Angel Guerra Cabrera
Illinois y el bloqueo a Cuba

Con la reciente entrevista en La Habana entre Fidel castro y George Ryan, gobernador de Illinois, las fuerzas que se oponen en Estados Unidos al bloqueo contra la isla parecían arrebatar la iniciativa a sus adversarios por ahora.

Ryan, prominente personalidad republicana, es el primer gobernador estadunidense que viaja a Cuba desde que triunfó la revolución hace más de cuatro décadas. Pero esto, que ya es bastante, está lejos de dar una idea completa del significado de su visita.

La presencia del mandatario estatal en la isla consolida al medio oeste de Estados Unidos como protagonista en la formulación de la política hacia ese país, monopolizada hasta hace poco por la ultraderecha cubana de Miami.

Illinois es parte importante de esa región clave de la Unión Americana cuyos agricultores han estado buscando este año que se les autorice exportar sus productos a Cuba. Parecían a punto de conseguirlo hace unas semanas, cuando el Senado adoptó la enmienda Ashcroft, presentada por el legislador homónimo de Missouri, que luego naufragó ante una extraña maniobra de última hora de los líderes congresionales republicanos.

Pero se espera para estos días una nueva consideración de la enmienda en el Congreso, lo que resalta el cariz eminentemente político de la visita del gobernador.

En el tema cubano, Illinois no es cualquier otro estado de la Unión. Es el primero cuya legislatura en pleno acordó solicitar al Congreso de Estados Unidos el fin de la prohibición de la venta de alimentos y medicinas a la isla. El mandatario estatal llevó consigo una delegación representativa y cerca de 2 millones de dólares en ayuda, principalmente medicinas.

La presencia de grandes compañías en la comitiva -Archer Daniels Midland, Baxter International y la John Deere Foundation, entre otras- subraya su interés en un mercado que les está vedado actualmente. Illinois produce granos, carnes, electrónica y maquinaria que la isla necesita.

La presencia de Ryan evidenció palmariamente verdades obvias para los cubanos, pero sistemáticamente ignoradas en círculos oficiales de Estados Unidos y, con frecuencia, por sus medios de comunicación. El bloqueo de casi cuatro décadas, pudo comprobar el mandatario estatal, logra justo lo contrario de lo que Washington ha venido proclamando. Las sanciones someten a la población de la isla a durísimas privaciones y carencias, a la vez que le dan sólidos argumentos al gobierno en el diferendo con el vecino del norte.

Al percatarse de la carencia de medicamentos y equipos en un hospital infantil, un Ryan airado censuró que el pueblo y los niños de Cuba sean usados (por el gobierno estadunidense) como armas políticas.

Pero aún faltaba su reunión con líderes opositores y con embajadores en La Habana de países amigos de la Unión Americana. Después de hablar con ellos no pudo reprimir una durísima condena al bloqueo que, dijo, debe levantarse. Le habían expresado no sólo que éste a quien castiga es al cubano de a pie, sino que es el obstáculo mayor para la democracia en la isla. El repudio al bloqueo es tan unánime y sentido allí que difícilmente a ninguna figura pública, o con aspiraciones de serlo, se le ocurriría expresarse en términos muy distintos.

En una salida, que mal podría tranquilizar a los intransigentes de Miami, el gobernador también coincidió con los opositores en responsablilizar a Fidel Castro de los males económicos y políticos de la isla caribeña.

El pequeño grupo que desde la ciudad floridana ha tenido virtualmente secuestrada la política de Estados Unidos hacia Cuba, se opuso radicalmente a esta visita. No se llaman a engaño. Ven que el exilio cubano cada vez comulga menos con sus posiciones revanchistas y apocalípticas. Se dan cuenta que el mito del voto cubano-americano, supuestamente favorable al embargo, no puede durar mucho tiempo. Los ciudadanos estadunidenses ya no apoyan las sanciones, como se demostró en recientes encuestas. Saben que su supervivencia política depende únicamente de que se mantenga el clima de tensión entre Washington y La Habana y por eso no se cruzarán de brazos.

El viaje del mandatario de Illiois, qué duda cabe, ha sido un rudo golpe para ellos y sus aliados en la colina del Capitolio, pero aún queda mucho por andar -con o sin Castro- para lograr una normalización de relaciones con la isla caribeña. El levantamiento total de las sanciones -requisito esencial para esa normalización- parecería por ahora lejano.

Sin embargo, gestos como el de George Ryan acortan el camino hacia allá y abren nuevas puertas al diálogo y al entendimiento mutuo, pero también, aunque eventualmente, al comercio, por limitado que pueda ser en un principio. Otros -es de esperar- seguirán el audaz ejemplo. n

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