestó al corredor, quien no desaprovechó la oportunidad cuando estuvo con el entonces gobernador de Veracruz Patricio Chirinos para decirle que en su ejido no había electricidad. "Era lo único que podía hacer por mi pueblo, imagínate, toda mi niñez la viví entre velas y quinqués de petróleo'', confesó Germán, quien buscará la clasificación olímpica el próximo año en un maratón de Japón o de Estados Unidos.
De obrero en la empresa Altos Hornos de México, el coahuilense Andrés Espinosa también saboreó las mieles del triunfo en la ciudad de los rascacielos, cuando fue ganador en 1993 y, en aquella ocasión, el atleta sólo pidió a las autoridades gubernamentales que le ayudaran a realizar los trámites aduanales para traerse el Mercedes Benz que había ganado. El entonces presidente Carlos Salinas de Gortari le recomendó mejor que vendiera el auto, y así lo hizo el corredor.
La carrera deportiva de Espinosa, entonces un desconocido atleta de fondo, fue en ascenso después de conquistar Nueva York; así obtuvo su carta de cotización en billetes verdes con la que arribó a Boston al siguiente año, donde logró el segundo lugar implantando la marca mexicana de 2:07.19 que aún ostenta. El precio de la fama fue tan alto que después vino el declive.
Salvador García Melchor, mejor conocido como El Halcón Tarasco, es la otra cara de la moneda. Triunfador en 1991, lo que le dio el rango de sargento, la distinción como el mejor atleta del año y ser candidato a medalla en los Juegos Olímpicos de Barcelona, debió pagar cara la victoria neoyorquina.
En plena efervescencia de la justa catalana, el maratonista michoacano, quien se entrenaba con perros doberman, levantó polémica con sus declaraciones. Dijo que era un ferviente admirador de Sadam Hussein y Adolfo Hitler, y que antes de cada competencia debía tener sexo para correr mejor.
El Halcón causó baja en la milicia. Se desafilió del PRI para tomar la bandera del PRD y comenzó la otra batalla fuera de las pistas, autodefiniéndose como un luchador social por los derechos de los deportistas frente a la cúpula del Comité Olímpico Mexicano. Esta causa le ha costado pisar dos veces el Reclusorio Oriente, demandado por Mario Vázquez Raña, quien lo ha acusado por difamación y daño patrimonial por más de 10 millones de pesos a las instalaciones del CDOM.
Con el dinero y el auto ganado en Nueva York, Salvador construyó su casa con fachada de castillo cerca de el Ocotal; además, compró y después vendió una paletería en Tacuba. Actualmente está casado y es padre de una niña, y se le ve en las carreras de ruta, donde expende en el suelo ungüentos, cremas y vitamínicos.
La petición que le hizo la flamante ganadora, Adriana Fernández (quien le regaló su auto de 18 mil dólares a su entrenador Rodolfo Gómez), al presidente Zedillo, de ayudar a sus familiares indocumentados en Estados Unidos, causó estupor por el hecho de que fue pública. Además, hizo recordar la ocasión en que otra destacada corredora, Olga Avalos, que venía con primeros y segundos lugares en los maratones de Houston, Los Angeles y Nueva York, pidió al entonces mandatario Carlos Salinas que le diera trabajo a su esposo-entrenador, el estadunidense Brian Appel, en la Conade; de lo contrario, renunciaría a la nacionalidad mexicana para correr por Estados Unidos.
La duranguense recibió un apoyo de más de 643 mil pesos, y su esposo, quien contaba con una beca vitalicia de educación física, ganó 240 mil pesos. En 1994, la corredora, quien siempre figuró en las competencias donde se ganaba dinero, se fue quejándose de que en México no le daban apoyo, y optó por la ciudadanía estadunidense; en ese país terminó en el fracaso.
De las peticiones hechas por los deportistas a los presidentes en turno, resalta la que hizo el maratonista Dionicio Cerón a Zedillo en 1995, después de ganar la medalla de plata ųla únicaų en el Mundial de Gotemburgo. Cerón expresó una dura crítica a los directivos del deporte y, frente a Ivar Sisniega, titular de la Conade, le dijo al Presidente que nadie debía colgarse una medalla que "con esfuerzo y trabajo personal gané yo mismo''. Pidió mayor apoyo a los atletas, porque "los directivos sólo aparecen cuando hay reflectores''.