Novedosos cauces democráticos se advierten al interior del Partido Revolucionario Institucional. Y eso abre, también, otras perspectivas para la vida institucional mexicana. El debate realizado en su momento entre los cuatro precandidatos, quienes aspiran a representar al PRI en busca de la Presidencia del año 2000, es indicativo de que las cosas van en serio.
Los cuatro personajes mostraron el amplio abanico de posibilidades que el PRI tiene y ofrece a sus simpatizantes y militantes. Y ello permitió analizar las diferentes voces, propuestas y corrientes que al interior de nuestra organización política conviven. Experiencia, sensibilidad y energía social, vigor y capacidad administrativa son las características de los aspirantes presidenciales. Y de ellos saldrá, el próximo 7 de noviembre, luego del proceso electoral que involucra a la sociedad mexicana, quien abandere el proyecto de nación que los priístas tenemos.
La pasión, afortunadamente, no se ha desbordado, como muchos agoreros del desastre vaticinaron, aunque en la ansiosa búsqueda de la designación no faltaron las voces discrepantes, autocríticas, tocando el aspecto social y a veces el tono singular personalísimo. Fuerza y temperamento, como condición humana, prevalece en este proceso. Para algunos observadores, la disputa de ideas permite vislumbrar una escisión al interior del PRI. Olvidan que en cada participante hay madurez, civilidad, capacidad de reconocer el contrario y que el enemigo no está en casa. Afortunadamente los mexicanos, y los priístas en lo particular, estamos ensayando nuevas formas democráticas.
A tan sólo unos días de culminar el proceso interno de selección de nuestro candidato a la Presidencia de la República, comparto la pertinencia en los procesos democráticos de los partidos, puesto que esto anticipa cómo se quiere gobernar y cómo se pretende establecer una nueva relación con la sociedad. A ya largos años del quehacer político, los he impulsado y realizado. Entre lo anecdótico y lo chusco, vale la pena destacar lo que hace muchos años en Colima, me decía un viejo militante ante mi alegato democrático: ``Ta' bien, licenciado, nomás recuerde: cuando me tocaba turno, me viene usté con eso de la democracia''.
A los procesos de selección interna los llamé, hace ya muchos ayeres, elecciones constitucionales de partido, porque llevarlos a cabo implica todo un esquema de organización: reglas, sí, boletas, urnas, representantes, acuerdos, etcétera, y un previo conocimiento de la correlación de fuerzas políticas y sociales. El fin es acreditar una puntual autodeterminación política del partido en la decisión y lograr candidatos fuertes. Y con ello, cohesión interna y base social, preservando, ampliando la unión y fortaleza del PRI.
Es importante decir No a la ingenuidad y a la perversidad. Son procesos políticos que contribuyen a brincar el siglo, para ver con certeza cómo la sociedad democrática enfrenta el nuevo milenio. Tal vez ante los nuevos tiempos hubiera bastado como antaño, esperar los acontecimientos con la representación, confianza y estímulo que mi partido y mis paisanos me han otorgado como senador de la República y los espacios invaluables en el Consejo Político Nacional del PRI, del cual soy miembro fundador.
En este sentido, creo en la política como en el elemento fundamental de transformación y compromiso. La buena política. Por eso participar al lado de Francisco Labastida, constituye para mí un trabajo decisivo puesto que ello contribuye a impulsar decididamente el cambio democrático, la participación ciudadana y el desarrollo político del país. En Labastida existe una ideología fuertemente nacionalista, vocación de servicio, claridad en sus propuestas. Labastida dice: hay que devolverle el poder a la gente. Y conducir al país hacia una economía con bases sanas para un crecimiento vigoroso y sostenido, con sensibilidad social. De esta manera el cambio será irreversible.
*Senador de la República.