Alberto Aziz Nassif
El PRI y su domingo electoral
EL DOMINGO 7 DE NOVIEMBRE el PRI nos anunció que con varios millones de votos ha elegido a Francisco Labastida su candidato a la Presidencia. Los tres precandidatos perdedores reconocieron su derrota y se quedaron dentro de ese partido, con lo cual se canceló el escenario de ruptura que se rumoró, sobre todo para el segundo lugar, Roberto Madrazo. ƑSe trata de un éxito político?
Ya como ganador, el candidato oficial hizo su primera declaración política importante: desplegó el símbolo de separarse de Salinas y apegarse a línea de Colosio. Al mismo tiempo se confirman las tendencias electorales que habían anunciado las encuestas, el triunfo de Labastida, aplastante en el número de votos, porque fue en una proporción de dos a uno (con el cómputo de 83 por ciento de las casillas registradas se habían contabilizado más de 4 millones para el primer lugar y poco más de 2 millones para el segundo), pero más contundente en el número de distritos: Labastida ganó 273 de 300, es decir, 91 por ciento.
Con esos datos, el PRI demuestra varias cosas: el poder de su maquinaria electoral que operó de forma más o menos eficiente en todo el país, lo cual implica de hecho un ensayo general para la elección constitucional del 2000; se montó en una ola de discurso y legitimidad democrática, porque finalmente cambió la forma de elegir a su candidato y el experimento no le salió mal; con los riesgos que hubo durante el proceso, muchos o pocos, el resultado señala que los problemas quedaron asimilados y, a pesar de que en los próximos días se vea una feria de impugnaciones, el golpe político ya está dado: hay un candidato con legitimidad y se conservó la unidad partidista. Hoy puede presumir que su proceso fue más abierto y participativo que el de los partidos de oposición, y tendrá bases para demostrarlo. Esta es la parte de éxito.
Pero también existe otra parte problemática. Además de que se pueden poner en duda las cifras del proceso, como la sospecha sobre la gran afluencia de votantes que a simple vista no se vio en las casillas, el proceso del PRI tuvo una calidad muy pobre. Las reglas fueron impugnadas por tres de los cuatro candidatos; la mayor parte de las quejas no procedieron, ni fueron resueltas; los viejos mecanismos de la cargada, la línea y la manipulación operaron, pues al final de cuentas se trata de una cultura política que no cambia de la noche a la mañana; las propuestas de los precandidatos fueron muy vagas.
El PRI tiene candidato, pero no se sabe cuál va a ser su propuesta de gobierno ni en qué sentido no seguirá el camino de Salinas, como dijo en su primer discurso. Si partimos del supuesto de que Ernesto Zedillo ha seguido prácticamente la misma política económica y el mismo proyecto de desarrollo que se operó en el sexenio de Carlos Salinas, y también suponemos que hay una coincidencia entre Zedillo y Labastida, entonces podemos preguntarnos Ƒqué va a cambiar Labastida?
Durante la contienda interna se dio la rivalidad entre Labastida y Madrazo mediante una campaña en los medios. En ese sentido hay un dato interesante: Labastida fue el que más cobertura televisiva tuvo: los principales canales, 2 y 13, en el periodo que va del 16 de agosto al 3 de noviembre le dieron 5 horas y 46 minutos, por sólo 4 horas y 34 minutos de Madrazo; en cambio, el tiempo comprado fue inverso, Madrazo pagó 3 horas con 26 minutos y Labastida sólo una hora con 43 minutos (Reforma, 6/XI/1999).
Con esos datos se puede establecer que la jerarquía de medios puede ser más importante que la publicidad, y que esta última puede ayudar a subir a un candidato, pero no es factor determinante.
La oposición tendrá que repensar de nuevo sus debilidades estratégicas. Hoy, Fox y Cárdenas tienen frente a sí un candidato fuerte y ampliamente legitimado. En la fase siguiente los aspirantes y partidos tendrán que estar atentos a esa ciudadanía que votó sin ser priísta, porque lo consideró una oportunidad de participación; la conquista de ese voto volátil será la clave en el 2000. *