José Cueli
El ombligo de la UNAM

La semana anterior estuvo marcada, de manera singular, por eventos significativos en el acontecer nacional: la marcha del CGH y las elecciones del candidato del tricolor a la Presidencia de la República. Ríos de tinta corrieron en torno de los dos acontecimientos, con opiniones de la más diversa índole y ni qué decir del despliegue en los medios publicitarios, particularmente en los televisivos. Ante tales circunstancias, aparecía en el ambiente una sensación angustiante y confusa que sin embargo pareciera transpirar un dejo de algo vivenciado. De algo que es presente y no lo es, de algo ya sabido que no se sabe; enfrentándonos a la sensación del retorno de algo no venido, pero ya ocurrido.

Las escenas que observamos en el Periférico, el pasado viernes, impregnaban el espíritu de una presencia fantasmal, inasible, imprecisa y angustiante que arrastraba a evocar, entre otras cosas, el nudo-sueño freudiano donde los hilos del sentido se enmarañan haciendo imposible desenredarlos. Ombligo que es el no sentido y determina que los hilos del sentido se enreden justamente ahí, en el no sentido; tornándose así impenetrable, inalcanzable y, por tanto, el punto donde todo análisis posible se detiene como si topará con un muro infranqueable, enigmático. Amenaza de aparición de lo ominoso, lo siniestro (en el sentido freudiano), de aquello que retorna desde lo familiar, lo íntimo, pero que por eso mismo adquiere la característica de ominoso, ese ``algo'' que retorna desde la profundidad y tras el desgarro interno que provoca nos devela el vacío.

Vislumbramos escenas que parecían encarnar el tiempo ido, lo no venido, el revés del tiempo. Y, ¿qué es ese abismo aparecido no como cosa distinta de la espalda del tiempo, sino su sinónimo y su refuerzo? ¿Articulación siniestra en el futuro-anterior del mal radical? ¿Imágenes casi oníricas que se situaban en el margen, al margen del lenguaje, en lo fantasmal?

Fantasma que es silencio, que es el fondo de lo que es Otro, de toda diferencia, paradoja y ambigüedad, de la capacidad de todo término o pensamiento de invertirse en su contrario. Es en la perspectiva de este triángulo donde las palabras y las relaciones humanas estrechan sus vínculos recíprocos y enlazan sus condiciones de sentido. Es posible, porque de hecho ha resultado de vez en cuando posible, que los hombres crean y se ilusionen con agotar la capacidad de sentido de sus relaciones en sus conexiones personales definidas y naturalmente alcancen el límite extremo de la secularización mientras que se reducen a hombres sin sustancia. En realidad, aunque no lo sospechan, entre éstos se insinúa inevitablemente un triángulo.

Huella y diferencia como síntomas de fondo de este triángulo que, mediante sus eliminaciones y sus desesperadas distancias, articula la producción de las palabras, de su sentido, los desequilibrios responsables de los acontecimientos y las manifestaciones de la vida. Triángulo ignoto que impregna, de manera enigmática y silenciosa, todos los procesos sociales y los sucesos políticos, de igual manera que lo hace con cualquier rasgo de la existencia humana.