El conflicto universitario requiere desde hace ya muchos meses una salida que, por sus características, abra el camino de la solución. No es posible aceptar que a través de acusaciones sucesivas, conspiraciones inventadas y evidentes pretextos, se sigan creando obstáculos para una negociación que por fin lleve ese nombre.
La huelga de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es un problema nacional muy serio. Es inadmisible que se siga tratando con tanta superficialidad y torpeza. No hay salida pacífica evitando la negociación con los huelguistas, pero el rector Francisco Barnés y el gobierno federal consideran que es necesario eludir el pacto entre el Consejo General de Huelga (CGH) y las autoridades. ¿Cómo quieren entonces lograr que la huelga sea levantada? No hay, en ese esquema, más que la intervención de la fuerza pública, el desalojo, los encarcelamientos y después se verá qué más.
Sin embargo, el Presidente de la República se ha negado varias veces a usar la fuerza pública y, además, ha señalado que la comunidad universitaria se encuentra atomizada, que no hay consensos ni acuerdos. Barnés, por su lado, no representa a una parte considerable de la institución, como se ha demostrado en todas las ocasiones en que ha lanzado convocatorias. La contradicción de puntos de vista entre el rector y el Presidente no es menor a la que éste mantiene, por otro lado, con los agrupamientos del sector más permanente de la universidad que son los investigadores y profesores de carrera, quienes se encuentran más cerca de las demandas estudiantiles, mientras el Presidente las rechaza.
En realidad, el rector no ha caído porque el Presidente no está de acuerdo con la llegada de otro rector que conceda los puntos de los estudiantes en huelga, pero el go-bierno federal no podría sostener que Barnés ha actuado con diligencia en el conflicto. La apuesta en favor de la prolongación, aún mayor, del conflicto de huelga, resulta atractiva para los partidarios de la atomización de la universidad de México, de su transformación en diez instituciones diferentes y de la entrega de toda la investigación al gobierno federal a través del Conacyt. En este plan puede estar el rector y, quizás, el Presidente, al menos en un futuro próximo.
En el lado de los huelguistas existen algunos grupos que tampoco se preocupan demasiado por la prolongación del conflicto y, por ello, tratan de provocar situaciones de difícil manejo.
Pero el movimiento universitario de huelga, como tal, no podría sostenerse si la autoridad concediera las peticiones de los estudiantes. Así que el problema mayor no puede ubicarse en el lado estudiantil, por más que algunos grupos hayan asumido posiciones de fuerza.
La renuncia o destitución de Francisco Barnés de Casstro abriría una posibilidad que hoy se observa cerrada: crear una mesa de verdaderas negociaciones. Este es el elemento principal de los comentarios que se han vertido en días pasados sobre la separación del rector.
Si pronto se presentara una salida de la huelga, la máxima casa de estudios podría entrar a un proceso de discusión sobre su propia crisis. La huelga de hoy ha impedido un debate a fondo sobre el estado que guarda la Universidad Nacional Autónoma de México y las alternativas posibles, ya que todo se concentra en lo inmediato, en las escaladas, en los argumentos sobre temas ciertamente fundamentales, pero tratados de manera parcial.
Suspender o abrogar (técnicamente es lo mismo) el reglamento de pagos, dejar en suspenso el famoso Ceneval, abrir una nueva discusión sobre el pase automático y abandonar la pretensión de encarcelar o expulsar a estudiantes, no parece un precio demasiado grande para superar una larga y dolorosa huelga universitaria, si todo lo anterior es completado con la convocatoria a un congreso universitario que, para serlo de verdad, tendría que ser resolutivo, pues no se conocen los de otro carácter. Tendríamos que imaginarnos un rector sentado en la mesa de negociaciones, acompañado de otros funcionarios y miembros del Consejo Universitario, discutiendo con los representantes estudiantiles las condiciones para el levantamiento de la huelga. Es decir, tendríamos que imaginarnos una situación de normalidad cuando se ha presentado un acontecimiento anómalo: la paralización de las actividades docentes. No se requiere demasiado para ello.