Ť A pesar del frío, 150 personas escucharon Cuentos para un fin de milenio


Maratón de lectura en un domingo político

Ť Aura, El Fisgón, Helguera, Dehesa, Poniatowska, Egurrola y Gutiérrez Vega, entre los lectores

César Güemes Ť Mientras Bocaccio, Chaucer, Montaigne, Poe, Gogol, Chejov, Babel, Kafka, Capote y Faulkner, hechos a las temperaturas extremas, desfilaban en la santa paz que los caracteriza por los alrededores del Parque de la Bombilla, los lectores que les prestaron voz y los escuchas que hicieron lo propio con los oídos buscaron la mejor forma de mitigar el frío que se apoderó de la ciudad este domingo.

Salvo muy contadas excepciones, lo cierto es que los participantes en el maratón de lectura Cuentos para un fin de siglo arriban al sitio, leen y se van.

No es para menos. Los 11 grados centígrados, que con el "factor congelación" parecen si acaso cinco o cuatro sobre cero, hielan suave y discretamente al público reunido en torno de una tarima y un equipo de sonido del que brotan cuentos.

Cien personas adultas, que llegarán luego a ser no más de 150 debido a las condiciones climáticas, evidenciaron ayer, desde poco más de las diez de la mañana, de la necesidad que tienen justamente las personas mayores de 18 años de escuchar un buen cuento.

Alejandro Aura, Rosario Ibarra, Rafael Barajas (El Fisgón), Germán Dehesa, Antonio Helguera, Julieta Egurrola, Fernanda Tapia, Elena Poniatowska, Hugo Gutiérrez Vega y René Villanueva son los encargados de las primeras cuatro horas de lectura ininterrumpida. Otros tantos personajes de la vida cultural del sur de la ciudad llevarán a buen término el maratón a partir de obras de Calvino, Saki, García Márquez, Updike, Chesterton, Borges, Tabucchi o Carver.

El agua fresca que parece de piña y la que parece de tamarindo son sinceramente desairadas por el personal que se mueve apenas de la silla que le tocó en suerte. El café, allá, un poco más lejos, será desde luego mejor recibido. A la vuelta del monumento a Alvaro Obregón, en cuanto la señora de las quesadillas de los domingos se posiciona, vuelan calientes las de queso, flor de calabaza, chicharrón, carne de res y tinga de pollo.

Los más atrevidos intentan bajarse el frío a pedalazos, a bordo de los cuatriciclos que se alquilan en la Bombilla. Otros agotan en minutos los elotes que llegan humeantes para expenderse en el sitio y así son consumidos.

La invernal lectura, organizada por el Instituto de Cultura de la Ciudad de México y la delegación Alvaro Obregón, consigue los varios objetivos que se desprenden del hecho: demostrar que en la urbe se gusta de las tramas de veras interesantes y no sólo de los dramones políticos o televisivos; que no hace falta ser un actor profesional para envolver al respetable con un cuento clásico; y que si el frío es señorón, es más señorón el que lo aguanta.